Por Jorge Figueroa
09 Marzo 2015
“Creo que se están consolidando escenas regionales, que ya no miran a Buenos Aires como el único destino”.
La reflexión de Pablo Guiot, que es la de numerosos artistas del interior, más se asemeja a una expresión de deseos que a una realidad; porque finalmente es muy difícil abrirse camino en una ciudad en la que trabajan centenares de artistas y en la que, a diferencia de 15 años atrás, la difusión se ha descentralizado totalmente. Hasta el 2000, aproximadamente, existía un circuito limitado: una docena de espacios y galerías en el centro, y tres o cuatro museos, recorriendo avenida Libertador. Tanto se ha ampliado ese circuito, que eso es lo que hoy existe en cada uno de los barrios como Palermo, Puerto Madero y San Telmo.
No obstante, la instalación en Buenos Aires aparece para los artistas como una oportunidad que no tienen en sus ciudades; una tentación que, igualmente, puede cargarse de frustraciones.
Durante esa década, una legión de tucumanos se mudó a la gran ciudad; muchos regresaron “sin pena ni gloria”, pero otros tantos permanecen, a menudo viviendo de otras actividades.
Pablo Guiot nunca terminó de emigrar, pero desde que pisó Buenos Aires obtuvo un gran reconocimiento. Hoy tiene un pie allá y otro en Tucumán. Ha participado en distintas ferias y pasado por diferentes galerías y espacios; fue uno de los fundadores del grupo El Ingenio y La Punta. Con sus performances y dibujos ha atrapado la atención del mercado en más de una oportunidad. Y junto a Sandro Pereira, debe ser el artista con mayor reconocimiento, exceptuando, claro está, a los de otra generación, como Víctor Quiroga, Enrique Salvatierra o Guillermo Rodríguez.
Durante estos últimos 15 años, críticos, curadores y estudiosos han considerado que la escena artística local no tenía nada que envidiarle a Buenos Aires o a Rosario, por caso, y que era una de las más vitales. Pero la visibilidad nacional es otra cosa.
Es complejo lograr el reconocimiento cuando existe una oferta que, por lejos, supera a la demanda (son las leyes del mercado).
No obstante, a artistas como Pablo Guiot les resulta más sencillo encontrar quien compre sus dibujos en Buenos Aires que en Tucumán.
La reflexión de Pablo Guiot, que es la de numerosos artistas del interior, más se asemeja a una expresión de deseos que a una realidad; porque finalmente es muy difícil abrirse camino en una ciudad en la que trabajan centenares de artistas y en la que, a diferencia de 15 años atrás, la difusión se ha descentralizado totalmente. Hasta el 2000, aproximadamente, existía un circuito limitado: una docena de espacios y galerías en el centro, y tres o cuatro museos, recorriendo avenida Libertador. Tanto se ha ampliado ese circuito, que eso es lo que hoy existe en cada uno de los barrios como Palermo, Puerto Madero y San Telmo.
No obstante, la instalación en Buenos Aires aparece para los artistas como una oportunidad que no tienen en sus ciudades; una tentación que, igualmente, puede cargarse de frustraciones.
Durante esa década, una legión de tucumanos se mudó a la gran ciudad; muchos regresaron “sin pena ni gloria”, pero otros tantos permanecen, a menudo viviendo de otras actividades.
Pablo Guiot nunca terminó de emigrar, pero desde que pisó Buenos Aires obtuvo un gran reconocimiento. Hoy tiene un pie allá y otro en Tucumán. Ha participado en distintas ferias y pasado por diferentes galerías y espacios; fue uno de los fundadores del grupo El Ingenio y La Punta. Con sus performances y dibujos ha atrapado la atención del mercado en más de una oportunidad. Y junto a Sandro Pereira, debe ser el artista con mayor reconocimiento, exceptuando, claro está, a los de otra generación, como Víctor Quiroga, Enrique Salvatierra o Guillermo Rodríguez.
Durante estos últimos 15 años, críticos, curadores y estudiosos han considerado que la escena artística local no tenía nada que envidiarle a Buenos Aires o a Rosario, por caso, y que era una de las más vitales. Pero la visibilidad nacional es otra cosa.
Es complejo lograr el reconocimiento cuando existe una oferta que, por lejos, supera a la demanda (son las leyes del mercado).
No obstante, a artistas como Pablo Guiot les resulta más sencillo encontrar quien compre sus dibujos en Buenos Aires que en Tucumán.
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