Bielsa for ever
“El oficio del futbolista -dijo Marcelo Bielsa en un momento de su conferencia del viernes- tiene en el sitio más importante hacerse cargo de la ilusión y de la emoción de los hinchas”. La prensa, más atareada con los grandes nombres, eligió destacar otros aspectos de la conferencia. Pero esa reflexión, que Bielsa pronunció tres veces el viernes, acaso sea clave para explicar por qué los hinchas del Marsella cantarán hoy, como vienen haciéndolo desde hace algunas semanas, “Bielsa no se va”. Y, aunque suene extraño y algo aventurado, todo hace pensar que el canto lo escucharemos aún más allá de cual sea el resultado del partido que Olympique Marsella, tercero a dos puntos, juega esta tarde en el Velodrome ante el millonario líder París Saint-Germain (PSG) de Javier Pastore y Ezequiel Lavezzi.

Los hinchas del “OM” copiaron de Youtube el “Bielsa no se va”, así cantado, en español. Escucharon a los hinchas de la selección chilena en un partido de 2010 ante Uruguay, cuando Bielsa anunció que dejaba el cargo si echaban de la Federación al presidente que lo había designado, Harold Mayne Nicholls. Todas las encuestas indicaban que ambos, tanto Bielsa como Mayne Nicholls, tenían cerca de un 90 por ciento de aprobación. Pero los dueños de los clubes SA chilenos echaron al dirigente y Bielsa, tal como lo había dicho, se fue. Ahora los hinchas del “OM” intuyen algo y por eso cantan “Bielsa no se va”. Sonó bien fuerte en el último empate sin goles contra Lyon. En Marsella, la firma Triaaangles vende camisetas que dicen “El Loco no se va”.

Hay campañas en las redes sociales. “Bielsa no se va” era, horas atrás, el eje central de la convocatoria para hoy en el Velodrome. Finalmente, los hinchas de South Winners unieron a ocho grupos de aficionados y aplazaron tanta puesta en escena. Entendieron que, por mucho que amen al DT argentino, su equipo se juega hoy la chance de quedar primero a ocho fechas del final. Bielsa formará parte del repertorio, claro, pero el equipo primero.

Hay que recordar aquella conferencia de prensa de inicios de temporada en la que Bielsa destrozó públicamente al presidente del “OM”, Vincent Labrune, por incumplir promesas. ¡Cómo olvidar a esa traductora (que ya no está) que se llevaba las manos al rostro desesperada mientras debía traducir las cosas que decía Bielsa de Labrune! Todo parecía destinado al desastre. Pero el “OM”, con un plantel que parecía precario, lideró buena parte de la primera rueda. Y Bielsa se convirtió en Gardel. El “OM”, se sabe, inició ahora mal 2015. Tres empates y una derrota parecían marcar inclusive la despedida de la lucha por el título. Hasta que Bielsa sorprendió una vez más. El DT supuestamente inflexible pidió a los jugadores que le expresaran abiertamente qué criticaban de su método. Lo hicieron. Y Bielsa aflojó exigencias. Dos goleadas y un empate ante Lyon (el tercer aspirante al título) reubicaron al Marsella en carrera. Y así llegamos al partido de hoy, “una fiesta popular”, como la llamó Bielsa el viernes. Con un Velodrome que promete ser una caldera ante un PSG que defiende el título, pero que también tiene la cabeza en su duelo ante Barcelona, por cuartos de final de Liga de Campeones.

¿Y por qué el coro Bielsa no se va (‘Bielsa ne t’en vas pas’), como dirían los franceses? ¿Por qué tanta fidelidad a un DT si también hay un equipo con capitán, con goleador, con estratega y con un firme defensor, por citar a algunos jugadores que tienen la adoración de los hinchas? ¿Por qué a un DT que, en plena puja por el título, hasta cuenta públicamente que sus métodos de trabajo terminaron “hartando” al plantel? Como le sucedió en equipos que dirigió antes, no se trata de que Bielsa gane títulos o lidere campañas que algunos predecesores jamás han hecho. No es así. Sin embargo, en Newell’s, Chile, Athletic Bilbao y ahora en Marsella su campaña genera adhesiones masivas.

Los hinchas, acaso, perciben un compromiso nuevo. Una pasión que solo ellos creían tener. Y la dirige un DT que, como ya le sucedió en los equipos mencionados, se enfrentó hasta con el presidente de turno y no por un salario personal, sino para defender patrimonios de la institución. Leí esta semana -y ya escribí otro texto sobre el tema- el nuevo libro que compila las charlas que Bielsa ofreció en Chile cuando dirigió a la selección roja. Lo recomiendo. Habla de su método. Pero habla ante todo de su amor por el fútbol.

Hinchas del Athletic me dicen aún hoy que jamás olvidarán el día que su equipo bailó al Manchester United, en Old Trafford. Porque lo nuevo que suele provocar Bielsa es que la gran gesta no va acompañada de un esquema avaro. Sus equipos suelen ofrecer espectáculo. Jueguen bien o mal, buscan el protagonismo. No especulan con el error rival. Salen a provocarlo. Pero aquel Athletic de Bielsa terminó perdiendo mal dos finales. Se quedó en la orilla. A Bielsa le dolió ver a los jugadores relajados y riéndose en el autobús apenas después de una de esas derrotas. “Se permiten reírse después de ver que hay tipos que vienen caminando de Madrid… Me parece inadmisible, muchachos, movilizar un pueblo, decepcionar a un pueblo, no estar a la altura de la ilusiones que generaron, porque yo estoy verdaderamente avergonzado de haber decepcionado a la afición del Athletic de Bilbao”. Bielsa asumió primero toda su responsabilidad, pero siguió su enojo con los jugadores: “No ignoren que no se puede decepcionar a un pueblo tan ingenuo que va perdiendo tres a cero y ustedes hacen una jugada mínimamente positiva y se les aplaude al minuto ochenta. Es un pueblo tan extraordinario, muchachos, y ustedes son un desprendimiento de ese pueblo. Ustedes son la misma clase de gente de la que estamos hablando”.

Hace unos meses, dirigiéndose en plena charla al plantel, pero mirando a Benjamín Mendy, le dijo que podía llegar a ser “el mejor lateral del mundo”, pero le señaló que mirara para ello a otros jugadores más experimentados del equipo. Y le advirtió: “¡Mirá que el éxito te quita la posibilidad de ser feliz!”. Bielsa pone siempre muy alta la vara. Y, como cree en lo mejor de la condición humana, invita a que todos sigan ese esfuerzo. Y no todos pueden seguir ese ritmo. Pero en ese nivel de compromiso colectivo está la clave del entusiasmo que genera su propuesta. Cuentan en Francia que el “OM” podría terminar en manos de un príncipe saudita al que le gustaría revolucionar el ambiente. Y que, si Bielsa no sigue, podría llegar nada menos que Zinedine Zidane, ídolo absoluto en Marsella, su ciudad natal. Son rumores que corren mientras el “OM” de Bielsa define buena parte de su suerte en pocas horas más. Ojalá siga fortaleciendo ilusiones. El fútbol seguirá agradecido.

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