Alperovich se despidió con lágrimas y un repaso de su gestión

Alperovich se despidió con lágrimas y un repaso de su gestión

Alperovich pronunció ayer el último discurso ante los legisladores antes de dejar el Poder Ejecutivo. Pidió a todos recordar lo devastado que estaba Tucumán antes de que él asumiera, en 2003, y cómo se encuentra hoy la provincia. Destacó que se hicieron más obras que en los últimos 40 años. “Voy a seguir trabajando por Tucumán desde el lugar que me toque”, afirmó

EMOCIONADO. No pudo pronunciar las últimas palabras de su discurso. foto de humberto villagra EMOCIONADO. No pudo pronunciar las últimas palabras de su discurso. foto de humberto villagra
02 Marzo 2015
“Me despido de ustedes como gobernador de la provincia”, alcanzó a decir antes de que su voz se cortara. Su silencio fue rápidamente tapado por aplausos y gritos de legisladores oficialistas y funcionarios que, de pie, apuraron el final de un discurso que José Alperovich no pudo completar. Secándose las lágrimas, el gobernador permaneció de pie unos minutos, se abrazó a su vicegobernador, Juan Manzur, y abandonó rápidamente el recinto apretando con su puño derecho el bastón de mando. Ese que, desde el 29 de octubre de este año, pasará indefectiblemente a otras manos por primera vez desde 2003.

El de ayer no iba a ser un evento fácil de sobrellevar para el mandatario tucumano. Y la tensión y nerviosismo con el que lo afrontó se percibió desde el momento mismo en que arribó al viejo edificio legislativo. La primera prueba de esa sensación de despedida que impregnó el domingo alperovichista fueron los pasacalles con los que los militantes lo recibieron. Ya el “José Alperovich gobernador” predominante de otras épocas mutó al “Alperovich conducción” más tímido, como cediendo -de a poco- espacio a la leyenda “Manzur gobernador-Jaldo vice”. En los carteles y pancartas que portaban los cientos de militantes, muchos escritos a mano sobre un fondo naranja sciolista, también se leían los mensajes típicos de una relación de amor que finaliza, con exagerados agradecimientos y frases nostálgicas.

No iba a tardar mucho Alperovich en confirmar con gestos lo que los letreros decían: que su tiempo al frente del Poder Ejecutivo se agota. Apenas ingresó a la sala de sesiones siendo aún el protagonista, levantó con su mano izquierda el brazo derecho de Manzur, permitiendo que los aplausos que comenzaban a apagarse volvieran a encenderse por unos segundos y le arrancaran una sonrisa al hombre que lo secunda desde 2007 y que volvió el viernes -tras una licencia de cinco años- para luchar por la sucesión. Aferrado siempre a la letra escrita en los papeles, el gobernador lució a veces apurado y otras tantas pausado para leer el discurso. Ante cada interrupción producto de una mala lectura del texto se tomó su tiempo para comenzar nuevamente la oración. Así avanzó hasta completar una hora y cuarenta minutos de alocución, durante la que bebió unos cuantos sorbos de agua y apenas levantó la cabeza en un par de oportunidades.

En ese tiempo reivindicó su gestión, pidió a todos los tucumanos que recordaran cómo estaba la provincia en 2003 y cómo la dejará él, 12 años después. Se apoyó nuevamente en los indicadores sociales, económicos y sanitarios, destacando principalmente la mejora en los índices de mortalidad infantil (del 23 por mil en 2002 al 13 por mil actual) y de desocupación (del 25% al 7%). En todo momento, se preocupó por dejar en claro que nada de lo según él conseguido se debe al azar, sino a las políticas por su gestión aplicadas. “Tras 11 años de gobierno puedo afirmar que he cumplido y que nuestra provincia no es la misma que recibí al asumir por primera vez. Tucumán ha cambiado sustancialmente y ha cambiado para bien”, se jactó. Luego reforzó esos conceptos. “Lo que conseguimos en estos años no fue consecuencia de un golpe de suerte o de un ‘viento de cola’ providencial. Lo que logramos en estos años fue producto de las políticas de Estado que se llevaron adelante. Fue consecuencia de haber elegido el camino de la independencia, de la justicia social y de la ampliación de derechos”, arengó.

Aunque con menor énfasis que en sus anteriores exposiciones ante la Legislatura, el titular del Poder Ejecutivo ponderó al kirchnerismo. Aseguró que los lineamientos del Gobierno nacional a partir de 2003 favorecieron la concreción de las metas por él previstas para Tucumán. “Nada de esto hubiera sido posible sin las políticas sociales y económicas que Néstor y Cristina Kirchner implementaron en el país y sin la especial atención que ambos mandatarios brindaron a los tucumanos. Estamos muy agradecidos con ellos”, aclaró.

Se mostró siempre preocupado por reafirmar la impronta que le dio a su gestión. No buscó compararse con el ex gobernador radical Celestino Gelsi (1958-1962), como en sus primeros años de mandato, pero sí elogió la cantidad de obras públicas concretadas en este último tiempo. “Hemos realizado obras que no se hacían hace más de 40 años en Tucumán”, destacó. Y prosiguió: “estas no son meras palabras. Me estoy apoyando en los hechos, en la realidad. En una realidad concreta y visible como los ladrillos de cada una de las escuelas, hospitales, caminos y miles de viviendas que hemos construidos. Concreta y visible también como el alumbrado público, las cloacas y el agua potable que hemos llevado a miles de tucumanos que carecían de estos servicios básicos. Señores, hemos echado las bases de un Tucumán posible”.

Luego de enumerar área por área las metas alcanzadas, el gobernador envió el único mensaje electoral. “Cualquiera sea el nuevo gobierno que surja en las elecciones de este año, cualquiera sea su procedencia partidaria o ideológica, va a encontrar la provincia en las mejores condiciones para ejercer su mandato”, alentó. Para el final, Alperovich dejó los agradecimientos a la sociedad por haberlo acompañado mayoritariamente con su voto en tres ocasiones. Fue entonces, en el último tramo de su discurso, cuando pareció apartarse del libreto para dejar fluir las emociones. Es que quizá durante la lectura haya tomado real dimensión de que el adiós aparece cada vez más cercano en su horizonte.

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