Por Carlos Páez de la Torre H
16 Febrero 2015
JOSÉ DE SAN MARTÍN. El más antiguo de sus retratos, es esta miniatura que el anónimo pintor firmó con iniciales. la gaceta / archivo
Como es conocido, durante parte del año 1814, el general José de San Martín estuvo al mando del Ejército del Norte, estacionado en Tucumán. En su famosa biografía del prócer, Bartolomé Mitre apunta que, aunque llegó a tener una fuerza como de 3000 hombres, ella no era consistente para medirse con el disciplinado y victorioso ejército realista. Se mantuvo, entonces, en actitud defensiva.
Dice Mitre que el enemigo “no llegó a penetrar los planes de San Martín sino muy tarde, ni a conocer con exactitud el número de sus fuerzas, tal fue el misterio de que se rodeó y tal la decisión del país”. Para “aumentar este prestigio y darse un punto de apoyo, hiriendo a la vez la imaginación de amigos y enemigos, dispuso, a inmediaciones de la ciudad de Tucumán, la construcción de un campo atrincherado”.
Ese campo “con el nombre de Ciudadela, se ha hecho célebre en los fastos argentinos”. Con la Ciudadela mostraba San Martín que estaba decidido a sostener su posición a todo trance, “infundiendo confianza a unos e imponiendo respeto a otros; evitaba la deserción que lo devoraba; secuestraba a su ejército del contacto de las poblaciones y, envuelto en el misterio, abultaba el número de sus tropas, preparándose igualmente a la defensiva o a la ofensiva, caso de ser atacado”.
Agrega que “nadie vio nunca salir fuerzas de aquel recinto inviolable, y con frecuencia entraban a él gruesos destacamentos que acudían de diversos puntos, y que se computaban como otros tantos refuerzos. Eran los mismos soldados que salían durante la noche, se engrosaban con algunos reclutas, y al cabo de varios días regresaban al campo atrincherado, figurando un nuevo contingente”.
Dice Mitre que el enemigo “no llegó a penetrar los planes de San Martín sino muy tarde, ni a conocer con exactitud el número de sus fuerzas, tal fue el misterio de que se rodeó y tal la decisión del país”. Para “aumentar este prestigio y darse un punto de apoyo, hiriendo a la vez la imaginación de amigos y enemigos, dispuso, a inmediaciones de la ciudad de Tucumán, la construcción de un campo atrincherado”.
Ese campo “con el nombre de Ciudadela, se ha hecho célebre en los fastos argentinos”. Con la Ciudadela mostraba San Martín que estaba decidido a sostener su posición a todo trance, “infundiendo confianza a unos e imponiendo respeto a otros; evitaba la deserción que lo devoraba; secuestraba a su ejército del contacto de las poblaciones y, envuelto en el misterio, abultaba el número de sus tropas, preparándose igualmente a la defensiva o a la ofensiva, caso de ser atacado”.
Agrega que “nadie vio nunca salir fuerzas de aquel recinto inviolable, y con frecuencia entraban a él gruesos destacamentos que acudían de diversos puntos, y que se computaban como otros tantos refuerzos. Eran los mismos soldados que salían durante la noche, se engrosaban con algunos reclutas, y al cabo de varios días regresaban al campo atrincherado, figurando un nuevo contingente”.
Lo más popular