“Ian ama a mamá”. Fue lo último que dijo antes de que la anestesia le cerrara los ojos. Natalia Quiroga se quedó aferrada a la mano de su hijo de tres años en la terapia intensiva del Hospital de Niños, a la espera de un milagro. Maldijo la hora en que compró aquel frasco de purpurina para hacer manualidades. Lo había dejado bien guardado, dentro de una caja, en un estante alto, recuerda. Pero la curiosidad del niño pudo más. Y apenas encontró la oportunidad, lejos de la mirada de los adultos, de “manera inexplicable” -dicen sus padres- consiguió abrir la botellita “de los brillos mágicos” y en el entusiasmo se tiró sobre sí mismo todo su contenido. Las partículas se volatilizaron dejando a Ian, que las aspiró, al borde de la muerte.
El sábado por la tarde, Silvio Omar Coronel, estaba en su casa del barrio 76 Viviendas, al cuidado de los dos hijos más pequeños, Ian de tres años y Axel, de seis. Su mujer había salido, así como sus otros dos hijos, Víctor de 12 y Ángela de 10. “Eran como las cinco de la tarde. Yo estaba atendiendo al hombre que venía a poner la reja de la casa. Como estaban soldando, mandé a los chicos a la pieza para que se quedaran ahí a ver televisión. Cuando los fui a ver de nuevo, Ian estaba bañado en purpurina: todo el rostro y la ropa dorados”, relata el hombre, que jamás había escuchado hablar de los daños que produce la purpurina cuando se la aspira. Ni estaba enterado del caso del niño santiagueño que falleció el año pasado por haberla aspirado (ver nota aparte).
“Le lavé la cara, pero él me dijo retorciéndose: ‘papá, me duele la panza’. Ahí nomás lo llevé al almacén a comprarle un yogur porque pensé que era hambre. Cuando comenté lo que había pasado, el dueño del quiosco se alertó y él mismo me llevó al hospital. Aquí entramos por guardia, con el frasquito. Le pusieron oxígeno varias horas hasta que lo llevaron a terapia intensiva”, cuenta Silvio.
“Yo pensaba que estaba mal por el cambio de tiempo, pero nunca imaginé que esto sería tan grave”, solloza Natalia. Silvio mete la mano en el bolsillo y saca de una pequeña bolsa el frasco de purpurina a partir del cual se desencadenó todo el drama.
El tratamiento
Ian, según contó el director del Hospital de Niños, doctor Oscar Hilal, sufre insuficiencia respiratoria grave, por lo que se encuentra con asistencia respiratoria mecánica. “Después de una consulta con el hospital Posadas decidimos hacerle un lavaje broncoalveolar en la madrugada del domingo. El pronóstico es reservado. Ahora hay que esperar 48 o 72 horas para saber su evolución”, afirmó.
Hilal explicó que el Hospital de Niños está lleno de chicos que han sufrido accidentes domésticos. No es un caso aislado. En el país, esta es la segunda causa de muerte entre los niños argentinos, después de los accidentes de tránsito, según las estadísticas de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).
“En el caso de la purpurina es grave porque cuando el chico la aspira llega al nivel de los bronquios y alveolos y altera el intercambio gaseoso que se produce a nivel alveolar, en los pulmones, lo cual lleva a que el paciente tenga dificultades respiratorias que van en constante aumento, hasta llegar a una situación crítica que necesite un respirador. A veces no hay ningún síntoma, por lo que siempre hay que consultar al centro más cercano a su domicilio”, dice el doctor Hilal.
“A los tucumanos necesito pedirles una cosa -dice Natalia-: no quiero dinero sino cadenas de oración, de la religión que sea, que cada uno le pida a su dios. Porque yo sé que Ian se va a salvar. Yo sé que va a volver a la casa con sus hermanos. No me importa si tiene secuelas, porque ya sé lo que es esto, tengo un hijo hipoacúsico. Sólo quiero a Ian de vuelta en casa”.
Por qué y cómo evitarla
- Al fabricar la purpurina se utilizan metales que, en grandes cantidades, son tóxicos.
- Al ser muy pequeñas, las partículas de la purpurina (a diferencia de la brillantina) se inhalan con facilidad y llegan hasta los alvéolos de los bronquios, donde entran en contacto con la sangre.
- A pesar de ello, los paquetes no advierten sobre la toxicidad del producto y suele dejarse en manos de los chicos su manipulación.
- Se sugiere reemplazarla por “glitter”, una especie de goma de pegar que trae ya incorporados los brillos de distintos colores. Incluso tiene la ventaja de que, al no esparcirse, no se desperdicia.