18 Abril 2015
“Los dos integrantes básicos de los proyectos utópicos son el espacio y el tiempo. Es decir, un territorio donde fundarse y una historia con un pasado para recuperar o con un futuro para proyectar”. La frase no es suya, sino del escritor Gabriel García Márquez. Pero a ella acude el arquitecto Julio Middagh para sostener sus dichos. Lo hace, porque su voz es crítica. Como ahora, cuando dice que Yerba Buena no puede no tener un plan.
“La buena intención es inocente. Hacer pavimento, cordón cuneta u obras de infraestructura no es hacer una ciudad. Eso es obra pública. Es construcción, que siempre debe resultar posterior a una planificación”, afirma. Enseguida, el urbanista refuerza sus declaraciones: “se debe pensar el municipio a futuro, y de ahí tiene que surgir un nuevo orden”. Desde su perspectiva, el distrito pedemontano es caótico. Y para fundamentar esa aseveración, habla del tránsito desordenado, de la degradación de los espacios verdes y del descuido en la distribución de agua potable y del sistema de cloacas.
“Los yerbabuenenses vemos correr agua las 24 horas por las calles Perú o Salas y Valdés, por ejemplo. U observamos cómo se desarma el pavimento, se arregla y rompe de nuevo. Y así estamos, hace muchos años. Y hace muchos intendentes”.
Middagh fue consejero ejecutivo del Colegio de Arquitectos de Tucumán y trabajó con Eduardo Sacriste, un destacado arquitecto argentino. También es un hombre que no anda con medias tintas. Acaso porque cree que crecer así es un despropósito. “la construcción de edificios en altura debe conversarse. Los nuevos habitantes continuarán arribando. No podemos congelar ese crecimiento. Pero siempre hay que procurar que ocurra bajo normas, y no a través de excepciones. Jamás un municipio puede ser entendido intuitivamente”, añade.
Para finalizar la charla, invoca otra frase ajena, esta vez de Rubén Pesci, otro reconocido arquitecto: “poco sabemos de cómo se proyecta una ciudad. Menos aún, de cómo se produce”.
“La buena intención es inocente. Hacer pavimento, cordón cuneta u obras de infraestructura no es hacer una ciudad. Eso es obra pública. Es construcción, que siempre debe resultar posterior a una planificación”, afirma. Enseguida, el urbanista refuerza sus declaraciones: “se debe pensar el municipio a futuro, y de ahí tiene que surgir un nuevo orden”. Desde su perspectiva, el distrito pedemontano es caótico. Y para fundamentar esa aseveración, habla del tránsito desordenado, de la degradación de los espacios verdes y del descuido en la distribución de agua potable y del sistema de cloacas.
“Los yerbabuenenses vemos correr agua las 24 horas por las calles Perú o Salas y Valdés, por ejemplo. U observamos cómo se desarma el pavimento, se arregla y rompe de nuevo. Y así estamos, hace muchos años. Y hace muchos intendentes”.
Middagh fue consejero ejecutivo del Colegio de Arquitectos de Tucumán y trabajó con Eduardo Sacriste, un destacado arquitecto argentino. También es un hombre que no anda con medias tintas. Acaso porque cree que crecer así es un despropósito. “la construcción de edificios en altura debe conversarse. Los nuevos habitantes continuarán arribando. No podemos congelar ese crecimiento. Pero siempre hay que procurar que ocurra bajo normas, y no a través de excepciones. Jamás un municipio puede ser entendido intuitivamente”, añade.
Para finalizar la charla, invoca otra frase ajena, esta vez de Rubén Pesci, otro reconocido arquitecto: “poco sabemos de cómo se proyecta una ciudad. Menos aún, de cómo se produce”.
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