Nisman golpea dos veces: su fantasma se corporizó en la imputación de Pollicita

Nisman golpea dos veces: su fantasma se corporizó en la imputación de Pollicita

Por Hugo Grimaldi, columnista de DYN.

15 Febrero 2015
El fantasma del fiscal Alberto Nisman se hizo visible el viernes en el requerimiento de instrucción y en la dura imputación jurídica alrededor de un imprescriptible “crimen de lesa humanidad”, que le realizó a la presidenta Cristina Fernández su colega Gerardo Pollicita y el país volvió a temblar.

En las redacciones de los diarios suele decirse que cuando dos trenes chocan de frente hay un solo titular posible: “Dos trenes chocaron de frente”. Por devastadora y dolorosa, necesariamente una situación así debe graficarse periodísticamente del modo más sencillo posible. Luego, habrá tiempo para exponer los motivos, calibrar las consecuencias y hacer las interpretaciones. Y entre éstas, hay que observar cuánto ha calado en la gente tamaño drama.

Pues bien, en el caso de la firma del Memorándum con Irán para cambiar la metodología de la investigación de la causa AMIA, la presidenta Cristina Kirchner no sólo ha soportado un topetazo destructivo mayúsculo en materia política cuando salió a la luz la denuncia hace un mes, sino que tuvo algunos traspiés propios que potenciaron aún más su vulnerabilidad de imagen.

Para colmo de males para ella, el “nosotros” y el “ellos” explícito de su aparición del miércoles, que remitió a lo peor de lo peor del primer peronismo, justamente el motivo por el cuál muchos adherentes de entonces se entristecieron por entonces, pero no movieron un solo dedo cuando llegó el golpe de 1955, la bajó un poco más en la consideración pública.

Justamente, una parte de la sociedad que marchará el 18 pretende marcar con un silencio que se escuche el sentimiento de bronca que le generó la expresión presidencial.

La búsqueda de enemigos
Ya se sabe que el kirchnerismo siempre jugó con la búsqueda de opuestos y con los enemigos de ocasión para mostrarse belicoso y activo y que lo sigue haciendo inclusive con el mundo, los buitres y las corporaciones. Nada nuevo, ya que de lo que se trata es de encolumnar y de subirle la moral a la tropa, pero nunca algo tan tajante que, en definitiva, parece que termina de alejarla de muchos más de aquellos “40 millones de argentinos” que menciona la locutora oficial (aunque habría que decirle al Gobierno que hoy esa cifra es de al menos 43 y algo de millones).

El nuevo impacto de frente con el tren de la realidad le sucedió a la Presidenta dos días después de aquella arenga, que habrá sido muy linda para quienes bailaban dentro de la Casa Rosada, pero que resultó desdorosa para muchos argentinos.

Fue el viernes cuando Pollicita presentó el pedido judicial basado en la denuncia de Nisman. Mucho menos agresivo que su colega muerto, sobre todo en materia de cargar las tintas sobre el papel de la Presidenta, el contundente escrito que le elevó al juez federal Daniel Rafecas, tiene dos partes bien diferenciadas.

En la primera, que abreva en los argumentos de Nisman en relación al “plan criminal de impunidad” (que Pollicita matiza denominándolo “plan encubridor”), el fiscal relató los hechos denunciados y puso la mira en los imputados, a partir de una carátula que se inicia con un conmocionante “Fernández de Kirchner, Cristina y otros sobre Encubrimiento”.

Parte de la convulsión que se ha producido tiene que ver con el frío que no termina de correrle por la espalda a muchos ciudadanos, al menos a quienes no están en la periferia del círculo rojo de aquellos que tienen un alto interés institucional. Sin que la imputación implique acusación, procesamiento o condena, quién hubiese dicho que aquella Presidenta que consiguió sumar 54% de las voluntades iba a terminar sus dos mandatos con tamaño baldón, se preguntan.

El conglomerado “otros” incluyó, de modo primordial, al canciller Héctor Timerman, al diputado nacional Andrés Larroque y a una serie de personajes periféricos, aunque con preponderancia en las negociaciones con Irán, como “Luis Ángel D’Elia, Fernando Esteche, Jorge Alejandro ‘Yussuf’ Khalil, el ex fiscal federal Héctor Luis Yrimia y un sujeto identificado como ‘Allan’ que sería Ramón Allan Héctor Bogado”.

Dos kirchnerismos
En ese primer tramo, casi como una divisoria de aguas entre los dos períodos del kirchnerismo y como un gran signo de interrogación sobre la capacidad de la Presidenta para manejar un tema tan delicado de un modo tan poco institucional, Pollicita destacó también “la actitud adoptada en forma inquebrantable por Néstor Kirchner quien -durante su presidencia- no solo llevó el caso a la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, sino que rechazó rotundamente todos los ofrecimientos de Teherán, siempre destinados a acordar una salida políticamente negociada a esta cuestión, netamente judicial”.

En la segunda parte de la presentación al juez, que apunta a cuestiones más técnicas, como el encuadre legal de los hechos, el fiscal sostuvo como tesis sobre lo que se imputa que el encubrimiento”no tiene por qué concretarse para que sea un delito y que basta la intención. También señaló que en este caso la situación se agrava “por la especial gravedad del hecho precedente” (el atentado) y porque están involucrados funcionarios.

El requerimiento contiene hacia el final una frase lapidaria que se adentra en la relación tirante que existe entre el kirchnerismo y el Poder Judicial: “la actividad de la administración de justicia en la individualización de los autores y partícipes de delitos puede verse perturbada por la conducta del encubridor”, en este caso por futuras jugadas del Gobierno que Pollicita no precisó, aunque abrió el paraguas de la advertencia.Persuadido (o avisado) de lo que iba a presentar el fiscal, el kirchnerismo hizo una jugada previa el jueves, más allá de las declaraciones críticas que en la mañana del viernes daban por efectuada la imputación del fiscal. Así, Aníbal Fernández y Jorge Capitanich compitieron en la altisonancia y respectivamente llenaron los micrófonos de expresiones que apuntaban a denunciar “una clara maniobra de desestabilización antidemocrática” o “la operación más voluminosa de golpismo judicial activo que conozca la historia argentina”.

El día anterior los canales oficiales difundieron un escrito de defensa que iba a realizar al día siguiente ante el juzgado de Rafecas la Procuración del Tesoro, una especie de contrarréplica a Nisman y a lo que iba a presentar luego Pollicita: “no existe prueba alguna que demuestre la existencia de conductas atribuibles a la Presidente de la Nación o a funcionarios del Gobierno Nacional”, dijo Angelina Abbona, devenida en defensora de Cristina y ya no del Estado.

La respuesta oficial
Según prometieron los medios oficialistas, el escrito de descargo iba a contener las “pruebas” necesarias para desvincular a la Presidenta. Sin embargo, en lo que se pudo leer se repitieron los argumentos que el oficialismo esgrimió desde el minuto uno de la denuncia de Nisman.

La presentación detalló lo sabido: que el Memorándum lo aprobó el Congreso, que las alertas rojas que impedían la circulación de los ciudadanos iraníes no habían sido levantadas por Interpol, porque no hubo “ninguna actuación del gobierno argentino” que lo solicitara (algo que Nisman atribuía al “apego a la legalidad” de la policía internacional) y que nunca se pensó en cuestiones comerciales (petróleo por granos, tal como se revela en una escucha), ya que así lo habían afirmado los “informes técnicos producidos por los ministerios de Planificación Federal, de Economía y la AFIP”.

En su constante trabajo de editar la realidad, lo que siempre ha buscado el kirchnerismo es que los medios maquillen todas las situaciones que lo dejan mal parado con giros que le permitan mostrarse en situación ganadora. O bien porque cierta soberbia los lleva a la subestimación o quizás por su poca calidad profesional, los estrategas de la comunicación oficial suponen que la gente no se da cuenta de esas cosas. De allí, su tirria con la prensa independiente y ahora, cuando la Justicia no alineada es la que se juega por respaldar con una marcha una investigación tan terrible, sus integrantes son tan “golpistas” como los medios.

La marcha de silencio es todo un karma para el Gobierno y se ha hecho de todo para desarmarla, desde descalificaciones variadas a sus organizadores hasta catalogarla de “política” y “opositora”. Y esto será así, necesariamente, porque el propio Gobierno y la Presidenta en primer lugar, han sido sus principales convocantes.

Al “ellos” y al “nosotros” y a la contraposición entre “el canto” y “el silencio” de aquella noche en los balcones de la Rosada, ahora Cristina le agregó desde el sur el “terco empecinamiento en brindar alegría”, algo opuesto a la “tristeza” que otros buscan instalar.

Seguramente, la caminata del 18 será triste, por Nisman, por la Justicia y por las instituciones. Tan llena de preocupación y congoja como aquella otra marcha del 6 de abril de 2008, en París, cuando desde la Plaza de la Opera hasta la Asamblea Nacional, en un domingo muy frío y brumoso, cuentan las crónicas, Cristina recorrió las calles de París para pedir por la liberación de la colombiana Ingrid Betancourt, secuestrada por las FARC, en triste silencio. Justo lo mismo que ahora desdeña.

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