Por Gustavo Rodríguez
22 Marzo 2015
LLENO DE RECUERDOS. Marcantonio sonríe y atesora en sus paredes artículos y trofeos de una vida tan deportiva como exitosa. la gaceta / foto de diego aráoz
“Si un día viene el presidente de Adidas para una reunión a las 12.30, me tendrá que esperar, porque a esa hora comienza mi plan de entrenamiento. A las 17, cuando vuelva, podremos estar toda la tarde, pero no antes”, asegura Hugo Marcantonio en la charla con LG Deportiva.
Y no es una más del “Loco”, como siempre lo llamaron. Aunque sus palabras pueden sonar exageradas, la vida de este empresario de 67 años está empapada de deporte. “Hice de todo, hasta balero”, asegura. En la lista de disciplinas que practicó aparecen, básquet, rugby, natación, fútbol, ciclismo, motociclismo, patín, atletismo, criador de perros doberman, squash, paddle y mountain bike, actividad con la que no deja de sumar logros.
- ¿Por qué mountain bike?
- Siempre tuve una particular inclinación por lo extremo. Mi viejo, que quería que siguiera jugando al básquet en Huracán BB, me decía: ‘cómo vas a hacerte ir a golpear como un pelotudo jugando al rugby...’.
- La naturaleza tiene algo que ver...
- Siempre me gustó estar en contacto con la naturaleza. Tenía 11 años y nos íbamos con dos o tres amigos hasta La Parrilla de Los Gigantes, camino a San Javier. También lo tenía cuando subíamos hasta la primera confitería y desde ahí nos largábamos en patín. Era maravilloso recorrer esos lugares a toda velocidad.
- ¿Cree que hay un fenómeno por hacer deportes al aire libre?
- Si hay una explosión es porque la gente quiere estar mejor. Buscan tener alguna actividad, y si la acompañan con el asesoramiento de gente capacitada, hasta se pueden dar el gusto de tener algún triunfo.
- ¿Seguirá creciendo?
- No tengo dudas. Las personas que me conocen y que viven en el exterior o en Buenos Aires, creen que soy un multimillonario. No se imaginan a una persona que trabaja hasta las 12.30, come y a las 13.30 sale a entrenarse para a las 17, estar de vuelta en su negocio. En ese tiempo tuve la dicha de ponerme en contacto con la naturaleza. Eso no existe en muchas partes y no son muchos los tucumanos que se dan cuenta de ese privilegio.
- ¿Cuál es el deporte que más enseñanzas le dejó?
- Sin dudas el rugby. Porque, entre otros valores, Ricardo Martínez Pastur me dejó una marca que no se borró nunca: el respeto hacia mí cuerpo y hacia el rival. Además del sentido de hermandad que caracteriza a ese deporte.
- ¿En qué lo ayudó Martínez Pastur?
- En todo. Por ejemplo, él nos decía que teníamos que comer vegetales y soja, cuando ni siquiera eso era comida para los chanchos. También me enseñó a entrenarme para cuidar mi cuerpo. ¿Sabés por qué me dicen “Loco”? Por culpa de él... Cuando jugaba al rugby hacía el recorrido de mi casa al Departamento de Educación Física corriendo. Los que me veían pasar decían ahí va el “Loco” Marcantonio, pero en realidad, estaba un paso adelante de mis compañeros a la hora de entrenar.
Marcantonio no oculta las facturas que le saca su cuerpo por haber hecho tanto deporte. Muestra la muñeca destrozada y cuenta que tiene las rodillas destruidas y problemas en las cervicales, entre otros males.
Pese a todo, él sigue adelante, pero hay otras cuestiones que le duelen mucho más. “En la vida no te tenés que quedar quieto. Tengo una filosofía de trabajo muy fuerte. En mi negocio todos los chicos andan de un lado para el otro y es lógico que eso ocurra. Si el patrón no para, ellos tampoco”, reconoce con una enorme sonrisa esculpida en su rostro.
- ¿Qué opinión le merece que la provincia esté fuera de la agenda de los grandes acontecimientos deportivos?
- Desgraciadamente no hay nada. En Tucumán hay dos disciplinas que pueden convocar a mucha gente de otras provincias. El rugby es una, pero no existe un lugar donde, por ejemplo, puedan jugar Los Pumas. La otra es el mountain bike, y recién ahora están dimensionando su importancia.
- ¿Piensa que no existe una política deportiva?
- Aquí se habla mucho de que el deporte es muy importante porque así se saca a los chicos de la droga y otros vicios. Y eso es cierto, pero lo malo es que todo es de la boca para afuera, porque en realidad no hay una política seria. Y si existen buenas intenciones, no hay nada de dinero para mantenerlo.
- ¿Cómo se puede recuperar el terreno perdido?
- En esto hay una realidad: no se va a cambiar fácilmente. Acá se necesita un plan de tres o cuatro años para crecer. Primero hay que hacer un estudio antes de tomar cualquier tipo de decisión. Esto sería lo ideal, como tener un estadio importante para hacer todo tipo de actividades, y que es lo que los tucumanos vienen pidiendo a gritos desde hace años,. Sin embargo, el problema es encontrar la persona que lo quiera hacer.
- ¿Por qué?
- Porque las buenas personas y las que son capaces no se van meter. Si vos te ponés a repasar, hay muchas personas que son grandes dirigentes que no quieren meterse en la política. De todas maneras, hay muchos que ya no se quedan callados.
- ¿A qué se refiere?
- La gente exige más a las autoridades. Los bikers, a través de marchas y protestas, consiguieron que la Policía custodie la zona que utilizan para entrenar porque los vivían asaltando. Desde que se movilizaron, hay uniformados patrullando y hasta circulando por los caminos. De todas maneras falta mucho más, a Juan Pablo Juárez casi lo mataron por sacarle las zapatillas. Es una desgracia que pasen ese tipo de cosas.
- ¿Nunca vivió una situación así?
- Gracias a Dios no. Y eso que muchas veces recorrí lugares peligrosos solo. Por eso digo que soy un hombre emprendedor, corajudo y muy, pero muy afortunado.
La vida de Marcantonio no está marcada sólo por el deporte. Su nombre se hizo conocido a nivel nacional por haber sido integrante de Los Bang, una de las primeras bandas del rock tucumano. Luego vendría Flux y por último, bajo el nombre de Hugo Lamarca, un intento como cantante solista. “Es cierto que muchos no se acuerdan o no saben, pero ese fue otro de los grandes momentos que viví”, recuerda con nostalgia.
- ¿Cómo descubriste esta veta artística?
- Era alumno de la Escuela de Comercio y un día Ricardo Torres Correa, que fue un desaparecido, me dijo: ‘che Hugo, tenemos que fumar si queremos tener minas’. Le hice caso y un día volví a casa con un paquete de puchos en el bolsillo. Mi viejo, cuando lo observó me preguntó qué tenía ahí. Antes de que le respondiera que era mi primer paquete me pegó un chirlo en la cara. Al otro día, volví a la escuela y le dije a Ricardo lo que me había pasado. No dudó un instante y me dijo: ‘vas a tener que aprender a tocar la viola’. Así empezó todo.
- ¿Qué balance hace de esa etapa?
- Los Bang fue una banda muy importante que tuvo mucho éxito en Tucumán. Tocábamos ante 1.000 personas y nos dimos el gusto de participar del Buenos Aires Rock ante unas 19.000 personas. Después vino Flux y algún que otro intento de llegar a México a través de Televisa.
- ¿Cómo hacía para ser rockero y deportista al mismo tiempo?
- Y... Me cuidaba. Además mi viejo me tenía cortito. Las fiestas en las que tocábamos terminaban como a las tres y si yo no estaba a las cuatro en casa, me mataba o no me dejaba entrar. Ahora es distinto. Los chicos salen, vuelven a las seis y los mismos padres te dicen: ‘no lo molestés que vino tarde anoche’. Creo que es fundamental que los jóvenes tengan una guía para que crecer bien.
- ¿Ya le puso fin a su carrera musical?
- No, para nada. Puede haber sorpresas, pero no voy a decir nada por ahora.
- ¿Era un playboy en esos tiempos?
- No... Pude haber tenido un poco más de éxito por las cosas que hacía. Pero no te olvides que un cantante con cuatro focos iluminándole el rostro en la cara, siempre puede tener más éxito.
El “Loco” no quiere que le cuelguen la chapa de mujeriego, pero su vida estuvo marcada, primero por su padre Hugo y por cuatro mujeres después. Ellas son su esposa “Tessi” y sus hijas Luciana (trabaja en la empresa familiar), María Pía (arquitecta) y Flavia (bailarina e integrante del Ballet Nacional que vive en Buenos Aires y se preparara para realizar una gira por España). Las dos primeras le dieron ya cuatro nietos (Simón, Rocío, “Nacho” y Matilda) que también son sus debilidades.
- ¿Cuán importante fue su padre?
- Él siempre me inculcó que para tener éxito en las cosas hay que dedicarse de lleno, no hay que guardarse nada. Después me retaba porque hacía demasiadas cosas al mismo tiempo. Por ejemplo, atendía los negocios, hacía deportes y llevaba adelante mis propios emprendimientos. Recuerdo que me decía: ‘Hugo, para qué perdés tiempo criando perros’. Y le contestaba que no era por plata, sino por una satisfacción personal. Él siempre estuvo ahí enseñándome el camino. Por eso Marcantonio Cueros, el negocio que inició mí abuelo, hoy está a un paso de cumplir 100 años y tiene cuatro locales y 70 empleados, todos en blanco.
- ¿Y su esposa e hijas?
- Ellas fueron todo a lo largo de mi vida. Fundamentalmente mi esposa que se bancó mis ausencias y se hizo cargo de las chicas cuando no estuve. No sé si podría haber hecho lo mismo en esta época.
- ¿Por qué?
- Porque las mujeres se han ganado merecidamente su espacio. Los veo a mis yernos cambiando pañales y observo cómo las chicas también tienen sus salidas con amigas y los hombres se quedan en casa a cuidar a los chicos. En mí época salíamos los hombres solos o en pareja.
- ¿Y eso está bien o mal?
- Me parece perfecto. Tiene que ver con los espacios que ha ganado merecidamente las mujeres.
- ¿Puede cumplir el rol de sus yernos?
- No tengo problemas, y salgo con mis nietos seguido. Eso sí, si se hace caca lo devuelvo así, a pesar de que me dan el bolso con los elementos para cambiarlos. No porque no quiera, sino porque no se hacerlo.
- ¿Hasta cuándo va a seguir practicando deportes?
- Y... Hasta que me de el cuerpo. Obviamente que ya no subo tan rápido el cerro como lo hacía antes. Pero para eso estoy entrenándome permanentemente.
- ¿Qué hará?
- Me estoy guardando para el parapente cuando sea grande (se ríe a carcajadas). También para jugar al golf, aunque no será fácil aprenderlo a mi edad. Y eso será porque ninguna de esas dos disciplinas necesitan de mucha práctica, pero soy un tipo que necesita moverse y hacer algo.
Y no es una más del “Loco”, como siempre lo llamaron. Aunque sus palabras pueden sonar exageradas, la vida de este empresario de 67 años está empapada de deporte. “Hice de todo, hasta balero”, asegura. En la lista de disciplinas que practicó aparecen, básquet, rugby, natación, fútbol, ciclismo, motociclismo, patín, atletismo, criador de perros doberman, squash, paddle y mountain bike, actividad con la que no deja de sumar logros.
- ¿Por qué mountain bike?
- Siempre tuve una particular inclinación por lo extremo. Mi viejo, que quería que siguiera jugando al básquet en Huracán BB, me decía: ‘cómo vas a hacerte ir a golpear como un pelotudo jugando al rugby...’.
- La naturaleza tiene algo que ver...
- Siempre me gustó estar en contacto con la naturaleza. Tenía 11 años y nos íbamos con dos o tres amigos hasta La Parrilla de Los Gigantes, camino a San Javier. También lo tenía cuando subíamos hasta la primera confitería y desde ahí nos largábamos en patín. Era maravilloso recorrer esos lugares a toda velocidad.
- ¿Cree que hay un fenómeno por hacer deportes al aire libre?
- Si hay una explosión es porque la gente quiere estar mejor. Buscan tener alguna actividad, y si la acompañan con el asesoramiento de gente capacitada, hasta se pueden dar el gusto de tener algún triunfo.
- ¿Seguirá creciendo?
- No tengo dudas. Las personas que me conocen y que viven en el exterior o en Buenos Aires, creen que soy un multimillonario. No se imaginan a una persona que trabaja hasta las 12.30, come y a las 13.30 sale a entrenarse para a las 17, estar de vuelta en su negocio. En ese tiempo tuve la dicha de ponerme en contacto con la naturaleza. Eso no existe en muchas partes y no son muchos los tucumanos que se dan cuenta de ese privilegio.
- ¿Cuál es el deporte que más enseñanzas le dejó?
- Sin dudas el rugby. Porque, entre otros valores, Ricardo Martínez Pastur me dejó una marca que no se borró nunca: el respeto hacia mí cuerpo y hacia el rival. Además del sentido de hermandad que caracteriza a ese deporte.
- ¿En qué lo ayudó Martínez Pastur?
- En todo. Por ejemplo, él nos decía que teníamos que comer vegetales y soja, cuando ni siquiera eso era comida para los chanchos. También me enseñó a entrenarme para cuidar mi cuerpo. ¿Sabés por qué me dicen “Loco”? Por culpa de él... Cuando jugaba al rugby hacía el recorrido de mi casa al Departamento de Educación Física corriendo. Los que me veían pasar decían ahí va el “Loco” Marcantonio, pero en realidad, estaba un paso adelante de mis compañeros a la hora de entrenar.
Marcantonio no oculta las facturas que le saca su cuerpo por haber hecho tanto deporte. Muestra la muñeca destrozada y cuenta que tiene las rodillas destruidas y problemas en las cervicales, entre otros males.
Pese a todo, él sigue adelante, pero hay otras cuestiones que le duelen mucho más. “En la vida no te tenés que quedar quieto. Tengo una filosofía de trabajo muy fuerte. En mi negocio todos los chicos andan de un lado para el otro y es lógico que eso ocurra. Si el patrón no para, ellos tampoco”, reconoce con una enorme sonrisa esculpida en su rostro.
- ¿Qué opinión le merece que la provincia esté fuera de la agenda de los grandes acontecimientos deportivos?
- Desgraciadamente no hay nada. En Tucumán hay dos disciplinas que pueden convocar a mucha gente de otras provincias. El rugby es una, pero no existe un lugar donde, por ejemplo, puedan jugar Los Pumas. La otra es el mountain bike, y recién ahora están dimensionando su importancia.
- ¿Piensa que no existe una política deportiva?
- Aquí se habla mucho de que el deporte es muy importante porque así se saca a los chicos de la droga y otros vicios. Y eso es cierto, pero lo malo es que todo es de la boca para afuera, porque en realidad no hay una política seria. Y si existen buenas intenciones, no hay nada de dinero para mantenerlo.
- ¿Cómo se puede recuperar el terreno perdido?
- En esto hay una realidad: no se va a cambiar fácilmente. Acá se necesita un plan de tres o cuatro años para crecer. Primero hay que hacer un estudio antes de tomar cualquier tipo de decisión. Esto sería lo ideal, como tener un estadio importante para hacer todo tipo de actividades, y que es lo que los tucumanos vienen pidiendo a gritos desde hace años,. Sin embargo, el problema es encontrar la persona que lo quiera hacer.
- ¿Por qué?
- Porque las buenas personas y las que son capaces no se van meter. Si vos te ponés a repasar, hay muchas personas que son grandes dirigentes que no quieren meterse en la política. De todas maneras, hay muchos que ya no se quedan callados.
- ¿A qué se refiere?
- La gente exige más a las autoridades. Los bikers, a través de marchas y protestas, consiguieron que la Policía custodie la zona que utilizan para entrenar porque los vivían asaltando. Desde que se movilizaron, hay uniformados patrullando y hasta circulando por los caminos. De todas maneras falta mucho más, a Juan Pablo Juárez casi lo mataron por sacarle las zapatillas. Es una desgracia que pasen ese tipo de cosas.
- ¿Nunca vivió una situación así?
- Gracias a Dios no. Y eso que muchas veces recorrí lugares peligrosos solo. Por eso digo que soy un hombre emprendedor, corajudo y muy, pero muy afortunado.
La vida de Marcantonio no está marcada sólo por el deporte. Su nombre se hizo conocido a nivel nacional por haber sido integrante de Los Bang, una de las primeras bandas del rock tucumano. Luego vendría Flux y por último, bajo el nombre de Hugo Lamarca, un intento como cantante solista. “Es cierto que muchos no se acuerdan o no saben, pero ese fue otro de los grandes momentos que viví”, recuerda con nostalgia.
- ¿Cómo descubriste esta veta artística?
- Era alumno de la Escuela de Comercio y un día Ricardo Torres Correa, que fue un desaparecido, me dijo: ‘che Hugo, tenemos que fumar si queremos tener minas’. Le hice caso y un día volví a casa con un paquete de puchos en el bolsillo. Mi viejo, cuando lo observó me preguntó qué tenía ahí. Antes de que le respondiera que era mi primer paquete me pegó un chirlo en la cara. Al otro día, volví a la escuela y le dije a Ricardo lo que me había pasado. No dudó un instante y me dijo: ‘vas a tener que aprender a tocar la viola’. Así empezó todo.
- ¿Qué balance hace de esa etapa?
- Los Bang fue una banda muy importante que tuvo mucho éxito en Tucumán. Tocábamos ante 1.000 personas y nos dimos el gusto de participar del Buenos Aires Rock ante unas 19.000 personas. Después vino Flux y algún que otro intento de llegar a México a través de Televisa.
- ¿Cómo hacía para ser rockero y deportista al mismo tiempo?
- Y... Me cuidaba. Además mi viejo me tenía cortito. Las fiestas en las que tocábamos terminaban como a las tres y si yo no estaba a las cuatro en casa, me mataba o no me dejaba entrar. Ahora es distinto. Los chicos salen, vuelven a las seis y los mismos padres te dicen: ‘no lo molestés que vino tarde anoche’. Creo que es fundamental que los jóvenes tengan una guía para que crecer bien.
- ¿Ya le puso fin a su carrera musical?
- No, para nada. Puede haber sorpresas, pero no voy a decir nada por ahora.
- ¿Era un playboy en esos tiempos?
- No... Pude haber tenido un poco más de éxito por las cosas que hacía. Pero no te olvides que un cantante con cuatro focos iluminándole el rostro en la cara, siempre puede tener más éxito.
El “Loco” no quiere que le cuelguen la chapa de mujeriego, pero su vida estuvo marcada, primero por su padre Hugo y por cuatro mujeres después. Ellas son su esposa “Tessi” y sus hijas Luciana (trabaja en la empresa familiar), María Pía (arquitecta) y Flavia (bailarina e integrante del Ballet Nacional que vive en Buenos Aires y se preparara para realizar una gira por España). Las dos primeras le dieron ya cuatro nietos (Simón, Rocío, “Nacho” y Matilda) que también son sus debilidades.
- ¿Cuán importante fue su padre?
- Él siempre me inculcó que para tener éxito en las cosas hay que dedicarse de lleno, no hay que guardarse nada. Después me retaba porque hacía demasiadas cosas al mismo tiempo. Por ejemplo, atendía los negocios, hacía deportes y llevaba adelante mis propios emprendimientos. Recuerdo que me decía: ‘Hugo, para qué perdés tiempo criando perros’. Y le contestaba que no era por plata, sino por una satisfacción personal. Él siempre estuvo ahí enseñándome el camino. Por eso Marcantonio Cueros, el negocio que inició mí abuelo, hoy está a un paso de cumplir 100 años y tiene cuatro locales y 70 empleados, todos en blanco.
- ¿Y su esposa e hijas?
- Ellas fueron todo a lo largo de mi vida. Fundamentalmente mi esposa que se bancó mis ausencias y se hizo cargo de las chicas cuando no estuve. No sé si podría haber hecho lo mismo en esta época.
- ¿Por qué?
- Porque las mujeres se han ganado merecidamente su espacio. Los veo a mis yernos cambiando pañales y observo cómo las chicas también tienen sus salidas con amigas y los hombres se quedan en casa a cuidar a los chicos. En mí época salíamos los hombres solos o en pareja.
- ¿Y eso está bien o mal?
- Me parece perfecto. Tiene que ver con los espacios que ha ganado merecidamente las mujeres.
- ¿Puede cumplir el rol de sus yernos?
- No tengo problemas, y salgo con mis nietos seguido. Eso sí, si se hace caca lo devuelvo así, a pesar de que me dan el bolso con los elementos para cambiarlos. No porque no quiera, sino porque no se hacerlo.
- ¿Hasta cuándo va a seguir practicando deportes?
- Y... Hasta que me de el cuerpo. Obviamente que ya no subo tan rápido el cerro como lo hacía antes. Pero para eso estoy entrenándome permanentemente.
- ¿Qué hará?
- Me estoy guardando para el parapente cuando sea grande (se ríe a carcajadas). También para jugar al golf, aunque no será fácil aprenderlo a mi edad. Y eso será porque ninguna de esas dos disciplinas necesitan de mucha práctica, pero soy un tipo que necesita moverse y hacer algo.
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