Por LA GACETA
23 Febrero 2015
Los ciclos económicos pasan de expansivos a recesivos, con sus fluctuaciones naturales y, en muchos casos, con consecuencias sociales costosas. El freno de la actividad que vino experimentando la Argentina, desde el año pasado, ha dejado como saldo unos 200.000 puestos laborales menos en la Argentina, y con un incremento en el nivel de desocupación de casi medio punto porcentual situándose en el 6,9% de la población económicamente argentina que reside en los 31 aglomerados urbanos del país. Los mismos datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) han puesto en evidencia, además, que para el caso del Gran Tucumán-Tafí Viejo, el índice de desempleo subió del 4,9% (dato de 2013) al 7,5% al cierre de 2014. Esto implica que de un año a otro, la recesión económica ha dejado a 10.000 tucumanos en condiciones de trabajar sin posibilidades de acceder al mercado laboral.
Sin embargo, para las consultoras privadas el problema laboral es mucho más profundo de lo que difunden las estadísticas oficiales. Por caso, la Fundación Mediterránea ha dado cuenta recientemente que la tasa de desocupación en la Argentina alcanza al 12% si se computa a los ciudadanos desalentados que han dejado de buscar un empleo por falta de oportunidades. Es lo que se conoce como “desempleo oculto”.
Se trata de una situación afligente tomando en cuenta que, prácticamente, las empresas no ofrecen nuevos puestos, mientras que el sector público viene absorbiendo la demanda laboral de la población, a través de generación de empleos transitorios o de asistencia o planes sociolaborales, con subsidios estatales. Las perspectivas, para un año de transición política, estarán fundamentadas en la recreación de condiciones institucionales que tiendan a hacer menos onerosa la contratación de personal, advierten desde el sector privado. De todas maneras, la debilidad del mercado laboral es regional. “Lo más preocupante es que se están creando menos empleos”, dijo recientemente la directora regional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para América Latina y el Caribe, Elizabeth Tinoco, que advirtió sobre “señales de alerta” para este 2015, a pesar que el desempleo -en general- se mantiene bajo.
Las mujeres y los jóvenes, en particular, son los que más padecen los efectos de la desocupación. Y este es un fenómeno histórico que es fundamental corregir en el camino de la igualdad de oportunidades. El mercado tradicional suele demandar experiencia, pero los jóvenes están dispuestos a ofrecer creatividad.
Instituciones públicas y privadas deben propender a la generación de empleos de calidad, que trasciendan en el tiempo, para todas las franjas etarias. De esa manera, puede aparecer una sinergia que contribuya a afianzar al mercado.
El Estado puede contribuir con medidas fiscales que fomenten la creación de empleos. Paralelamente, deben haber compromisos, formales y tácitos, desde los empleadores para crear puestos en blanco y decentes y que, definitivamente, se erradique la informalidad que atenta contra la dignidad de las personas. En este aspecto, la capacitación y la intermediación pueden ser caminos alternativos hacia el objetivo de afianzar la empleabilidad en la Argentina. Particularmente para sacar a los más jóvenes de lo que el mercado ha denominado la “Generación ni” (ni trabajan, ni estudian). Actuar en conjunto ahora para superar problemas que pasan, con proyección de futuro para sostener el empleo.
Sin embargo, para las consultoras privadas el problema laboral es mucho más profundo de lo que difunden las estadísticas oficiales. Por caso, la Fundación Mediterránea ha dado cuenta recientemente que la tasa de desocupación en la Argentina alcanza al 12% si se computa a los ciudadanos desalentados que han dejado de buscar un empleo por falta de oportunidades. Es lo que se conoce como “desempleo oculto”.
Se trata de una situación afligente tomando en cuenta que, prácticamente, las empresas no ofrecen nuevos puestos, mientras que el sector público viene absorbiendo la demanda laboral de la población, a través de generación de empleos transitorios o de asistencia o planes sociolaborales, con subsidios estatales. Las perspectivas, para un año de transición política, estarán fundamentadas en la recreación de condiciones institucionales que tiendan a hacer menos onerosa la contratación de personal, advierten desde el sector privado. De todas maneras, la debilidad del mercado laboral es regional. “Lo más preocupante es que se están creando menos empleos”, dijo recientemente la directora regional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para América Latina y el Caribe, Elizabeth Tinoco, que advirtió sobre “señales de alerta” para este 2015, a pesar que el desempleo -en general- se mantiene bajo.
Las mujeres y los jóvenes, en particular, son los que más padecen los efectos de la desocupación. Y este es un fenómeno histórico que es fundamental corregir en el camino de la igualdad de oportunidades. El mercado tradicional suele demandar experiencia, pero los jóvenes están dispuestos a ofrecer creatividad.
Instituciones públicas y privadas deben propender a la generación de empleos de calidad, que trasciendan en el tiempo, para todas las franjas etarias. De esa manera, puede aparecer una sinergia que contribuya a afianzar al mercado.
El Estado puede contribuir con medidas fiscales que fomenten la creación de empleos. Paralelamente, deben haber compromisos, formales y tácitos, desde los empleadores para crear puestos en blanco y decentes y que, definitivamente, se erradique la informalidad que atenta contra la dignidad de las personas. En este aspecto, la capacitación y la intermediación pueden ser caminos alternativos hacia el objetivo de afianzar la empleabilidad en la Argentina. Particularmente para sacar a los más jóvenes de lo que el mercado ha denominado la “Generación ni” (ni trabajan, ni estudian). Actuar en conjunto ahora para superar problemas que pasan, con proyección de futuro para sostener el empleo.
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