22 Marzo 2015
Baltazar “Yiyo” Chico Zossi tiene 70 años. Es nieto de Baltazar Chico, español que en 1886 llegó a Colalao del Valle para ganarse la vida como agricultor. En esa época ya existían pequeñas plantaciones de vides criollas. Pero cuando mejoraron los canales de riego y construyeron represas, aquel visionario español fundó su bodega. Fue en 1900, estrenando el siglo XX y la actividad en Tucumán: fue la primera instalación vitivinícola de la provincia. Años después, inmigrantes franceses, españoles e italianos introdujeron las uvas malbec, syrah, cabernet y torrontés riojano. Rendían menos cantidad de litros que las criollas, pero eran dueñas de un sabor más refinado.
Sus vinos atravesaban las cumbres Calchaquíes por Lara y Hualinchay, en pequeños toneles a lomo de burro, por la misma huella que hoy se ha convertido en la ruta 352 (ver página 3). En los festejos del 9 de Julio de 1916, sus vinos se esperaron en la plaza Independencia con gran ansiedad.
Al terminar sus estudios en la escuela de Agricultura, “Yiyo” volvió a Colalao. Ese había sido siempre su gran sueño: afincarse en la tierra de su abuelo y hacer vino. Sabía lo difícil que era, “porque Colalao siempre estuvo lejos”, define. Para su regreso, su madre ya había plantado muchas hectáreas de vides. Pero a ningún gobierno le interesaba gestionar créditos o financiar la agricultura en ese terruño olvidado en las alturas. “Todo iba para la caña o el limón y alguna vez se apoyó únicamente el cultivo del pimentón”, cuenta.
“Yiyo” fue quien plantó mayor cantidad de malbec y torrontés, su mayor orgullo. Los viñedos de la uva blanca tienen la edad de su hijo, Baltazar: 38 años. Hoy, junto a él y sus hijas, la cuarta generación, llevan adelante la bodega y sus vinos están empezando a incursionar en el mercado europeo.
Sus vinos atravesaban las cumbres Calchaquíes por Lara y Hualinchay, en pequeños toneles a lomo de burro, por la misma huella que hoy se ha convertido en la ruta 352 (ver página 3). En los festejos del 9 de Julio de 1916, sus vinos se esperaron en la plaza Independencia con gran ansiedad.
Al terminar sus estudios en la escuela de Agricultura, “Yiyo” volvió a Colalao. Ese había sido siempre su gran sueño: afincarse en la tierra de su abuelo y hacer vino. Sabía lo difícil que era, “porque Colalao siempre estuvo lejos”, define. Para su regreso, su madre ya había plantado muchas hectáreas de vides. Pero a ningún gobierno le interesaba gestionar créditos o financiar la agricultura en ese terruño olvidado en las alturas. “Todo iba para la caña o el limón y alguna vez se apoyó únicamente el cultivo del pimentón”, cuenta.
“Yiyo” fue quien plantó mayor cantidad de malbec y torrontés, su mayor orgullo. Los viñedos de la uva blanca tienen la edad de su hijo, Baltazar: 38 años. Hoy, junto a él y sus hijas, la cuarta generación, llevan adelante la bodega y sus vinos están empezando a incursionar en el mercado europeo.