31 Marzo 2015
Acribillaron en una emboscada a los “guardianes del pueblo” de Río Colorado
Los sargentos Alberto Antonio Valdez (51) y Ángel Ernesto Véliz (46), según se informó, fueron atacados a balazos desde el interior de un auto cuando llegaban a una parada de ómnibus ubicada en la ruta 157. Ambos oficiales estaban de licencia. Aún así se dirigieron al lugar donde los mataron luego de que uno de ellos recibiera una llamada telefónica de emergencia
EL CRIMEN. Los cuerpos de Alberto Valdez y Ángel Véliz fueron hallados frente a un refugio ubicado en la ruta 157.
CONCEPCIÓN.- Para el pueblo eran “Pichi” y “Nechi”, no los sargentos Alberto Antonio Valdez y Ángel Ernesto Véliz, como figura en sus documentos de identidad. Como los mismos vecinos dijeron, en Río Colorado los veían como dos lugareños más, preocupados por la seguridad de la comuna. Por eso impactó tanto el descubrimiento de sus cuerpos acribillados, a la orilla de la ruta 157.
Valdez, de 51 años, y Véliz, de 46, eran reconocidos como “los guardianes del pueblo”. Ayer los vecinos los recordaban como dos personas que velaban por la seguridad de su gente y por las noches salían a vigilar las calles. “Siempre se movilizaban con urgencia y sin exigir nada”, comentaban tras conocer la dolorosa noticia de sus muertes.
El domingo a la noche, Valdez recibió una llamada en su celular donde le alertaban sobre la presencia de desconocidos en la ruta 157, a la altura del acceso a la comuna. De acuerdo con la versión brindada por sus parientes, Valdez se subió a su moto particular y buscó a su amigo Véliz para que lo acompañara a chequear esa información.
El desenlace fue inesperado y fatal. Al llegar a la zona, frente a un refugio donde paran los colectivos, ambos policías fueron sorprendidos por una serie de disparos que, de acuerdo con la versión que se instaló en el pueblo, provino desde el interior de un auto oscuro, sin patente.
“Habrá sido como a las 0.15 cuando escuché los balazos. Salí corriendo a ver lo que había sucedido y, cuando llegué a la ruta, observé a los vecinos amontonados. Me acerqué y encontré a mi hermano y a ‘Pichi’ en medio de un charco de sangre, muertos”, contó José Véliz, consternado.
Todo indica que los policías, que eran amigos desde la infancia, no tuvieron tiempo de sacar sus armas reglamentarias para defenderse. Cada uno de ellos recibió entre cuatro y cinco balazos fulminantes, en distintas partes del cuerpo. Aparentemente, los disparos provenían de armas de grueso calibre. Valdez cayó junto a su moto, frente al refugio. Un poco más atrás, quedó su acompañante. Los homicidas, en tanto, emprendieron enseguida la fuga.
Posible emboscada
“Se trató de una emboscada, sin dudas. Y esto no tiene nada que ver con un supuesto ajuste de cuentas, como se dijo por algunos medios. Aquí se asesinó a dos policías de ley que no daban tregua a los delincuentes”, remarcó Carlos Rubén Valdez, hermano de “Pichi”.
En Río Colorado ayer no se hacía más que destacar la vocación policial de los sargentos asesinados, quienes perdieron la vida en manos de atacantes que todavía no han sido identificados. Al momento del hecho, Valdez estaba de franco y Véliz, de licencia por enfermedad de su esposa.
“Salieron a ver lo que pasaba, como siempre, porque en la comisaría no hay móviles y apenas trabajan dos policías por turno. Anoche sólo había dos mujeres”, comentó Carlos Valdez. Un ama de casa que vive frente al lugar del hecho, y que prefirió no identificarse, aseguró que estaba descansando al escuchar la seguidilla de disparos. “No quise salir porque me dio miedo. Recién esta mañana me enteré de lo sucedido. No lo puedo creer. Es una gran pena porque los difuntos eran conocidos y queridos aquí”, comentó.
Como ella, en el pueblo los vecinos quedaron conmovidos por lo que sucedió. Además, hace dos semanas, en esa misma zona de la provincia había sido hallado el cuerpo de una mujer que fue envuelto en una frazada y que, según se informó, fue arrojado a orillas de la ruta 157.
Ahora, los sacude la muerte de los policías.
“No estoy autorizado a dar pormenores de lo acontecido. Sólo les puedo decir que hemos perdido a dos grandes policías. Pregunten a los vecinos cómo eran”, resumió Emilio Gómez, jefe de la comisaría local.
Dolor
El domingo había sido un día normal para los dos sargentos. Véliz, que prestaba servicio en la comisaría de Bella Vista, había regresado de Simoca luego de cumplir una tarea particular y descansaba en su casa del barrio 30 Viviendas junto a su esposa y sus cinco hijos.
Valdez, padre de dos niños, había permanecido hasta las 20 en la casa de sus padres. “Salió diciendo que iba a ver el partido y que luego regresaría. Pero nunca lo hizo. A la medianoche vinieron a decirnos que a mi hijo lo habían matado”, dijo Juana Lazarte, madre del uniformado. “Mi dolor no tiene límites y ahora sólo me queda implorar que aparezcan los asesinos, para que vayan a donde tienen que estar: encerrados”, agregó la mujer, mientras lloraba sin consuelo junto a su esposo, Manuel Valdez.
En Río Colorado, una comunidad de unos 2.000 habitantes y ubicada a unos 12 kilómetros de Famaillá, los vecinos creen saber lo que hay detrás de los crímenes de los uniformados. Aunque ninguno se atrevió a identificarse -argumentaron razones de seguridad-, deslizaron que los vendedores de drogas eran los principales interesados en ponerles fin a las vidas de los policías. Según dijeron, la tarea que desplegaban voluntariamente ambos sargentos representaba un serio obstáculo para los delincuentes.
Hasta ayer, el pueblo estaba acostumbrado a hechos delictivos menores, como robos y hurtos de distintos artículos del hogar. El doble homicidio tocó el extremo de la inseguridad y dejó perplejos a todos, al resultar víctimas dos de los guardianes más severos y atentos con los que contaba la vecindad. (C)
Valdez, de 51 años, y Véliz, de 46, eran reconocidos como “los guardianes del pueblo”. Ayer los vecinos los recordaban como dos personas que velaban por la seguridad de su gente y por las noches salían a vigilar las calles. “Siempre se movilizaban con urgencia y sin exigir nada”, comentaban tras conocer la dolorosa noticia de sus muertes.
El domingo a la noche, Valdez recibió una llamada en su celular donde le alertaban sobre la presencia de desconocidos en la ruta 157, a la altura del acceso a la comuna. De acuerdo con la versión brindada por sus parientes, Valdez se subió a su moto particular y buscó a su amigo Véliz para que lo acompañara a chequear esa información.
El desenlace fue inesperado y fatal. Al llegar a la zona, frente a un refugio donde paran los colectivos, ambos policías fueron sorprendidos por una serie de disparos que, de acuerdo con la versión que se instaló en el pueblo, provino desde el interior de un auto oscuro, sin patente.
“Habrá sido como a las 0.15 cuando escuché los balazos. Salí corriendo a ver lo que había sucedido y, cuando llegué a la ruta, observé a los vecinos amontonados. Me acerqué y encontré a mi hermano y a ‘Pichi’ en medio de un charco de sangre, muertos”, contó José Véliz, consternado.
Todo indica que los policías, que eran amigos desde la infancia, no tuvieron tiempo de sacar sus armas reglamentarias para defenderse. Cada uno de ellos recibió entre cuatro y cinco balazos fulminantes, en distintas partes del cuerpo. Aparentemente, los disparos provenían de armas de grueso calibre. Valdez cayó junto a su moto, frente al refugio. Un poco más atrás, quedó su acompañante. Los homicidas, en tanto, emprendieron enseguida la fuga.
Posible emboscada
“Se trató de una emboscada, sin dudas. Y esto no tiene nada que ver con un supuesto ajuste de cuentas, como se dijo por algunos medios. Aquí se asesinó a dos policías de ley que no daban tregua a los delincuentes”, remarcó Carlos Rubén Valdez, hermano de “Pichi”.
En Río Colorado ayer no se hacía más que destacar la vocación policial de los sargentos asesinados, quienes perdieron la vida en manos de atacantes que todavía no han sido identificados. Al momento del hecho, Valdez estaba de franco y Véliz, de licencia por enfermedad de su esposa.
“Salieron a ver lo que pasaba, como siempre, porque en la comisaría no hay móviles y apenas trabajan dos policías por turno. Anoche sólo había dos mujeres”, comentó Carlos Valdez. Un ama de casa que vive frente al lugar del hecho, y que prefirió no identificarse, aseguró que estaba descansando al escuchar la seguidilla de disparos. “No quise salir porque me dio miedo. Recién esta mañana me enteré de lo sucedido. No lo puedo creer. Es una gran pena porque los difuntos eran conocidos y queridos aquí”, comentó.
Como ella, en el pueblo los vecinos quedaron conmovidos por lo que sucedió. Además, hace dos semanas, en esa misma zona de la provincia había sido hallado el cuerpo de una mujer que fue envuelto en una frazada y que, según se informó, fue arrojado a orillas de la ruta 157.
Ahora, los sacude la muerte de los policías.
“No estoy autorizado a dar pormenores de lo acontecido. Sólo les puedo decir que hemos perdido a dos grandes policías. Pregunten a los vecinos cómo eran”, resumió Emilio Gómez, jefe de la comisaría local.
Dolor
El domingo había sido un día normal para los dos sargentos. Véliz, que prestaba servicio en la comisaría de Bella Vista, había regresado de Simoca luego de cumplir una tarea particular y descansaba en su casa del barrio 30 Viviendas junto a su esposa y sus cinco hijos.
Valdez, padre de dos niños, había permanecido hasta las 20 en la casa de sus padres. “Salió diciendo que iba a ver el partido y que luego regresaría. Pero nunca lo hizo. A la medianoche vinieron a decirnos que a mi hijo lo habían matado”, dijo Juana Lazarte, madre del uniformado. “Mi dolor no tiene límites y ahora sólo me queda implorar que aparezcan los asesinos, para que vayan a donde tienen que estar: encerrados”, agregó la mujer, mientras lloraba sin consuelo junto a su esposo, Manuel Valdez.
En Río Colorado, una comunidad de unos 2.000 habitantes y ubicada a unos 12 kilómetros de Famaillá, los vecinos creen saber lo que hay detrás de los crímenes de los uniformados. Aunque ninguno se atrevió a identificarse -argumentaron razones de seguridad-, deslizaron que los vendedores de drogas eran los principales interesados en ponerles fin a las vidas de los policías. Según dijeron, la tarea que desplegaban voluntariamente ambos sargentos representaba un serio obstáculo para los delincuentes.
Hasta ayer, el pueblo estaba acostumbrado a hechos delictivos menores, como robos y hurtos de distintos artículos del hogar. El doble homicidio tocó el extremo de la inseguridad y dejó perplejos a todos, al resultar víctimas dos de los guardianes más severos y atentos con los que contaba la vecindad. (C)
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