18 Abril 2015
“El amor es una enfermedad de las más jodidas y contagiosas”. Contundente frase de Eduardo Galeano, oportunamente recordada en estos días de despedida. Tan contundente que abarca la calle, los bares y -claro- la oficina. Nadie está exento de las flechas de Cupido, y cuando el director de la compañía quiere tomar cartas en el asunto ya es tarde: el amor contagió su organización.
¿Por qué hay tanta incertidumbre ante el nuevo affaire? Los jefes temen -con razón- que el éxito o el fracaso de la flamante relación afecte la armonía dentro de la empresa. “Algunas compañías prohíben estos romances de manera categórica: no toman personal que mantenga vínculo con un integrante de la compañía o muchas veces los idilios amorosos son motivo encubierto de despido. No obstante, otras organizaciones permiten este tipo de relaciones siempre y cuando no sean vox populi o afecten en el clima laboral”, explica Constanza Larry, socia consultora de Setting Recursos Humanos (www.settingrrhh.com), quien agrega que si bien no hay ninguna ley que prohíba las relaciones de pareja dentro de las organizaciones, éstas son tan comunes que se suele crear protocolos para “legislar” las mismas. “Las gerencias de Recursos Humanos se van adecuando a las necesidades: a la flamante gestión del talento ahora se le suma la gestión del romance, que suele exigir sutileza y habilidades de negociación para encontrar soluciones que sirvan a la empresa tanto como a los involucrados”, añade.
La condición eminentemente social de la persona lleva a que se involucren amistosamente y, en algunos casos, pueden surgir otro tipo de relaciones. Los modelos de comunicación son más dinámicos que antes. Se pasa de lo netamente formal a lo informal, como una manera de desestructurar la organización. Pero sobre el amor de pareja que pudiera surgir entre los empleados siempre se hizo un paréntesis. Como si ese tipo de relación fuera el límite que las empresas e instituciones aceptan, “hasta ahí”, advierte Carolina Gallo, asesora en comunicación institucional y docente de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UNT. Incluso algunas compañías asumen que el amor de pareja puede traer problemas que impactan en las relaciones laborales de los otros empleados y suelen ser catalogadas como obstáculos en la fluidez de la producción, los objetivos y valores institucionales u organizacionales, acota la investigadora.
Detrás de las relaciones de oficina hay ciertos tabúes. El principal temor, indica Gallo, es que pueden ser iniciadores de “revoluciones” o grupos de quejas, que distraen a los otros empleados. “No hay conclusiones probatorias sobre el amor en el trabajo. Pero en la actualidad la mayoría de las empresas prefiere propiciar las buenas relaciones entre los empleados sin hablar de las parejas que pudieran surgir, como si fuera obvio que no pueden existir”, completa. Algunos afirman que el ámbito laboral es el terreno ideal para que las personas engañen a sus parejas. Y el tabú: las parejas entre jefes y secretarias o jefas y empleados. Pero también hasta en los lugaresdonde los estatutos internos fueron más rígidos, ha surgido el amor de pareja, como la flor que crece entre las piedras. La conclusión sería no evitar hablar del amor en el trabajo, sino todo lo contrario, descubrirlo, analizarlo, estudiarlo y considerarlo como una posiblidad, porque “el amor siempre es más fuerte”, indica Gallo.
¿Se puede gestionar el romance?
En “El Libro de los Abrazos”, Galeano suma argumentos: “el amor se puede provocar, dejando caer un puñadito de polvo de quereme, como al descuido, en el café o en la sopa o el trago. Se puede provocar, pero no se puede impedir”. Efectivamente no se puede impedir, pero en la empresa sí se puede gestionar: varias lo hacen de manera indirecta, como algo que se sabe pero no se dice abiertamente, agrega a su vez Larry. Otras establecen pautas en códigos escritos para evitar, por ejemplo, que fluya demasiada información de un superior a un trabajador, o que haya distracciones. “Una política común es trasladar de departamento a uno de los miembros de la pareja o asignarles horarios diferentes”, detalla Mariana Catella, socia de Setting, quien recomienda evitar situaciones que tienen que ver con conflictos de intereses. Cuando una persona está enamorada, la mayoría de las veces le será imposible ser objetiva sobre su pareja. El temor es que su lealtad sea mayor a la persona que a la empresa.
Los amoríos en el trabajo son una situación más normal de lo que se cree. Diferentes estudios (The Wall Street Journal, CarreerBuilder.com, entre otros) atestiguan que los han tenido alrededor de 4 de cada 10 trabajadores. La ciencia social le da la derecha, una vez más, a la sapiencia de Galeano sobre el amor: “No lo impide el agua bendita, ni lo impide el polvo de hostia. Tampoco el diente de ajo sirve para nada”.
¿Por qué hay tanta incertidumbre ante el nuevo affaire? Los jefes temen -con razón- que el éxito o el fracaso de la flamante relación afecte la armonía dentro de la empresa. “Algunas compañías prohíben estos romances de manera categórica: no toman personal que mantenga vínculo con un integrante de la compañía o muchas veces los idilios amorosos son motivo encubierto de despido. No obstante, otras organizaciones permiten este tipo de relaciones siempre y cuando no sean vox populi o afecten en el clima laboral”, explica Constanza Larry, socia consultora de Setting Recursos Humanos (www.settingrrhh.com), quien agrega que si bien no hay ninguna ley que prohíba las relaciones de pareja dentro de las organizaciones, éstas son tan comunes que se suele crear protocolos para “legislar” las mismas. “Las gerencias de Recursos Humanos se van adecuando a las necesidades: a la flamante gestión del talento ahora se le suma la gestión del romance, que suele exigir sutileza y habilidades de negociación para encontrar soluciones que sirvan a la empresa tanto como a los involucrados”, añade.
La condición eminentemente social de la persona lleva a que se involucren amistosamente y, en algunos casos, pueden surgir otro tipo de relaciones. Los modelos de comunicación son más dinámicos que antes. Se pasa de lo netamente formal a lo informal, como una manera de desestructurar la organización. Pero sobre el amor de pareja que pudiera surgir entre los empleados siempre se hizo un paréntesis. Como si ese tipo de relación fuera el límite que las empresas e instituciones aceptan, “hasta ahí”, advierte Carolina Gallo, asesora en comunicación institucional y docente de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UNT. Incluso algunas compañías asumen que el amor de pareja puede traer problemas que impactan en las relaciones laborales de los otros empleados y suelen ser catalogadas como obstáculos en la fluidez de la producción, los objetivos y valores institucionales u organizacionales, acota la investigadora.
Detrás de las relaciones de oficina hay ciertos tabúes. El principal temor, indica Gallo, es que pueden ser iniciadores de “revoluciones” o grupos de quejas, que distraen a los otros empleados. “No hay conclusiones probatorias sobre el amor en el trabajo. Pero en la actualidad la mayoría de las empresas prefiere propiciar las buenas relaciones entre los empleados sin hablar de las parejas que pudieran surgir, como si fuera obvio que no pueden existir”, completa. Algunos afirman que el ámbito laboral es el terreno ideal para que las personas engañen a sus parejas. Y el tabú: las parejas entre jefes y secretarias o jefas y empleados. Pero también hasta en los lugaresdonde los estatutos internos fueron más rígidos, ha surgido el amor de pareja, como la flor que crece entre las piedras. La conclusión sería no evitar hablar del amor en el trabajo, sino todo lo contrario, descubrirlo, analizarlo, estudiarlo y considerarlo como una posiblidad, porque “el amor siempre es más fuerte”, indica Gallo.
¿Se puede gestionar el romance?
En “El Libro de los Abrazos”, Galeano suma argumentos: “el amor se puede provocar, dejando caer un puñadito de polvo de quereme, como al descuido, en el café o en la sopa o el trago. Se puede provocar, pero no se puede impedir”. Efectivamente no se puede impedir, pero en la empresa sí se puede gestionar: varias lo hacen de manera indirecta, como algo que se sabe pero no se dice abiertamente, agrega a su vez Larry. Otras establecen pautas en códigos escritos para evitar, por ejemplo, que fluya demasiada información de un superior a un trabajador, o que haya distracciones. “Una política común es trasladar de departamento a uno de los miembros de la pareja o asignarles horarios diferentes”, detalla Mariana Catella, socia de Setting, quien recomienda evitar situaciones que tienen que ver con conflictos de intereses. Cuando una persona está enamorada, la mayoría de las veces le será imposible ser objetiva sobre su pareja. El temor es que su lealtad sea mayor a la persona que a la empresa.
Los amoríos en el trabajo son una situación más normal de lo que se cree. Diferentes estudios (The Wall Street Journal, CarreerBuilder.com, entre otros) atestiguan que los han tenido alrededor de 4 de cada 10 trabajadores. La ciencia social le da la derecha, una vez más, a la sapiencia de Galeano sobre el amor: “No lo impide el agua bendita, ni lo impide el polvo de hostia. Tampoco el diente de ajo sirve para nada”.
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