Por Juan Manuel Asis
09 Abril 2015
Debe ser difícil abandonar el poder, ver que el almanaque le pone tope a ese disfrute personal, tener que soportar perderlo de a poco mientras se acerca ese día fatídico, tratar de desacostumbrarse lentamente a sus beneficios cotidianos; sentir que empieza a huir y a corporizarse en otros personajes. Peor será la sensación de que se escabulle para treparse en un adversario político. Esa procesión interna debe ser traumática. Tiene que ser doloroso ver que se escapa como agua de las manos y que no se lo puede aferrar ni sostener; más aun, pensar que tendrá otros dueños temporales. Los fines de ciclo conllevan sufrimientos para los poderosos, pero también exponen obstinaciones, como la terquedad de querer perdurar y de mostrar que no se tiene ganas de ceder lo que se ha ganado. Y gozado. Allí está la Presidenta advirtiendo, casi enojada, que no renuncia a la posibilidad de volver en 2019 para recuperar lo que el 10 de diciembre le van arrebatar por cláusulas constitucionales. Sin golpes de ninguna especie.
El mensaje de Cristina no va por el lado de hagan bien las cosas para que no regrese, sino prepárense para sentir que al poder se los he prestado por cuatro años. Se va, pero no quiere admitir que tendrá que dejarle a otro el bastón de mariscal del que hablaba Perón. Está deslizando que sólo lo va a ceder momentáneamente, que el que venga será un portador extraño, un invitado a una fiesta que no le pertenece. ¿Anhelará convertir en realidad la frase de Evita: volveré y seré millones? Sin embargo, la celebración “K” tiene fecha de vencimiento, por más que los cristinistas no lo quieran aceptar y renieguen por el tiempo distinto que se viene, inmanejable a los caprichos.
Lo que le depare el destino
En Tucumán está Alperovich, despidiéndose del poder, hasta con algunas lágrimas en los ojos. Dejará el Ejecutivo con la intención de pelear por una banca senatorial en octubre, sin decir palabra sobre el 2019. Por lo menos hasta ahora. “José es un hombre que cree en el destino”, dijo sonriendo un colaborador cercano para reflexionar sobre un eventual regreso dentro de cuatro años. Por el momento, el gobernador no envía mensajes como la jefa de Estado, que muestra que antes de irse ya empieza a extrañar el poder.
El gobernador no se aferra al sillón de Lucas Córdoba al estilo cristinista, no dice que lo prestará al sucesor de ocasión. Parece decir que se acostumbrará a mirar el poder desde la distancia. Los mensajes de la jefa de Estado y del mandatario tucumano son distintos, explícitamente diferentes. Ella reniega y parece enfurecerse porque se va, él anticipa el adiós y no dice nada sobre el retorno. Estrategias distintas. En política cuatro años no son nada cuando se trata de visualizar qué papel se quiere estar desempeñando más adelante. La Presidenta piensa en su regreso, lo dice; el gobernador calla y no juega esa carta.
¿Y si Alperovich se queda en el Ejecutivo? Epa, ¿cómo puede hacerlo? Como candidato a vicegobernador. No puede. ¿No puede? Alguna vez comentamos en esta columna que la Constitución no se lo impedía, ni siquiera tácitamente. Puntualmente, el artículo 90 (capítulo naturaleza y duración del PE) señala: el gobernador y el vicegobernador duran cuatro años en sus funciones y podrán ser reelectos por un período consecutivo. El vice, aun cuando hubiese completado dos períodos consecutivos como tal, podrá presentarse y ser elegido gobernador y ser reelecto por un período consecutivo. Si el gobernador ha sido reelecto para un segundo período consecutivo no puede ser elegido nuevamente, sino con el intervalo de un período. Lo mismo resulta de aplicación para el cargo de vicegobernador.
En ninguna parte dice claramente que Alperovich tiene las puertas cerradas para aspirar a la vicegobernación. Y nadie hizo una presentación judicial -hasta ahora- planteando un caso en favor o en contra de esa chance. Ser o no ser, irse o no irse; el posible dilema alperovichista. ¿Carta bajo la manga? Hasta hora lo único seguro es la frase que alguna vez deslizó el gobernador cuando se lo mencionaba con posibilidades de ser candidato a vicepresidente de la Nación: “no estoy para tocar la campanita”. Una irónica manera de decir que está más para tareas ejecutivas, como las que viene ejerciendo desde hace 12 años, antes que para hacer sonar la chicharra y sentarse en una banca a escuchar los parlamentos.
Sólo dos mandatos
A quien la Constitución le dijo no, y patalea por eso, es al legislador José Gutiérrez (FpV). Uno que no quiere perder la cuota parte de poder que alcanzó y que disfrutó durante ocho años. Planteó la inconstitucionalidad del artículo 45 de la Carta Magna, que fija que los legisladores pueden aspirar sólo a dos mandatos consecutivos. El parlamentario hasta llegó al Inadi para sostener que es discriminatoria esta cláusula y que va en contra de lo que determina la Constitución nacional, que no limita los periodos de los aspirantes a las bancas en el Congreso.
Desde la fiscalía de Estado le contestaron: el artículo 45 de la Constitución provincial, que exige el intervalo de un período para posibilitar la reelección de legisladores que han ejercido dos períodos consecutivos, no puede reputarse inconstitucional, en tanto no vulnera ninguno de los principios institucionales que hacen a la estructura del sistema adoptado por la Constitución nacional, ni las garantías individuales, ni los derechos políticos que reconocen a los ciudadanos la ley fundamental y los tratados y convenciones sobre derechos humanos que, con igual jerarquía, incorpora a la Carta Magna.
A Alperovich no le cayó bien la conducta de Gutiérrez y le dio al venia al fiscal de Estado, Jorge Posse Ponessa, para que rechace los planteos del legislador. La decisión judicial aún está pendiente.
El mensaje de Cristina no va por el lado de hagan bien las cosas para que no regrese, sino prepárense para sentir que al poder se los he prestado por cuatro años. Se va, pero no quiere admitir que tendrá que dejarle a otro el bastón de mariscal del que hablaba Perón. Está deslizando que sólo lo va a ceder momentáneamente, que el que venga será un portador extraño, un invitado a una fiesta que no le pertenece. ¿Anhelará convertir en realidad la frase de Evita: volveré y seré millones? Sin embargo, la celebración “K” tiene fecha de vencimiento, por más que los cristinistas no lo quieran aceptar y renieguen por el tiempo distinto que se viene, inmanejable a los caprichos.
Lo que le depare el destino
En Tucumán está Alperovich, despidiéndose del poder, hasta con algunas lágrimas en los ojos. Dejará el Ejecutivo con la intención de pelear por una banca senatorial en octubre, sin decir palabra sobre el 2019. Por lo menos hasta ahora. “José es un hombre que cree en el destino”, dijo sonriendo un colaborador cercano para reflexionar sobre un eventual regreso dentro de cuatro años. Por el momento, el gobernador no envía mensajes como la jefa de Estado, que muestra que antes de irse ya empieza a extrañar el poder.
El gobernador no se aferra al sillón de Lucas Córdoba al estilo cristinista, no dice que lo prestará al sucesor de ocasión. Parece decir que se acostumbrará a mirar el poder desde la distancia. Los mensajes de la jefa de Estado y del mandatario tucumano son distintos, explícitamente diferentes. Ella reniega y parece enfurecerse porque se va, él anticipa el adiós y no dice nada sobre el retorno. Estrategias distintas. En política cuatro años no son nada cuando se trata de visualizar qué papel se quiere estar desempeñando más adelante. La Presidenta piensa en su regreso, lo dice; el gobernador calla y no juega esa carta.
¿Y si Alperovich se queda en el Ejecutivo? Epa, ¿cómo puede hacerlo? Como candidato a vicegobernador. No puede. ¿No puede? Alguna vez comentamos en esta columna que la Constitución no se lo impedía, ni siquiera tácitamente. Puntualmente, el artículo 90 (capítulo naturaleza y duración del PE) señala: el gobernador y el vicegobernador duran cuatro años en sus funciones y podrán ser reelectos por un período consecutivo. El vice, aun cuando hubiese completado dos períodos consecutivos como tal, podrá presentarse y ser elegido gobernador y ser reelecto por un período consecutivo. Si el gobernador ha sido reelecto para un segundo período consecutivo no puede ser elegido nuevamente, sino con el intervalo de un período. Lo mismo resulta de aplicación para el cargo de vicegobernador.
En ninguna parte dice claramente que Alperovich tiene las puertas cerradas para aspirar a la vicegobernación. Y nadie hizo una presentación judicial -hasta ahora- planteando un caso en favor o en contra de esa chance. Ser o no ser, irse o no irse; el posible dilema alperovichista. ¿Carta bajo la manga? Hasta hora lo único seguro es la frase que alguna vez deslizó el gobernador cuando se lo mencionaba con posibilidades de ser candidato a vicepresidente de la Nación: “no estoy para tocar la campanita”. Una irónica manera de decir que está más para tareas ejecutivas, como las que viene ejerciendo desde hace 12 años, antes que para hacer sonar la chicharra y sentarse en una banca a escuchar los parlamentos.
Sólo dos mandatos
A quien la Constitución le dijo no, y patalea por eso, es al legislador José Gutiérrez (FpV). Uno que no quiere perder la cuota parte de poder que alcanzó y que disfrutó durante ocho años. Planteó la inconstitucionalidad del artículo 45 de la Carta Magna, que fija que los legisladores pueden aspirar sólo a dos mandatos consecutivos. El parlamentario hasta llegó al Inadi para sostener que es discriminatoria esta cláusula y que va en contra de lo que determina la Constitución nacional, que no limita los periodos de los aspirantes a las bancas en el Congreso.
Desde la fiscalía de Estado le contestaron: el artículo 45 de la Constitución provincial, que exige el intervalo de un período para posibilitar la reelección de legisladores que han ejercido dos períodos consecutivos, no puede reputarse inconstitucional, en tanto no vulnera ninguno de los principios institucionales que hacen a la estructura del sistema adoptado por la Constitución nacional, ni las garantías individuales, ni los derechos políticos que reconocen a los ciudadanos la ley fundamental y los tratados y convenciones sobre derechos humanos que, con igual jerarquía, incorpora a la Carta Magna.
A Alperovich no le cayó bien la conducta de Gutiérrez y le dio al venia al fiscal de Estado, Jorge Posse Ponessa, para que rechace los planteos del legislador. La decisión judicial aún está pendiente.
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