Por Fabio Ladetto
28 Marzo 2015
“La razón blindada”
El público que el jueves llenó la sala mayor de la Casa de la Cultura en la 30° Fiesta Nacional de Teatro, fue testigo de una clase magistral de teatro que agradeció con una ovación de pie al final de la representación de “La razón blindada”, la obra del mendocino radicado en Ecuador Arístides Vargas, que presentó un elenco de Necochea. El juego del teatro dentro del teatro fue llevado a su máxima expresión por Fernando Repetto y Gustavo Wilson, dirigidos estupendamente por Miguel De Amico, con una puesta sobria donde todo recae en la gran capacidad actoral de los protagonistas, su ductilidad y su entrega, que les permite desdoblarse en varios personajes sin perder ni un ápice de intensidad, atracción visual y atención dramática. Todo está al servicio de un texto atractivo en sí mismo, pero que si fuese puesto de otra forma (más conservadora, más declamativa, menos arriesgada) se podría haber derrumbado. En cambio, haberse animado a plantear el encierro de De la Mancha y Panza (sin usar el Quijote ni el Panza) en una cárcel sólo esbozada por algunos barrotes y el que las historias escritas por Miguel de Cervantes Saavedra fuesen, en la propuesta, la manera de superar la prisión y la opresión y evitar la locura una vez por semana (cada domingo), con una dinámica que nunca decae, se consuma con muchos logros escénicos. Un cuerpo puede estar encerrado, pero nunca una mente, el espacio de la imaginación que permite sanar y construir otros mundos. “Lo que nunca ocurrió, no puede morir”, es una de las consignas que atraviesa la obra, con tanta fuerza a cuando De la Mancha admite que sólo es en función de que el otro sea: “si usted no existe, yo no existo; estoy aquí porque usted está aquí”, una síntesis perfecta del sentido del teatro, que sólo se alcanza cuando el público llena la sala, disfruta del espectáculo y se conmueve junto a los actores, como pasó en Salta.
“Una mujer sentada”
Un mismo hecho, tres versiones contadas por tres hermanas que sufren sendos trastornos graves de identidad. Prácticamente son también tres historias distintas del mismo asesinato doble, cometido en un pueblo, contadas con la enorme carga histriónica que le imprimió el grupo Fulanas, a cargo de las actrices chaqueñas Angelina Carissimo, Julieta Ayub y Ángela Rodríguez, con dirección de Alejandro Barboza. “Una mujer sentada” hace referencia al lugar donde se desarrolla el interrogatorio sucesivo de Magdalena, Laura y Sofía Anahí, quienes van de testigos a responsables de la masacre, envueltas en rencillas familiares irresueltas desde el momento previo al nacimiento y la constante ironía que se vuelcan entre ellas y a sus propias visiones de cómo cada una construyó su propia vida. La composición física, el buen ritmo dramático y el trabajo vocal hacen de esta comedia un muy buen divertimento que entusiasma al público, pese a los inconvenientes que las actrices debieron superar, como la llegada tardía de buena cantidad de espectadores, el reiterado llamado a celulares y el imprudente encendido de aires acondicionados cuando faltaba muy poco para terminar. El trío logra un interesante equilibrio en el escenario pese (quizás, gracias) a mucha diferencia física.
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