River quedó acorralado

River quedó acorralado

Al "Millonario" no le sale una en ofensiva y, para colmo, en defensa falla y lo paga.

CONFORME. Gallardo elogió a River en el 1-1 con Juan Aurich, pero el hinca no. dyn CONFORME. Gallardo elogió a River en el 1-1 con Juan Aurich, pero el hinca no. dyn
Habrá que esperar hasta después de Semana Santa para conocer el destino de River en esta Copa Libertadores. Lo que ya se sabe es que para que el campeón de la Sudamericana y de la Recopa el máximo torneo continental se ha convertido en un Vía Crucis.

Desde el sorteo mismo: le tocó un grupo extraño, con dos equipos de menor nivel pero fuertes en su casa. La altura de Oruro y el sintético de Chiclayo. Y una larga excursión a Monterrey, para una tarjeta de viajero que suma millas a montones en la fase de grupos.

La interpretación de rigor es que no ligó entonces. Y que no ligó el jueves en el Monumental en su concierto de palos y oportunidades desperdiciadas.

El 1-1 frente a Juan Aurich volvió a poner sobre el tapete la suerte en el fútbol y qué significa jugar bien. Según Gallardo, “es difícil explicar lo que todo el mundo vio”. Lo que se vio, en realidad, fue un equipo muy superior al otro, que no plasmó esa superioridad en el arco rival. Y también se vio a un equipo que en muchos pasajes jugó acelerado, impaciente, como si creyese que, quizás, a lo mejor, le podría pasar lo que finalmente aconteció: que en una jugada aisladísima su rival le empatara. Y peor aún, a un par de minutos del silbato final. Sin tiempo para reponerse, aunque con el suficiente para estar muy cerca de perder, y con ello perderlo todo.

Las sensaciones que el equipo transmitió el jueves a sus hinchas nunca fueron buenas: ni siquiera cuando Mercado hizo lo que sus compañeros delanteros no. La máxima de que “si entra el primero ya está, se viene la goleada” jamás se hizo palpable. Al equipo no se lo sintió seguro. Hubo poco juego asociado. Y la poca solidez defensiva de esta versión River 2015 esperaba -se percibía- agazapada.

Y por ende, se cumplió otra supuesta verdad inefable, que los “goles que no se hacen en el arco contrario se reciben en el propio”. Pero eso no fue solo cuestión de suerte: hubo malas definiciones, fallas en el manejo del partido y una desatención fatal en el fondo. Jugar bien también tiene que ver con esto, no sólo con generar 14 situaciones ante un oponente endeble de toda endeblez. Con la participación o no de supuestos brujos en el vestuario peruano, sí hubo tres lesionados -incluido el vital Matías Kranevitter- para profundizar una malaria que a la hora del brindis de fin de año ni la pluma terrorífica de Steven King hubiera pergeñado.

Según Gallardo, fue el mejor partido de su equipo en el semestre. Difícil que los hinchas de River lo perciban así con la chapa del empate puesta y la soga de una tempranísima eliminación en la Copa al cuello.

El entrenador -quien no se arrepintió del exabrupto al árbitro que lo dejó fuera de un banco que lo necesitó como nunca- parece empecinado en mirar la mitad del vaso llena. Aunque se resista, en la otra mitad, la vacía, más temprano que tarde deberá hurgar para que la ilusión de una Resurrección a lo San Lorenzo en la Copa 2014 no se extinga apenas pasada la inminente Pascua.


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