Por LA GACETA
14 Marzo 2015
El ataque de que fue víctima una mujer de 87 años en calle General Paz al 1.300 muestra uno de los aspectos más agudos de la inseguridad en la urbe, la que padecen los ciudadanos en las zonas alejadas del centro. La víctima, una vendedora de sándwichs, fue abordada a la tarde por tres hombres, dos de los cuales tenían uniformes similares a los de los policías, que la agredieron para quitarle la recaudación. Tras revolver toda la vivienda, se llevaron $ 100. El ataque ocurrió en una zona muy concurrida -la esquina de General paz y avenida Alem-, en un horario de mucho movimiento -las 19.15- y junto a un bar. Nadie vio ni oyó nada. Pero no llamó la atención a los vecinos: “Todas las noches se ve a gente corriendo. Generalmente son motoarrebatadores”, describió un comerciante que vive al frente del lugar del ataque.
Como este, se cuentan varios episodios inquietantes en los últimos días: el violento asalto a una mujer que guardaba su auto en una cochera en calle Chile al 300, el martes de la semana pasada. La señora fue obligada a arrodillarse, le gatillaron tres veces sin que salieran los disparos y recibió dos culatazos en la cabeza. “Es una zona de paso donde ladrones en moto atacan y huyen a otras barriadas”, describió el comisario de la seccional 5a, que dijo que con los patrullajes ha aumentado el número de aprehendidos por robos.
Lo mismo sucede el sector que comunica la capital con Alderetes y Banda del Río Salí. Anteanoche fue herido un niños que circulaba en ómnibus, al ser apedreado el colectivo en las cercanías del puente Barros. La misma Policía considera “zona roja” a este lugar, y las víctimas son pasajeros de transporte público y motociclistas. La Policía asegura que está tras los pasos de una banda que asalta a motociclistas en la zona y les quita sus vehículos, que son incorporados al circuito delictivo. Pero aunque se llegue a desbaratar esta banda no hay garantías de que vayan a mermar o desaparecer estos ataques, pese a que los agentes dicen que sus “mapas de delito” les indican dónde actuar.
Lo cierto es que, tal como está estructurado el sistema de vigilancia en la provincia, se podría aseverar que los lugares que no tienen cámaras de seguridad ni patrullaje -como el centro- son “tierra de nadie” en la que cualquier cosa puede ocurrir, desde homicidios como el del joven víctima de una golpiza en Ejército del Norte y Mendoza, el sábado pasado a la tarde, hasta arrebatos, que son la plaga de las ciudades desde hace ya demasiado tiempo.
Llama la atención que no se haya puesto más énfasis en la búsqueda de salidas a la crisis de inseguridad que padecemos. Hace más de un año el gobierno de Buenos Aires lanzó la polémica ley para obligar a motociclistas a circular con chalecos identificatorios, y eso generó debates en todo el país. Pero no hubo conclusiones ni decisiones. La única medida que se aplica es poner más policías en las zonas desguarnecidas cuando ocurren los ataques. Pero en cuanto las protestas se aplacan, los agentes son llevados a otros lados, sin que las cosas cambien sustancialmente.
Corresponde que se estudie lo que sucede, que se analice los “mapas de delito” (si es que realmente se hacen con coherencia y según protocolos claros) y se recoja como corresponde las denuncias de los vecinos, a fin de que se elaboren planes de seguridad que tiendan hacia un resultado concreto: la mejora de la calidad de vida de los vecinos.
Como este, se cuentan varios episodios inquietantes en los últimos días: el violento asalto a una mujer que guardaba su auto en una cochera en calle Chile al 300, el martes de la semana pasada. La señora fue obligada a arrodillarse, le gatillaron tres veces sin que salieran los disparos y recibió dos culatazos en la cabeza. “Es una zona de paso donde ladrones en moto atacan y huyen a otras barriadas”, describió el comisario de la seccional 5a, que dijo que con los patrullajes ha aumentado el número de aprehendidos por robos.
Lo mismo sucede el sector que comunica la capital con Alderetes y Banda del Río Salí. Anteanoche fue herido un niños que circulaba en ómnibus, al ser apedreado el colectivo en las cercanías del puente Barros. La misma Policía considera “zona roja” a este lugar, y las víctimas son pasajeros de transporte público y motociclistas. La Policía asegura que está tras los pasos de una banda que asalta a motociclistas en la zona y les quita sus vehículos, que son incorporados al circuito delictivo. Pero aunque se llegue a desbaratar esta banda no hay garantías de que vayan a mermar o desaparecer estos ataques, pese a que los agentes dicen que sus “mapas de delito” les indican dónde actuar.
Lo cierto es que, tal como está estructurado el sistema de vigilancia en la provincia, se podría aseverar que los lugares que no tienen cámaras de seguridad ni patrullaje -como el centro- son “tierra de nadie” en la que cualquier cosa puede ocurrir, desde homicidios como el del joven víctima de una golpiza en Ejército del Norte y Mendoza, el sábado pasado a la tarde, hasta arrebatos, que son la plaga de las ciudades desde hace ya demasiado tiempo.
Llama la atención que no se haya puesto más énfasis en la búsqueda de salidas a la crisis de inseguridad que padecemos. Hace más de un año el gobierno de Buenos Aires lanzó la polémica ley para obligar a motociclistas a circular con chalecos identificatorios, y eso generó debates en todo el país. Pero no hubo conclusiones ni decisiones. La única medida que se aplica es poner más policías en las zonas desguarnecidas cuando ocurren los ataques. Pero en cuanto las protestas se aplacan, los agentes son llevados a otros lados, sin que las cosas cambien sustancialmente.
Corresponde que se estudie lo que sucede, que se analice los “mapas de delito” (si es que realmente se hacen con coherencia y según protocolos claros) y se recoja como corresponde las denuncias de los vecinos, a fin de que se elaboren planes de seguridad que tiendan hacia un resultado concreto: la mejora de la calidad de vida de los vecinos.
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