07 Abril 2015
BALSAS HECHAS CON BOTELLAS. Así llega la ayuda a Melcho. foto gentileza de Nidia Juri
Para cruzar hay que armarse de valor. El cauce es ancho y bastante profundo; las aguas son de color marrón oscuro. En Melcho, ubicado en el departamento de Simoca, el río Gastona creció tanto que convirtió a la calle de entrada en un muro natural de agua, situación que impide a los pobladores estar conectados con el mundo exterior.
Melcho, junto a Sud de Lazarte, son los únicos parajes que siguen aislados, a un mes de las inundaciones que se registraron en la provincia. Hasta la primera localidad, en la que viven unas 42 familias, llegaron este fin de semana alumnos del Instituto de Psicología Social, con la idea de contener a los pobladores y llevarles donaciones: alimentos, agua, artículos de limpieza y otras mercaderías. Para acercar estos objetos utilizaron una balsa hecha con botellas de plástico y tuvieron que cruzar el río caminando. Fueron acompañados por un médico y dos enfermeras, según detalló Nidia Juri, docente de la institución.
En Melcho aún no se restablecieron las clases (porque no llegan los maestros). Además, muchas familias siguen sin luz y no tienen acceso al alimento, ya que el agua destruyó los cultivos. Como si eso fuera poco, la mayoría de los niños están enfermos con hongos.
Los docentes, alumnos y graduados del Instituto de Psicología Social vienen trabajando desde hace un mes con los afectados por las inundaciones. Si bien lo primero que hicieron fue acercarles donaciones, luego armaron un plan de trabajo de acompañamiento y contención de los damnificados. “La idea era llevarles más que mercadería”, detalló Josefina Racedo, directora del instituto. La docente hizo una evaluación sobre los daños “invisibles” que dejó la catástrofe.
“Ahora que pasó lo peor vemos mucha afectación psicológica en la gente. Viven con mucha angustia, con miedo a que en cualquier momento vuelva el agua. Se despiertan en medio de la noche sobresaltados. Además, hay muchas familias que continúan separadas en distintas viviendas de familiares porque perdieron todo”, describió.
Según Racedo, las pérdidas no sólo son materiales. Hay otras cuestiones, según dijo, no previstas e imposibles de reparar. “Uno de los efectos menos deseados es el impacto en la subjetividad de niños, adultos y ancianos: la angustia, desazón, la pérdida de referentes históricos de la familia: fotos y otros documentos”, explicó. “Hay un quiebre de la vida cotidiana, en los vínculos afectivos. Recuperar la normalidad será un proceso lento que, en primer lugar exige salir de la emergencia. Después, hay que ver todo lo colateral: las enfermedades, la mala alimentación, etcétera. Y el tercer paso es la reconstrucción. La gente manifiesta que no quiere volver a ser lo de antes. Muchos sienten que no hay futuro en ese lugar en el que viven, que tienen que irse. Reclaman que no sólo quieren recibir donaciones, sino que los escuchen y que los ayuden a plantear nuevos proyectos”, concluyó.
Melcho, junto a Sud de Lazarte, son los únicos parajes que siguen aislados, a un mes de las inundaciones que se registraron en la provincia. Hasta la primera localidad, en la que viven unas 42 familias, llegaron este fin de semana alumnos del Instituto de Psicología Social, con la idea de contener a los pobladores y llevarles donaciones: alimentos, agua, artículos de limpieza y otras mercaderías. Para acercar estos objetos utilizaron una balsa hecha con botellas de plástico y tuvieron que cruzar el río caminando. Fueron acompañados por un médico y dos enfermeras, según detalló Nidia Juri, docente de la institución.
En Melcho aún no se restablecieron las clases (porque no llegan los maestros). Además, muchas familias siguen sin luz y no tienen acceso al alimento, ya que el agua destruyó los cultivos. Como si eso fuera poco, la mayoría de los niños están enfermos con hongos.
Los docentes, alumnos y graduados del Instituto de Psicología Social vienen trabajando desde hace un mes con los afectados por las inundaciones. Si bien lo primero que hicieron fue acercarles donaciones, luego armaron un plan de trabajo de acompañamiento y contención de los damnificados. “La idea era llevarles más que mercadería”, detalló Josefina Racedo, directora del instituto. La docente hizo una evaluación sobre los daños “invisibles” que dejó la catástrofe.
“Ahora que pasó lo peor vemos mucha afectación psicológica en la gente. Viven con mucha angustia, con miedo a que en cualquier momento vuelva el agua. Se despiertan en medio de la noche sobresaltados. Además, hay muchas familias que continúan separadas en distintas viviendas de familiares porque perdieron todo”, describió.
Según Racedo, las pérdidas no sólo son materiales. Hay otras cuestiones, según dijo, no previstas e imposibles de reparar. “Uno de los efectos menos deseados es el impacto en la subjetividad de niños, adultos y ancianos: la angustia, desazón, la pérdida de referentes históricos de la familia: fotos y otros documentos”, explicó. “Hay un quiebre de la vida cotidiana, en los vínculos afectivos. Recuperar la normalidad será un proceso lento que, en primer lugar exige salir de la emergencia. Después, hay que ver todo lo colateral: las enfermedades, la mala alimentación, etcétera. Y el tercer paso es la reconstrucción. La gente manifiesta que no quiere volver a ser lo de antes. Muchos sienten que no hay futuro en ese lugar en el que viven, que tienen que irse. Reclaman que no sólo quieren recibir donaciones, sino que los escuchen y que los ayuden a plantear nuevos proyectos”, concluyó.
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