06 Abril 2015
ACTIVIDAD EN ASCENSO. Se estima que en las zonas urbanas argentinas cerca de tres millones de personas trabajan por cuenta propia. REUTERS
BUENOS AIRES.- Los últimos datos oficiales publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) sobre el empleo asalariado registrado señalan que en 2014 el empleo en el sector privado cayó en 10.000 puestos de trabajo y el público creció en 55.000 puestos. Esto significa que el empleo asalariado formal crece, pero empujado por el empleo público. Dentro del sector privado, lo que más cayó fue el empleo formal en los sectores productores de bienes, particularmente en el campo, la industria y la construcción.
Cuando el empleo asalariado formal en el sector privado no crece, el resultado es un aumento de la ocupación informal (que puede ser en el empleo asalariado “en negro” o en el cuentapropismo), el aumento del desempleo o el aumento de la inactividad laboral. Precisamente, los tres fenómenos también se vienen registrando en 2014. Apelando otra vez a los datos oficiales del Indec, se observa un declive de la tasa de asalarización, o sea un aumento del cuentapropismo, una suba del desempleo y una expansión en la proporción de los que no trabajan ni buscan empleo, o sea, gente que está en la inactividad laboral. Todos, síntomas de insuficiencia y deterioro en la calidad de los empleos.
Desde el punto de vista de los salarios, la situación no es mejor. Según el Indec, el promedio de las remuneraciones en 2014 creció un 30% anual, con un crecimiento superior (33%) para el segmento del 10% de los trabajadores con mayores niveles de salario y un aumento bastante inferior (24%) para el segmento del 30% de los trabajadores que menos ganan.
Mientras los trabajadores de mayores salarios posiblemente pudieron compensar la inflación, los de salarios más bajos perdieron capacidad de compra. Este comportamiento de las remuneraciones responde a la dinámica en el empleo. Ese 10% de trabajadores de mayores salarios que le empatan a la inflación son empleos públicos y privados protegidos por convenios colectivos de trabajo.
Los trabajadores de menores salarios que perdieron son informales que no están alcanzados por los convenios colectivos y que además están sufriendo escasez de empleos como lo muestra el aumento del desempleo y de la inactividad laboral. Muchos creen que este deterioro del mercado de trabajo se debe a los problemas económicos acumulados (inflación, restricciones a exportaciones e importaciones, déficits de logística e infraestructura, alta presión impositiva, falta de crédito a la producción, “cepo” cambiario con retraso del tipo de cambio oficial).
Es cierto. Pero no se debe perder de vista que, si bien estos factores son importantes ya que una economía estancada no puede generar muchos y buenos empleos, con crecimiento económico solo no basta para revertir el deterioro. Hace falta una modernización de las instituciones laborales. Esto implica reducir y darle progresividad a todas las cargas sociales (no sólo al Impuesto a las Ganancias), simplificar la registración laboral eliminando trámites y registros burocráticos, reducir la litigiosidad laboral y mejorar la calidad de la educación y su articulación con la formación para el trabajo.
Esta agenda es extremadamente desafiante desde el punto de vista técnico y político. Por eso, los candidatos a suceder a la actual gestión de gobierno deberían estar debatiendo y acordando una agenda de políticas en común, a ejecutarse independientemente de quién gane las elecciones, porque sin un apoyo amplio va a ser difícil avanzar en las reformas estructurales que se necesitan para crear más y mejores empleos. (DyN)
Cuando el empleo asalariado formal en el sector privado no crece, el resultado es un aumento de la ocupación informal (que puede ser en el empleo asalariado “en negro” o en el cuentapropismo), el aumento del desempleo o el aumento de la inactividad laboral. Precisamente, los tres fenómenos también se vienen registrando en 2014. Apelando otra vez a los datos oficiales del Indec, se observa un declive de la tasa de asalarización, o sea un aumento del cuentapropismo, una suba del desempleo y una expansión en la proporción de los que no trabajan ni buscan empleo, o sea, gente que está en la inactividad laboral. Todos, síntomas de insuficiencia y deterioro en la calidad de los empleos.
Desde el punto de vista de los salarios, la situación no es mejor. Según el Indec, el promedio de las remuneraciones en 2014 creció un 30% anual, con un crecimiento superior (33%) para el segmento del 10% de los trabajadores con mayores niveles de salario y un aumento bastante inferior (24%) para el segmento del 30% de los trabajadores que menos ganan.
Mientras los trabajadores de mayores salarios posiblemente pudieron compensar la inflación, los de salarios más bajos perdieron capacidad de compra. Este comportamiento de las remuneraciones responde a la dinámica en el empleo. Ese 10% de trabajadores de mayores salarios que le empatan a la inflación son empleos públicos y privados protegidos por convenios colectivos de trabajo.
Los trabajadores de menores salarios que perdieron son informales que no están alcanzados por los convenios colectivos y que además están sufriendo escasez de empleos como lo muestra el aumento del desempleo y de la inactividad laboral. Muchos creen que este deterioro del mercado de trabajo se debe a los problemas económicos acumulados (inflación, restricciones a exportaciones e importaciones, déficits de logística e infraestructura, alta presión impositiva, falta de crédito a la producción, “cepo” cambiario con retraso del tipo de cambio oficial).
Es cierto. Pero no se debe perder de vista que, si bien estos factores son importantes ya que una economía estancada no puede generar muchos y buenos empleos, con crecimiento económico solo no basta para revertir el deterioro. Hace falta una modernización de las instituciones laborales. Esto implica reducir y darle progresividad a todas las cargas sociales (no sólo al Impuesto a las Ganancias), simplificar la registración laboral eliminando trámites y registros burocráticos, reducir la litigiosidad laboral y mejorar la calidad de la educación y su articulación con la formación para el trabajo.
Esta agenda es extremadamente desafiante desde el punto de vista técnico y político. Por eso, los candidatos a suceder a la actual gestión de gobierno deberían estar debatiendo y acordando una agenda de políticas en común, a ejecutarse independientemente de quién gane las elecciones, porque sin un apoyo amplio va a ser difícil avanzar en las reformas estructurales que se necesitan para crear más y mejores empleos. (DyN)
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