15 Marzo 2015
Inundaciones en Tucumán. Otra vez, sopa (en este caso, agua). Otra vez, las explicaciones japonesas. Otra vez, los argumentos remanidos. Funcionarios que no funcionan. Ejecutivos que no ejecutan. Intendentes sumisos y paralizados. No logro salir de mi asombro cuando leo y escucho, de boca de los responsables diversos, cosas tales como “en Tucumán llueve mucho”. Me apabulla tanta lucidez. No me había dado cuenta.
No imagino al secretario de infraestructura de Toronto declarar: “lo que pasa es que acá nieva mucho”. O al director de asuntos hídricos de Holanda afirmar: “lo que pasa es que los terrenos acá son bajos”. No hay que ser detective para saber las causas de por qué aumenta la virulencia de las inundaciones en la provincia.
De acuerdo a informes de la Unidad de Manejo del Sistema de Evaluación Forestal de la Secretaría de Medio Ambiente de la Nación, la tasa de deforestación en Tucumán supera cualquier parámetro y escala con la que se quiera comparar.
No hace falta seguir contratando ejércitos de consultores que no consultan, y expertos que no “expertizan” para diseñar una solución que al menos trate de morigerar el “ecocidio” al que, día a día, son sometidos nuestros recursos naturales.
Basta con ingresar a Google Earth para visualizar la forma grosera en cómo se avanzó (y se sigue avanzando) sobre todo el pedemonte tucumano. Es un gran negocio deforestar en Tucumán. Los punitorios son irrisorios, y prácticamente no se aplican. No hay quién lo haga, y tampoco hay ganas de efectivamente hacerlo.
Existe una correlación positiva entre pobreza y deterioro ambiental (se han escrito ríos de tinta al respecto). Por lo general, las inundaciones no afectan a las zonas coquetas de pueblos y ciudades, en donde habitualmente se ubican los hogares de los gobernantes. No puede ser sino el Estado quien controle el fenómeno de la deforestación. Es indelegable, no lo puede hacer ni una organización, ni una consultora, ni una empresa privada ni un centro vecinal.
Un Estado provincial que administra tan sólo 22.500 kilómetros cuadrados y no puede controlar la tragedia de la deforestación, es que sencillamente se ha convertido en el famoso Estado bobo, cuando no inoperante o negligente.
Mientras tanto, se siguen construyendo countries paquetes en zonas cada vez más altas del pedemonte en Yerba Buena (cuanto más alto, mejor vista, más distinguido, más caro, mejor calidad de vida).
Cuando llegue el día en que Yerba Buena amanezca a la altura de La Banda del Río Salí, arrastrada por los aluviones, los responsables técnicos y políticos que firmaron, habilitaron, votaron, y permitieron esta irresponsable expansión urbana serán viejitos nonagenarios con la arteriosclerosis por las nubes, que declararán que no se acuerdan de nada y a los que a lo sumo les tocará prisión domiciliaria. Ojalá que sea en un country.
No imagino al secretario de infraestructura de Toronto declarar: “lo que pasa es que acá nieva mucho”. O al director de asuntos hídricos de Holanda afirmar: “lo que pasa es que los terrenos acá son bajos”. No hay que ser detective para saber las causas de por qué aumenta la virulencia de las inundaciones en la provincia.
De acuerdo a informes de la Unidad de Manejo del Sistema de Evaluación Forestal de la Secretaría de Medio Ambiente de la Nación, la tasa de deforestación en Tucumán supera cualquier parámetro y escala con la que se quiera comparar.
No hace falta seguir contratando ejércitos de consultores que no consultan, y expertos que no “expertizan” para diseñar una solución que al menos trate de morigerar el “ecocidio” al que, día a día, son sometidos nuestros recursos naturales.
Basta con ingresar a Google Earth para visualizar la forma grosera en cómo se avanzó (y se sigue avanzando) sobre todo el pedemonte tucumano. Es un gran negocio deforestar en Tucumán. Los punitorios son irrisorios, y prácticamente no se aplican. No hay quién lo haga, y tampoco hay ganas de efectivamente hacerlo.
Existe una correlación positiva entre pobreza y deterioro ambiental (se han escrito ríos de tinta al respecto). Por lo general, las inundaciones no afectan a las zonas coquetas de pueblos y ciudades, en donde habitualmente se ubican los hogares de los gobernantes. No puede ser sino el Estado quien controle el fenómeno de la deforestación. Es indelegable, no lo puede hacer ni una organización, ni una consultora, ni una empresa privada ni un centro vecinal.
Un Estado provincial que administra tan sólo 22.500 kilómetros cuadrados y no puede controlar la tragedia de la deforestación, es que sencillamente se ha convertido en el famoso Estado bobo, cuando no inoperante o negligente.
Mientras tanto, se siguen construyendo countries paquetes en zonas cada vez más altas del pedemonte en Yerba Buena (cuanto más alto, mejor vista, más distinguido, más caro, mejor calidad de vida).
Cuando llegue el día en que Yerba Buena amanezca a la altura de La Banda del Río Salí, arrastrada por los aluviones, los responsables técnicos y políticos que firmaron, habilitaron, votaron, y permitieron esta irresponsable expansión urbana serán viejitos nonagenarios con la arteriosclerosis por las nubes, que declararán que no se acuerdan de nada y a los que a lo sumo les tocará prisión domiciliaria. Ojalá que sea en un country.
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