Por Gustavo Rodríguez
19 Marzo 2015
la gaceta / foto de diego aráoz (archivo)
Los hinchas, los verdaderos hinchas del fútbol tucumano, siguen sufriendo por culpa de terceros. Como ocurre cada vez que hay un encuentro de importancia, un partido paralelo y previo entra en sintonía. Salen al campo los dirigentes (tanto deportivos como políticos) y el resultado siempre es el mismo: pierden por goleada los simpatizantes, esos que pagan la entrada y tienen un comportamiento ejemplar.
En este caso, este fin de semana sufrirán los de Concepción FC. Se quedarán sin poder ver debutar a su equipo contra San Martín en La Ciudadela. Pero lo más grave del caso es que se desaprovechó una chance histórica de abrirles la puerta a los visitantes.
A principios de año, cuando la AFA ratificó la veda, le dio la libertad al Consejo Federal para que decidiera qué hacer. Este cuerpo le tiró la pelotita a los gobiernos provinciales para que definieran qué hacer. En Tucumán había una decisión política de levantar la prohibición. Y la prueba de fuego iba a ser, justamente, el duelo entre “santos” y “cuervos”. Es más, el viernes pasado, personal de Seguridad Deportiva y Defensa Civil recorrieron La Ciudadela y les avisaron a los dueños de casa qué mejoras debían realizar.
Todo marchaba sobre rieles hasta que apareció esa dupla ofensiva integrada por la mezquindad y la irracionalidad para que comenzara a cristalizarse la derrota de los hinchas. San Martín pretendía ubicar a los 1.500 simpatizantes “cuervos” -tiene un sabor a insulto pensar que apenas tendrá ese número de acompañantes- en la tribuna de calle Pellegrini, separados por vallas móviles. Una locura. La misma si se tiene en cuenta que las autoridades pensaban movilizar un mínimo de 250 efectivos (los directivos pedían 60 menos) para montar el operativo.
Y ojo. No se trata de militarizar la provincia, sino de usar el sentido común. ¿Quién y cómo se protegería a los habitantes de Arcadia, Río Seco, Villa Quinteros, León Rougés, Monteros, Acheral, Famaillá y la Capital que están a la vera de la ruta por donde pasarían los fanáticos? ¿Cómo se haría para evitar los posibles choques fuera del estadio teniendo en cuenta que las dos hinchadas tendrían que haber llegado al estadio desde el sur de la ciudad? ¿El Gobierno debe priorizar la seguridad pública o un espectáculo deportivo? Preguntas que deberían haber respondido antes de pensar en organizar el duelo con ambas hinchadas.
Vieja pica
“No se puede creer que la Policía no sea capaz de custodiar el movimiento de 1.500 simpatizantes”, cuestionó Claudio de Camilo, vicepresidente de San Martín. “Podemos hacernos cargo de hasta un River-Boca si es que los directivos aceptan nuestras recomendaciones”, respondió César Nieva, subsecretario de Seguridad Ciudadana y responsable del Comité de Seguridad Deportiva.
La pica no terminó ahí. De Camilo, que pareciera estar empecinado en ganarse enemigos con sus declaraciones polémicas, salió a cuestionar públicamente a la Policía y a las autoridades de la provincia sin importarle que el presidente, Oscar Mirkin, como secretario de Obras Públicas, forma parte del Gobierno. “Nadie entiende cómo no le dicen nada”, se preguntó una alta fuente del palacio de 25 de Mayo y San Martín.
Los responsables de Seguridad Deportiva, para protegerse, llevaron el caso al mismísimo Jorge Gassenbauer, ministro de Seguridad. “Si no aceptan las condiciones que le impusimos, se jugará con público local”, confirmaron que fue la respuesta del funcionario que, como buen fanático, habitualmente ocupa una platea en La Ciudadela con su hijo, el hiperoficialista legislador Guillermo.
Demasiadas gambetas
Entre tanto slalom y firuletes, todos se olvidan de algunos detalles claves. ¿Algún dirigente en alguna oportunidad se presentó ante el Comité de Seguridad Deportiva para preguntar qué hace falta para que las tribunas puedan ser ocupadas por las dos parcialidades? Ninguno. El único que hizo algo similar fue Darío Zamoratte, presidente de la Liga Tucumana de Fútbol. Logró que las semifinales y finales del anual liguista se disputaran con ambas parcialidades y sin grandes incidentes.
Tampoco se ve a los directivos de los clubes, acompañados por los funcionarios de Seguridad Deportiva, presentando listas con los nombres de los barras más problemáticos para impedir que ingresen a los estadios. Mucho menos plantarse en Casa de Gobierno para plantear una vez más la necesidad de que la provincia cuente con un estadio único. ¿Por qué? Porque así se solucionarían los problemas de ubicación y acceso de los hinchas. ¿Justo ahora? Sí, porque hace poco más de un mes Bernardo Racedo Aragón, titular del Ente Tucumán Turismo, le dijo a LG Deportiva que ahora la provincia sí estaba en condiciones de encarar la construcción de un estadio de estas características.
Los buenos simpatizantes están cansados de observar el mismo partido. Ven que los protagonistas se sacan los ojos, casi como niños caprichosos, y las soluciones siguen sin aparecer. Y lo que es peor aún: están cansados de perder por goleada.
En este caso, este fin de semana sufrirán los de Concepción FC. Se quedarán sin poder ver debutar a su equipo contra San Martín en La Ciudadela. Pero lo más grave del caso es que se desaprovechó una chance histórica de abrirles la puerta a los visitantes.
A principios de año, cuando la AFA ratificó la veda, le dio la libertad al Consejo Federal para que decidiera qué hacer. Este cuerpo le tiró la pelotita a los gobiernos provinciales para que definieran qué hacer. En Tucumán había una decisión política de levantar la prohibición. Y la prueba de fuego iba a ser, justamente, el duelo entre “santos” y “cuervos”. Es más, el viernes pasado, personal de Seguridad Deportiva y Defensa Civil recorrieron La Ciudadela y les avisaron a los dueños de casa qué mejoras debían realizar.
Todo marchaba sobre rieles hasta que apareció esa dupla ofensiva integrada por la mezquindad y la irracionalidad para que comenzara a cristalizarse la derrota de los hinchas. San Martín pretendía ubicar a los 1.500 simpatizantes “cuervos” -tiene un sabor a insulto pensar que apenas tendrá ese número de acompañantes- en la tribuna de calle Pellegrini, separados por vallas móviles. Una locura. La misma si se tiene en cuenta que las autoridades pensaban movilizar un mínimo de 250 efectivos (los directivos pedían 60 menos) para montar el operativo.
Y ojo. No se trata de militarizar la provincia, sino de usar el sentido común. ¿Quién y cómo se protegería a los habitantes de Arcadia, Río Seco, Villa Quinteros, León Rougés, Monteros, Acheral, Famaillá y la Capital que están a la vera de la ruta por donde pasarían los fanáticos? ¿Cómo se haría para evitar los posibles choques fuera del estadio teniendo en cuenta que las dos hinchadas tendrían que haber llegado al estadio desde el sur de la ciudad? ¿El Gobierno debe priorizar la seguridad pública o un espectáculo deportivo? Preguntas que deberían haber respondido antes de pensar en organizar el duelo con ambas hinchadas.
Vieja pica
“No se puede creer que la Policía no sea capaz de custodiar el movimiento de 1.500 simpatizantes”, cuestionó Claudio de Camilo, vicepresidente de San Martín. “Podemos hacernos cargo de hasta un River-Boca si es que los directivos aceptan nuestras recomendaciones”, respondió César Nieva, subsecretario de Seguridad Ciudadana y responsable del Comité de Seguridad Deportiva.
La pica no terminó ahí. De Camilo, que pareciera estar empecinado en ganarse enemigos con sus declaraciones polémicas, salió a cuestionar públicamente a la Policía y a las autoridades de la provincia sin importarle que el presidente, Oscar Mirkin, como secretario de Obras Públicas, forma parte del Gobierno. “Nadie entiende cómo no le dicen nada”, se preguntó una alta fuente del palacio de 25 de Mayo y San Martín.
Los responsables de Seguridad Deportiva, para protegerse, llevaron el caso al mismísimo Jorge Gassenbauer, ministro de Seguridad. “Si no aceptan las condiciones que le impusimos, se jugará con público local”, confirmaron que fue la respuesta del funcionario que, como buen fanático, habitualmente ocupa una platea en La Ciudadela con su hijo, el hiperoficialista legislador Guillermo.
Demasiadas gambetas
Entre tanto slalom y firuletes, todos se olvidan de algunos detalles claves. ¿Algún dirigente en alguna oportunidad se presentó ante el Comité de Seguridad Deportiva para preguntar qué hace falta para que las tribunas puedan ser ocupadas por las dos parcialidades? Ninguno. El único que hizo algo similar fue Darío Zamoratte, presidente de la Liga Tucumana de Fútbol. Logró que las semifinales y finales del anual liguista se disputaran con ambas parcialidades y sin grandes incidentes.
Tampoco se ve a los directivos de los clubes, acompañados por los funcionarios de Seguridad Deportiva, presentando listas con los nombres de los barras más problemáticos para impedir que ingresen a los estadios. Mucho menos plantarse en Casa de Gobierno para plantear una vez más la necesidad de que la provincia cuente con un estadio único. ¿Por qué? Porque así se solucionarían los problemas de ubicación y acceso de los hinchas. ¿Justo ahora? Sí, porque hace poco más de un mes Bernardo Racedo Aragón, titular del Ente Tucumán Turismo, le dijo a LG Deportiva que ahora la provincia sí estaba en condiciones de encarar la construcción de un estadio de estas características.
Los buenos simpatizantes están cansados de observar el mismo partido. Ven que los protagonistas se sacan los ojos, casi como niños caprichosos, y las soluciones siguen sin aparecer. Y lo que es peor aún: están cansados de perder por goleada.
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