Un médico blanco en Africa
26 Marzo 2015

César Chelala - Consultor internacional en salud pública

Durante una de mis misiones médicas en África estaba visitando Río Muni, la mitad continental de Guinea Ecuatorial, con algunos colegas. Estábamos evaluando la situación sanitaria en el país y habíamos llegado a Niefang, una pequeña ciudad casi abandonada en el interior.

En el hospital de la ciudad nos encontramos con el doctor Ramón Vila, un joven médico español. Tranquilo y seguro de sí mismo, irradiaba calor humano. Me dijo que estaba tratando un caso difícil, un hombre mayor cuyo cuerpo estaba cubierto por grandes úlceras infectadas de forma irregular. Las úlceras, con el calor y la falta de higiene, apestaban. El doctor Vila describió el estado de salud de los otros pacientes en la sala, y luego nos llevó en un recorrido por el resto del hospital.

Nos llevó a la sala de partos. Incómodo, nos dijo que tenían que compartirla con la sala de primeros auxilios, lo que aumentaba las posibilidades de la propagación de infecciones. Los escasos recursos financieros del hospital, nos explicó, hicieron esto inevitable.

Continuamos nuestra visita. Por todas partes donde fuimos recibimos la misma impresión: instalaciones abarrotadas, pobreza, falta de artículos de primera necesidad, servicios inadecuados. El doctor Vila no parecía verse afectado por estas dificultades. Yo, sin embargo, me sentí profundamente desanimado. Poco después nos llevó a su casa, situada cerca del hospital. La casa era pequeña pero bien cuidada. La mayor parte del tiempo, carecía de agua corriente y electricidad. Le pregunté al doctor Vila sobre sus antecedentes. Se había graduado de la universidad de Barcelona, dijo, donde se casó con una compañera de estudios. Dado que ambos estaban interesados en trabajar en los países en desarrollo, se fueron a Nicaragua.

“Elegimos a Nicaragua después de una curiosa circunstancia”, dijo. “Yo estaba estudiando un caso bastante inusual, uno de sólo 211 casos registrados en la literatura médica. De repente, me llamó la atención la irracionalidad de mi estudio. ¿Qué sentido tenía, pensé, cuando en todo el mundo millones de seres humanos pasan hambre y viven en la miseria total?

“Así que decidimos ir a Nicaragua, donde aprendí a mirar a la muerte de una manera diferente. Me pareció que los nicaragüenses eran personas estoicas, con un profundo sentido de la amistad y el amor. Cuando uno de ellos era asesinado durante la guerra, lo enterraban en silencio y continuaban su lucha por la vida”.

Después de un tiempo en Nicaragua, el doctor Vila y su esposa decidieron ir a África y, a través de una organización del gobierno español, fueron a trabajar al hospital rural donde nos conocimos. Pronto desarrollaron una relación especial con la gente de la zona. Cuando estábamos visitando el hospital, vimos a su mujer, Mercedes, quien estaba enseñando una clase de nutrición a un grupo de trabajadores de salud comunitarios.

Ya en su casa, bebimos algunas bebidas frías en medio del calor y la humedad y continuamos nuestra charla. Discutimos el caso del paciente con las úlceras. Estuvimos de acuerdo sobre la utilidad de diagnosticar y tratar las enfermedades frecuentes en esa zona. Para alguien del mundo industrializado, sólo se podían encontrar en los libros de medicina.

Supuse que después de haber tenido una buena experiencia profesional, el doctor Vila volvería a Barcelona. Es una de las ciudades más bellas de Europa y, pensé, que allí desarrollaría una brillante carrera en su ciudad natal. Le pregunté acerca de sus planes para el futuro. “Quiero quedarme aquí”, me dijo con calma. “Hay momentos en la vida en que uno hace las cosas no debido a la comodidad que aportan, sino por una razón diferente, un llamado moral, digamos. Y ese es el reto que he encontrado aquí”.

.”En Barcelona estaría irritado por una falta temporal de electricidad o por un semáforo que no cambia. Aquí lucho todos los días contra la muerte, y muchas veces pierdo la batalla. Pero aquí me siento realizado. Sé que en este lugar, a pesar de sus condiciones primitivas, mi trabajo hace la diferencia. Y no cambiaría esta situación por nada en el mundo”.

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