21 Marzo 2015
DEVASTADOR. No es una escultura, sino los restos de un microscopio. la gaceta / fotos de juan pablo sanchez noli
El shock pasó y rápidamente se pusieron manos a la obra. Aunque las heridas aún se notan, la Facultad de Ciencias Naturales se ha movilizado para poder encarar el año lectivo y, a más largo plazo, solucionar los problemas de falta de espacio. Como el Ave Fénix, resurge de entre las cenizas.
Poco después de las 6 del lunes de la semana pasada, las llamas se apoderaron del cuarto piso de la facultad, ubicada en la esquina de Miguel Lillo y San Lorenzo. Por suerte, las dos dotaciones de bomberos que actuaron pudieron restringir las llamas en ese nivel.
Las imágenes son desoladoras: paredes ennegrecidas, cielos rasos derrumbados, cristales que reventaron por el calor: no quedó nada en el cuarto nivel. “Allí funcionaban una aula (con capacidad para 120 personas) y un laboratorio. Perdimos todo: 23 microscopios, el cañón, computadoras, acondicionadores de aire, mobiliario... y años de trabajo que estaban plasmados en cuadernos y apuntes”, cuenta la decana de la facultad, Margarita Hidalgo.
El agua apagó el fuego, pero causó daños en las aulas de los otros pisos y, en particular, en la biblioteca. Además, obligó a cortar la luz en el edificio, por lo que durante unos días fue necesario sus pender las actividades.
Pérdidas y recuperación
La desazón se apodera de la funcionaria por unos minutos; sin embargo, su ánimo cambia enseguida. “Hipótesis sobre las causas hay varias -reconoce-, pero no hay informe oficial”.
“Llama la atención la envergadura de las llamas, pues no había en el lugar materiales altamente inflamables... Pero no queremos hacer elucubraciones; en cambio, estamos trabajando para reparar los daños”, añade, y enumera “lo primero fue garantizar la seguridad. El laboratorio de Estructuras de la Facultad de Ciencias Exactas diagnosticó que la estructura no está dañada. Personal de Construcciones Universitarias limpió y aisló la zona que quedó mojada, y recuperó la electricidad en el resto del edificio, con lo cual pudimos empezar a trabajar”.
La siguiente fase, en la que se encuentran trabajando, es dejar operativos los pisos que no sufrieron el fuego pero sí el agua.
“Ha intervenido la Secretaría de Planeamiento de la UNT y, por supuesto, también el rectorado. Así podemos estar en condiciones de empezar las clases en abril”. informó la decana. “Ya tenemos presupuesto para encarar las obras más urgentes y hemos contado, además, con la solidaridad de las otras facultades y de la Fundación Miguel Lillo”.
Si bien la estructura de hormigón no sufrió daños irreparables, sí se perdió la cubierta, de manera que habrá que hacer techos nuevos. También quedó estropeada parte de torre que sostenía una antena, fundamental para lograr enlaces con centros de investigación. Hay que reponer, además, el equipamiento, y aunque ya está hecho el relevamiento de lo perdido, aún no se sabe cuánto costará comprar todo lo necesario.
Y eso no es todo: necesitan más espacio. “Las pérdidas habrían sido menores si ese laboratorio no hubiera estado montado allí; no era el lugar indicado, pero era el único que teníamos”, reconoce Hidalgo y cuenta los planes de largo plazo: “tramitamos fondos, principalmente en el Rectorado y ante la Secretaría de Políticas Universitarias para construir un anfiteatro y sus instalaciones complementarias, para comenzar a dar soluciones de fondo a los problemas de espacio. Vamos avanzando”.
Poco después de las 6 del lunes de la semana pasada, las llamas se apoderaron del cuarto piso de la facultad, ubicada en la esquina de Miguel Lillo y San Lorenzo. Por suerte, las dos dotaciones de bomberos que actuaron pudieron restringir las llamas en ese nivel.
Las imágenes son desoladoras: paredes ennegrecidas, cielos rasos derrumbados, cristales que reventaron por el calor: no quedó nada en el cuarto nivel. “Allí funcionaban una aula (con capacidad para 120 personas) y un laboratorio. Perdimos todo: 23 microscopios, el cañón, computadoras, acondicionadores de aire, mobiliario... y años de trabajo que estaban plasmados en cuadernos y apuntes”, cuenta la decana de la facultad, Margarita Hidalgo.
El agua apagó el fuego, pero causó daños en las aulas de los otros pisos y, en particular, en la biblioteca. Además, obligó a cortar la luz en el edificio, por lo que durante unos días fue necesario sus pender las actividades.
Pérdidas y recuperación
La desazón se apodera de la funcionaria por unos minutos; sin embargo, su ánimo cambia enseguida. “Hipótesis sobre las causas hay varias -reconoce-, pero no hay informe oficial”.
“Llama la atención la envergadura de las llamas, pues no había en el lugar materiales altamente inflamables... Pero no queremos hacer elucubraciones; en cambio, estamos trabajando para reparar los daños”, añade, y enumera “lo primero fue garantizar la seguridad. El laboratorio de Estructuras de la Facultad de Ciencias Exactas diagnosticó que la estructura no está dañada. Personal de Construcciones Universitarias limpió y aisló la zona que quedó mojada, y recuperó la electricidad en el resto del edificio, con lo cual pudimos empezar a trabajar”.
La siguiente fase, en la que se encuentran trabajando, es dejar operativos los pisos que no sufrieron el fuego pero sí el agua.
“Ha intervenido la Secretaría de Planeamiento de la UNT y, por supuesto, también el rectorado. Así podemos estar en condiciones de empezar las clases en abril”. informó la decana. “Ya tenemos presupuesto para encarar las obras más urgentes y hemos contado, además, con la solidaridad de las otras facultades y de la Fundación Miguel Lillo”.
Si bien la estructura de hormigón no sufrió daños irreparables, sí se perdió la cubierta, de manera que habrá que hacer techos nuevos. También quedó estropeada parte de torre que sostenía una antena, fundamental para lograr enlaces con centros de investigación. Hay que reponer, además, el equipamiento, y aunque ya está hecho el relevamiento de lo perdido, aún no se sabe cuánto costará comprar todo lo necesario.
Y eso no es todo: necesitan más espacio. “Las pérdidas habrían sido menores si ese laboratorio no hubiera estado montado allí; no era el lugar indicado, pero era el único que teníamos”, reconoce Hidalgo y cuenta los planes de largo plazo: “tramitamos fondos, principalmente en el Rectorado y ante la Secretaría de Políticas Universitarias para construir un anfiteatro y sus instalaciones complementarias, para comenzar a dar soluciones de fondo a los problemas de espacio. Vamos avanzando”.