Stephanie Nebehay - Reuters
Ataques de alto perfil -como el secuestro de 300 estudiantes a manos de Boko Haram, en Nigeria- y el tiroteo a Malala Yousafzai en Pakistán son una fracción de lo que soportan las niñas que intentan obtener una educación, sostiene la oficina de derechos humanos de la ONU.
Muchos de los ataques se dan en nombre de la religión o la cultura, aunque otros están relacionados con las pandillas, sobre todo en El Salvador y otras partes de América Central, explicó Verónica Birga, jefa de la sección de derechos humanos femeninos y género.
Ese tipo de violencia está en aumento, según el reporte de la ONU que señala ataques con ácido y envenenamientos cometidos por los talibanes en Pakistán y Afganistán; niñas de una escuela cristiana de India secuestradas y violadas en 2013; y niñas somalíes sacadas de la escuela y obligadas a casarse con combatientes de al Shabaab en 2010.
“Los ataques contra niñas que acceden a la educación persisten y, de forma alarmante, parecen ocurrir con mayor regularidad en algunos países -observa el reporte-. En muchos casos, esos ataques forman parte de un patrón más amplio de violencia, desigualdad y discriminación”.
Muchos de los ataques, registrados en en al menos 70 países entre 2009 y 2014, implicaron violación y secuestro. En Mali, Sudán, Irak, Afganistán y Pakistán un código de vestimenta muy estricto ha sido impuesto mediante la violencia, incluyendo la violencia sexual contra niñas escolares.
Algunos ataques se basaron en la oposición a la educación de las niñas como un medio de cambio social y otros porque las escuelas son vistas como una imposición de valores occidentales como la igualdad de género, apuntó Birga.
Privar a las niñas de educación tiene graves repercusiones. Están más expuestas a matrimonios infantiles y matrimonios forzados, al tráfico de personas y a las peores formas de trabajo infantil.