Por Carlos Páez de la Torre H
31 Marzo 2015
“TUCUMÁN INTELECTUAL”. Portada del importante tomo que Manuel Pérez editó en 1904, con firmas de personalidades representativas. la gaceta / archivo
En 1904, estampado en la imprenta tucumana “La Argentina”, apareció un pulcro tomo de 406 páginas, titulado “Tucumán Intelectual. Producciones de los miembros de la Sociedad Sarmiento. Coleccionadas y editadas por Manuel Pérez”. Hoy, ese volumen tiene notable importancia para el estudioso, como testimonio de la vida cultural de la época.
Ofrecía un variopinto material: discursos patrióticos, ensayos literarios, filosóficos, jurídicos y hasta alguno científico (como el de Miguel Lillo); biografías, etcétera, con firmas de personajes representativos de la ciudad de aquellos tiempos, más las de algunos visitantes.
En el prólogo, Pérez se expresaba con franqueza. Estaba de acuerdo con que, en las aulas universitarias, se habían destacado muchos tucumanos. Pero los que vivían en el terruño, estaban “alejados de todo aliciente que estimule al estudio y la producción”. El ambiente no los llevaba “al estudio serio y a la meditación profunda”.
Razonaba. “No se produce porque no se estudia, y no se estudia porque aún perduran los tiempos tranquilos de una feliz ignorancia”. Salvo “unos cuantos y escasos folletos”, o las abultadas publicaciones oficiales, era evidente el hecho de que “jamás un libro salga de las prensas de esta tierra”.
De ahí que, decía, “no deje de ser algo así como un atrevimiento y constituir una novedad”, este tomo que mostraba “una parte de la producción del simpático centro literario llamado Sociedad Sarmiento”. Contenía “trabajos de muy diversa graduación”: desde “el ensayo del joven que recién se inicia”, hasta “el fruto del talento maduro y productor”.
Ofrecía un variopinto material: discursos patrióticos, ensayos literarios, filosóficos, jurídicos y hasta alguno científico (como el de Miguel Lillo); biografías, etcétera, con firmas de personajes representativos de la ciudad de aquellos tiempos, más las de algunos visitantes.
En el prólogo, Pérez se expresaba con franqueza. Estaba de acuerdo con que, en las aulas universitarias, se habían destacado muchos tucumanos. Pero los que vivían en el terruño, estaban “alejados de todo aliciente que estimule al estudio y la producción”. El ambiente no los llevaba “al estudio serio y a la meditación profunda”.
Razonaba. “No se produce porque no se estudia, y no se estudia porque aún perduran los tiempos tranquilos de una feliz ignorancia”. Salvo “unos cuantos y escasos folletos”, o las abultadas publicaciones oficiales, era evidente el hecho de que “jamás un libro salga de las prensas de esta tierra”.
De ahí que, decía, “no deje de ser algo así como un atrevimiento y constituir una novedad”, este tomo que mostraba “una parte de la producción del simpático centro literario llamado Sociedad Sarmiento”. Contenía “trabajos de muy diversa graduación”: desde “el ensayo del joven que recién se inicia”, hasta “el fruto del talento maduro y productor”.
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