15 Marzo 2015
Tu mundo bajo el agua
Angela Pistán no tiene fuerzas. Un río al que llaman Muerto, porque apenas lleva hilos de agua, se despertó y devoró todo a su paso. Angela perdió su casa. La fundación Proyungas -con sede en Yerba Buena- difundió un duro documento. En ese texto, sostienen que las inundaciones no son tragedias, sino una consecuencia directa de la falta de infraestructura y de la construcción de barrios donde no se debe.
El río Muerto cobró vida, rompió las defensas, puso en duda la estabilidad del puente que lo cruza, se comió tierras y obligó a exiliar a los pobladores. Desolación y destrucción en la salida de los countries Las Yungas, Las Jarillas y Los Azahares. La calle Bartolomé Hernández, entre Las Higueritas y Santo Domingo, estaba pavimentada. Pero desbordó el canal Caínzo y despegó los bloques de hormigón. La entrada al barrio cerrado Alto Verde, situado detrás del country Jockey Club Tucumán, por la avenida Perón y Bascary, también quedó destruida. FOTOS LA GACETA
- Aquí crié a mis hijos y nietos. Y ahora me tengo que ir... Lo único que pido es un terreno. No quiero nada más. Quiero armar mi casita otra vez. No pido para comer, nada de nada. Sólo un terrenito, por favor. Tampoco que sea grande. No me haga más preguntas. No tengo fuerzas. Hace seis noche que no duermo. Seis noches. Me quedaba despierta viendo si crecía el río. Y creció.
Hay veces que cuando uno llora, no puede estar de pie. No puede sostener su cuerpo. Es como si el llanto nos pusiera dos manos en los hombros, y nos empujara hacia abajo, hasta dejarnos de rodillas en el suelo. Es cuando el dolor es grande. Cuando duele el cuerpo y el corazón. Así llora, con ese llanto, Angela Pistán. Durante 55 de sus 60 años, vivió al costado del río Muerto. Pero ahora tuvo que irse. La sacaron de ahí a los empujones, la mañana en que creció el lecho, arrastró los muros de contención y dejó a la humilde casucha de Angela a pasos del barranco.
Hoy, pasa sus días en una escuela estatal, a donde fue evacuada junto a su familia y otras 22 más, debido a las inundaciones que afectan desde hace semanas a numerosos municipios de Tucumán, entre ellos a Yerba Buena, donde vive Angela. Y así como ella llora, lo hacen los 10.000 tucumanos que pasaron las últimas noches en albergues, porque su mundo ha quedado bajo el agua.
¿Qué son 10.000 almas desconsoladas? ¿Por qué se inundan los pueblos? ¿Qué está ocurriendo? ¿Hay negligencia medioambiental? ¿Es cierto -como dice Angela- que nunca antes había pasado algo así? La fundación ProYungas, que tiene su sede en Yerba Buena y que lleva adelante actividades para la conservación de las selvas de montaña, ha divulgado un duro documento, ante la situación actual de las cuencas de los ríos. En ese texto, sostiene que una inundación suele tener más causas políticas que naturales.
“Aquí hay que echarles la culpa a las urbanizaciones mal planificadas y a la falta de estructuras”, dice Alejandro Brown, director ejecutivo de PoYungas, ecólogo y experto en biodiversidad y desarrollo sustentable.
En seguida, Brown explica que el grueso de la población del noroeste argentino vive en el pedemonte, en ese espacio que es una bisagra entre la llanura chaqueña, al este, y las montañas yungueñas, al oeste. Esta conformación geográfica hace que, durante el verano, los vientos húmedos del noreste se topen con las montañas, asciendan, se enfríen y precipiten la humedad acumulada. Entonces, de acuerdo a la magnitud de las lluvias, vienen luego las inundaciones. “Cuando eso ocurre, todos miramos hacia el cerro y acusamos a la desforestación, a la explotación minera o hidrocarburífera y al cambio climático”, dice.
- ¿Acaso no son responsables la deforestación y la extracción de áridos?
- Sin dudas, esas actividades humanas pueden y potencian, en ocasiones, los trastornos derivados de las tormentas severas. En el caso del río Muerto, por ejemplo, donde hubo que evacuar a algunos pobladores, la extración de áridos tuvo un efecto local, porque aumentó la velocidad del agua. Pero en la mayoría de los casos, los responsables directos son la edificación de barrios donde no se debe, los puentes y rutas que se hicieron minimizando los eventos climáticos, las construcciones que obstaculizan el drenaje natural de las aguas, la planificación incorrecta y la imprevisión.
- ¿Es casual que La Rinconada y El Corte sean las zonas más afectadas de Yerba Buena?
- Las consecuencias de las lluvias se multiplican año tras año, porque a medida que las poblaciones crecen, invaden más áreas inadecuadas. Eso es lo que está sucediendo en esa ciudad, por ejemplo. De hecho, los núcleos urbanos antiguos resultan afectados en contadas veces. En general, las mayores dificultades ocurren en las áreas ocupadas en las últimas décadas. Tampoco es que llueve más, sino que se planifica y se prevé menos.
- ¿Cuáles son las urbanizaciones que no deberían haberse edificado?
- Conservar la selva en las montañas es importante. Y Tucumán preserva cerca del 95 % de la vegetación boscosa original por encima de los 500 metros sobre el nivel del mar, que es donde ocurren las máximas precipitaciones anuales. En el pedemonte, por encima del 5 % de pendiente, la situación es similar. En las áreas planas colindantes, en cambio, hemos transformado el 100 % de la superficie, ya sea con viviendas o con campos para el cultivo. Así, se redujo la infiltración de los suelos y se favoreció el escurrimiento superficial. Para peor, las obras hidráulicas son inadecuadas, y agravan la situación.
- Algunos habitantes se preguntan si deberían tener miedo a un alúd...
- Yo no descartaría esa posibilidad. Es una opción que hay que considerar y, por ende, trabajar al respecto, para prevenirla. La zona de las Lomas de Imbaud, en El Corte, puede resultar muy inestable ante estos niveles de humedad, porque se trata de un suelo de tierra; no de piedras.
Finalmente, Brown añade que, cuando uno compara el panorama de deforestación de las montañas de toda la América tropical, el noroeste argentino, y Tucumán, en particular, son un ejemplo de conservación. “En Lomas de Imbaud, por ejemplo, crecieron los bosques. Sin embargo, esta ventaja no la supimos asociar a un esfuerzo importante de planificación. Eso nos permitiría dormir más tranquilos (y seguros) durante las tormentas estivales”, concluye.
Angela no ha regresado a su casa. Ni lo hará. Por estos días espera a que los gobernantes le den un terrenito, como dice ella. Ojalá existan razones para vaticinar que estará mejor. Ojalá ni ella ni nadie deban quedarse en vela, para ver si crece el río.
Hay veces que cuando uno llora, no puede estar de pie. No puede sostener su cuerpo. Es como si el llanto nos pusiera dos manos en los hombros, y nos empujara hacia abajo, hasta dejarnos de rodillas en el suelo. Es cuando el dolor es grande. Cuando duele el cuerpo y el corazón. Así llora, con ese llanto, Angela Pistán. Durante 55 de sus 60 años, vivió al costado del río Muerto. Pero ahora tuvo que irse. La sacaron de ahí a los empujones, la mañana en que creció el lecho, arrastró los muros de contención y dejó a la humilde casucha de Angela a pasos del barranco.
Hoy, pasa sus días en una escuela estatal, a donde fue evacuada junto a su familia y otras 22 más, debido a las inundaciones que afectan desde hace semanas a numerosos municipios de Tucumán, entre ellos a Yerba Buena, donde vive Angela. Y así como ella llora, lo hacen los 10.000 tucumanos que pasaron las últimas noches en albergues, porque su mundo ha quedado bajo el agua.
¿Qué son 10.000 almas desconsoladas? ¿Por qué se inundan los pueblos? ¿Qué está ocurriendo? ¿Hay negligencia medioambiental? ¿Es cierto -como dice Angela- que nunca antes había pasado algo así? La fundación ProYungas, que tiene su sede en Yerba Buena y que lleva adelante actividades para la conservación de las selvas de montaña, ha divulgado un duro documento, ante la situación actual de las cuencas de los ríos. En ese texto, sostiene que una inundación suele tener más causas políticas que naturales.
“Aquí hay que echarles la culpa a las urbanizaciones mal planificadas y a la falta de estructuras”, dice Alejandro Brown, director ejecutivo de PoYungas, ecólogo y experto en biodiversidad y desarrollo sustentable.
En seguida, Brown explica que el grueso de la población del noroeste argentino vive en el pedemonte, en ese espacio que es una bisagra entre la llanura chaqueña, al este, y las montañas yungueñas, al oeste. Esta conformación geográfica hace que, durante el verano, los vientos húmedos del noreste se topen con las montañas, asciendan, se enfríen y precipiten la humedad acumulada. Entonces, de acuerdo a la magnitud de las lluvias, vienen luego las inundaciones. “Cuando eso ocurre, todos miramos hacia el cerro y acusamos a la desforestación, a la explotación minera o hidrocarburífera y al cambio climático”, dice.
- ¿Acaso no son responsables la deforestación y la extracción de áridos?
- Sin dudas, esas actividades humanas pueden y potencian, en ocasiones, los trastornos derivados de las tormentas severas. En el caso del río Muerto, por ejemplo, donde hubo que evacuar a algunos pobladores, la extración de áridos tuvo un efecto local, porque aumentó la velocidad del agua. Pero en la mayoría de los casos, los responsables directos son la edificación de barrios donde no se debe, los puentes y rutas que se hicieron minimizando los eventos climáticos, las construcciones que obstaculizan el drenaje natural de las aguas, la planificación incorrecta y la imprevisión.
- ¿Es casual que La Rinconada y El Corte sean las zonas más afectadas de Yerba Buena?
- Las consecuencias de las lluvias se multiplican año tras año, porque a medida que las poblaciones crecen, invaden más áreas inadecuadas. Eso es lo que está sucediendo en esa ciudad, por ejemplo. De hecho, los núcleos urbanos antiguos resultan afectados en contadas veces. En general, las mayores dificultades ocurren en las áreas ocupadas en las últimas décadas. Tampoco es que llueve más, sino que se planifica y se prevé menos.
- ¿Cuáles son las urbanizaciones que no deberían haberse edificado?
- Conservar la selva en las montañas es importante. Y Tucumán preserva cerca del 95 % de la vegetación boscosa original por encima de los 500 metros sobre el nivel del mar, que es donde ocurren las máximas precipitaciones anuales. En el pedemonte, por encima del 5 % de pendiente, la situación es similar. En las áreas planas colindantes, en cambio, hemos transformado el 100 % de la superficie, ya sea con viviendas o con campos para el cultivo. Así, se redujo la infiltración de los suelos y se favoreció el escurrimiento superficial. Para peor, las obras hidráulicas son inadecuadas, y agravan la situación.
- Algunos habitantes se preguntan si deberían tener miedo a un alúd...
- Yo no descartaría esa posibilidad. Es una opción que hay que considerar y, por ende, trabajar al respecto, para prevenirla. La zona de las Lomas de Imbaud, en El Corte, puede resultar muy inestable ante estos niveles de humedad, porque se trata de un suelo de tierra; no de piedras.
Finalmente, Brown añade que, cuando uno compara el panorama de deforestación de las montañas de toda la América tropical, el noroeste argentino, y Tucumán, en particular, son un ejemplo de conservación. “En Lomas de Imbaud, por ejemplo, crecieron los bosques. Sin embargo, esta ventaja no la supimos asociar a un esfuerzo importante de planificación. Eso nos permitiría dormir más tranquilos (y seguros) durante las tormentas estivales”, concluye.
Angela no ha regresado a su casa. Ni lo hará. Por estos días espera a que los gobernantes le den un terrenito, como dice ella. Ojalá existan razones para vaticinar que estará mejor. Ojalá ni ella ni nadie deban quedarse en vela, para ver si crece el río.
Lo más popular