15 Marzo 2015
DESEQUILIBRIO. La sequía de 2013 obligó a racionalizar al máximo el uso del agua para no resentir el riego. reuters (archivo)
El 2013 fue el año en el que se hizo evidente que algo extraño y preocupante estaba ocurriendo con el clima. Una pesada sequía que se remontaba a por lo menos dos años atrás obligó a las autoridades de Recursos Hídricos a racionalizar al máximo el uso del agua acopiada para no resentir el riego, la producción industrial y, lógicamente, el consumo humano. Cada gota sumaba y restaba, mientras que las lluvias no aparecían.
A fines del año pasado, las súplicas eran hacia un verano que permitiera llenar los embalses, recuperar las cuentas y rehidratar los pozos que proveen de agua a algunas zonas de la provincia. A principio de este mes, la apertura de las válvulas para liberar agua de los embalses El Cadillal y Escaba se convirtió en un fenómeno que no se veía desde hacía siete años. Y a esta altura, ya no sabemos qué hacer con la cantidad de agua que ha caído.
¿Cómo se explica este abrupto cambio de un año a otro, incluso en un contexto generalizado de sequía? El climatólogo Juan Minetti es claro: “se trata sólo de una pequeña muestra de los efectos del cambio climático debido al calentamiento global”, lo que no significa que debamos olvidarnos de la sequía. “Es sólo un fenómeno temporal, pero el proceso de aridización de los desiertos, por el cual las zonas secas se vuelven aún más secas, todavía persiste”, advierte el director del Laboratorio Climatológico Sudamericano.
Minetti explica que este proceso comenzó a hacerse notar luego de las históricas inundaciones en Santa Fe, hace 12 años. Los climatólogos analizan este fenómeno a través del índice de sequía. “Un gráfico del índice de sequía entre enero de 1999 y el presente muestra que luego de la fatídica inundación de los Bajos Submeridionales y ciudad de Santa Fe, en 2003, las condiciones secas se fueron instalando gradualmente hasta 2013. En este período vastas zonas de la Argentina verde y sojera fueron perturbadas y dañadas por intensas sequías como las ocurridas en todo el país en 2008 y, regionalmente, en 2011-13”, detalla el experto y continúa: “desde 2014 se está generando un inusitado transporte de humedad hacia al corazón del continente”.
Este ingreso de aire húmedo desde el océano hacia el continente, un proceso que normalmente favorece la instalación de la temporada de lluvias, es el que ha derivado en las copiosas precipitaciones que hemos vivido y padecido, según las conclusiones del meteorólogo tucumano.
A fines del año pasado, las súplicas eran hacia un verano que permitiera llenar los embalses, recuperar las cuentas y rehidratar los pozos que proveen de agua a algunas zonas de la provincia. A principio de este mes, la apertura de las válvulas para liberar agua de los embalses El Cadillal y Escaba se convirtió en un fenómeno que no se veía desde hacía siete años. Y a esta altura, ya no sabemos qué hacer con la cantidad de agua que ha caído.
¿Cómo se explica este abrupto cambio de un año a otro, incluso en un contexto generalizado de sequía? El climatólogo Juan Minetti es claro: “se trata sólo de una pequeña muestra de los efectos del cambio climático debido al calentamiento global”, lo que no significa que debamos olvidarnos de la sequía. “Es sólo un fenómeno temporal, pero el proceso de aridización de los desiertos, por el cual las zonas secas se vuelven aún más secas, todavía persiste”, advierte el director del Laboratorio Climatológico Sudamericano.
Minetti explica que este proceso comenzó a hacerse notar luego de las históricas inundaciones en Santa Fe, hace 12 años. Los climatólogos analizan este fenómeno a través del índice de sequía. “Un gráfico del índice de sequía entre enero de 1999 y el presente muestra que luego de la fatídica inundación de los Bajos Submeridionales y ciudad de Santa Fe, en 2003, las condiciones secas se fueron instalando gradualmente hasta 2013. En este período vastas zonas de la Argentina verde y sojera fueron perturbadas y dañadas por intensas sequías como las ocurridas en todo el país en 2008 y, regionalmente, en 2011-13”, detalla el experto y continúa: “desde 2014 se está generando un inusitado transporte de humedad hacia al corazón del continente”.
Este ingreso de aire húmedo desde el océano hacia el continente, un proceso que normalmente favorece la instalación de la temporada de lluvias, es el que ha derivado en las copiosas precipitaciones que hemos vivido y padecido, según las conclusiones del meteorólogo tucumano.
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