Por Carlos Páez de la Torre H
18 Marzo 2015
BERNABÉ ARÁOZ. Firma del gran adversario de López, junto a la del tesorero José Manuel Terán, en un documento. la gaceta / archivo
La década de 1820, como se sabe, fue de grandes trastornos en Tucumán, por las luchas entre los caudillos Javier López y Bernabé Aráoz. El 24 de agosto de 1822, López batió a Aráoz en la zona de Lules. Una carta escrita por aquél a su hermano, que residía en Buenos Aires, narra el encuentro. La ha publicado Antonio Zinny.
Expresaba Javier López que “sabiendo el 23 que había montado dos cañones en el Río Seco don Bernabé y que con una fuerza de 400 hombres venía a atacarme, tuve a bien salirle al encuentro. En la tarde de ese día, acampé en el Rincón y mis partidas observadoras me dieron parte de que se hallaba en el Río Colorado”.
Luego, “en la madrugada del 24, se dejó ver con toda su fuerza en esta banda el río de los Lules, marchando por la costa del cerro como para San Pablo, en cuyas inmediaciones hizo alto, viendo que le provocaba a un rompimiento; formó su línea; y yo a distancia de 4 cuadras hice avanzar mis tropas marchando en columnas y sin hacer un tiro, a pesar de que él me cañoneaba sin intermisión”.
Así, narraba, “avancé más de una cuadra y entonces, mandando desplegar en batalla, rompí el fuego de mi artillería; pelearon aquéllos como desesperados; pero al fin tuvieron que ceder a la bravura de mis compañeros y volvieron caras en dispersión”. Dejaron en el campo los dos cañones, “40 y tantos muertos” y 60 prisioneros.
“Don Bernabé se me escapó por no haber entrado en la acción: tengo una fuerza respetable en el Río Seco que ataja aun el intento de tratar de reunión; otra he mandado a las Trancas en seguimiento y persecución de los que tomaron hacia el Norte”, finalizaba la carta.
Expresaba Javier López que “sabiendo el 23 que había montado dos cañones en el Río Seco don Bernabé y que con una fuerza de 400 hombres venía a atacarme, tuve a bien salirle al encuentro. En la tarde de ese día, acampé en el Rincón y mis partidas observadoras me dieron parte de que se hallaba en el Río Colorado”.
Luego, “en la madrugada del 24, se dejó ver con toda su fuerza en esta banda el río de los Lules, marchando por la costa del cerro como para San Pablo, en cuyas inmediaciones hizo alto, viendo que le provocaba a un rompimiento; formó su línea; y yo a distancia de 4 cuadras hice avanzar mis tropas marchando en columnas y sin hacer un tiro, a pesar de que él me cañoneaba sin intermisión”.
Así, narraba, “avancé más de una cuadra y entonces, mandando desplegar en batalla, rompí el fuego de mi artillería; pelearon aquéllos como desesperados; pero al fin tuvieron que ceder a la bravura de mis compañeros y volvieron caras en dispersión”. Dejaron en el campo los dos cañones, “40 y tantos muertos” y 60 prisioneros.
“Don Bernabé se me escapó por no haber entrado en la acción: tengo una fuerza respetable en el Río Seco que ataja aun el intento de tratar de reunión; otra he mandado a las Trancas en seguimiento y persecución de los que tomaron hacia el Norte”, finalizaba la carta.
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