07 Abril 2015
PARA THIAGO. Bianchi celebró emulando el chupete de su hijo.
Dos golpes en la cabeza resumen la temporada 2015 de Bruno Bianchi, hasta ahora. Uno fue el que recibió de parte de Diego Reinoso, defensor de Atlético Paraná, en la fecha 5. Un preciso empujón que le dejó el ojo en compota, lo marginó del siguiente partido y por el que aún luce un pequeño derrame alrededor de su pupila izquierda.
El otro lo propició el mismo defensor el domingo por la noche. Cuando parecía que el empate ante Chacarita era un hecho, Bianchi se elevó en el área a la altura del primer palo e impactó de lleno a la red un cabezazo que valió tres puntos.
Ya en su casa, después de cenar y cuando dormir era una obligación más que un deseo, Bianchi apoyó sobre la almohada la parte de su cuerpo que más problemas y satisfacciones le trajo este año.
“Siempre cuando hacés un buen partido o un gol te vas muy contento a casa. Sobre todo si sirvió para ganar”, confesó.
Antes de cerrar los ojos, por su cabeza no sólo pasó ese cabezazo que significó el triunfo, sino también en un pequeño espectador que estuvo allí para presenciarlo. En la platea, Rosario, su pareja, había llevado por primera vez a Thiago, su hijo que, con apenas cinco meses de vida, miró su primer partido de fútbol. “No creo que se acuerde el día de mañana, pero el valor simbólico que tiene para mí como padre es muy grande”, admitió orgulloso el de San Nicolás.
Otra cosa que se le cruzó en medio de todos los pensamientos fue la jugada en sí. La repasó varias veces y se reía mientras recordaba cómo llegaron a dar en la puntada final. Leandro González, el que ejecutó el córner previo, había jugado corto y por el piso un tiro libre anterior generando el enojo de los centrales. “Discutimos porque en la semana trabajamos la pelota parada y le pedíamos que la tire al primer palo o al punto penal”, explicó Bianchi. “Me insultó porque no le tiré el centro”, agregó González.
Está de más decir que no se trató de pases de factura, sino de chicanas entre ambos. Bianchi y González llegan juntos al entrenamiento desde que comenzó el torneo y si se permitieron subir el tono de su charla fue por la confianza que adquirieron desde que se conocieron en enero de este año.
La última vez
Lo que obligó a Bruno a seguir procesando información y le demoró el sueño varios minutos más en la madrugada del lunes fue encontrar en su filmoteca mental cuándo había sido su último gol de cabeza.
En Atlético le había marcado un gol a Aldosivi (también en los minutos finales) pero con su pie derecho. El mismo que le sirvió para marcar los dos que hizo con Unión a San Lorenzo y a Boca.
¿Y entonces? ¿Cuándo anotó por esa vía por última vez? Exactamente, fue el 22 de noviembre de 2011. Más de tres años pasaron del partido que Douglas Haig, su ex equipo, le ganó a Rivadavia de Lincoln (también 1 a 0) con un cabezazo del defensor.
Pocas cosas le quedaron por resolver después de tanto pensar. Bianchi giró en su cama y ahí sí puso a descansar el cuerpo y en especial la cabeza, que tantos dolores y alegrías le trae en una cancha de fútbol.
El otro lo propició el mismo defensor el domingo por la noche. Cuando parecía que el empate ante Chacarita era un hecho, Bianchi se elevó en el área a la altura del primer palo e impactó de lleno a la red un cabezazo que valió tres puntos.
Ya en su casa, después de cenar y cuando dormir era una obligación más que un deseo, Bianchi apoyó sobre la almohada la parte de su cuerpo que más problemas y satisfacciones le trajo este año.
“Siempre cuando hacés un buen partido o un gol te vas muy contento a casa. Sobre todo si sirvió para ganar”, confesó.
Antes de cerrar los ojos, por su cabeza no sólo pasó ese cabezazo que significó el triunfo, sino también en un pequeño espectador que estuvo allí para presenciarlo. En la platea, Rosario, su pareja, había llevado por primera vez a Thiago, su hijo que, con apenas cinco meses de vida, miró su primer partido de fútbol. “No creo que se acuerde el día de mañana, pero el valor simbólico que tiene para mí como padre es muy grande”, admitió orgulloso el de San Nicolás.
Otra cosa que se le cruzó en medio de todos los pensamientos fue la jugada en sí. La repasó varias veces y se reía mientras recordaba cómo llegaron a dar en la puntada final. Leandro González, el que ejecutó el córner previo, había jugado corto y por el piso un tiro libre anterior generando el enojo de los centrales. “Discutimos porque en la semana trabajamos la pelota parada y le pedíamos que la tire al primer palo o al punto penal”, explicó Bianchi. “Me insultó porque no le tiré el centro”, agregó González.
Está de más decir que no se trató de pases de factura, sino de chicanas entre ambos. Bianchi y González llegan juntos al entrenamiento desde que comenzó el torneo y si se permitieron subir el tono de su charla fue por la confianza que adquirieron desde que se conocieron en enero de este año.
La última vez
Lo que obligó a Bruno a seguir procesando información y le demoró el sueño varios minutos más en la madrugada del lunes fue encontrar en su filmoteca mental cuándo había sido su último gol de cabeza.
En Atlético le había marcado un gol a Aldosivi (también en los minutos finales) pero con su pie derecho. El mismo que le sirvió para marcar los dos que hizo con Unión a San Lorenzo y a Boca.
¿Y entonces? ¿Cuándo anotó por esa vía por última vez? Exactamente, fue el 22 de noviembre de 2011. Más de tres años pasaron del partido que Douglas Haig, su ex equipo, le ganó a Rivadavia de Lincoln (también 1 a 0) con un cabezazo del defensor.
Pocas cosas le quedaron por resolver después de tanto pensar. Bianchi giró en su cama y ahí sí puso a descansar el cuerpo y en especial la cabeza, que tantos dolores y alegrías le trae en una cancha de fútbol.
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