Susan Sontag, pensadora rebelde

Susan Sontag, pensadora rebelde

El 28 de diciembre pasado se cumplieron diez años de su muerte. La fecha es una buena excusa para recorrer la obra de una de las más grandes escritoras norteamericanas

08 Febrero 2015

Por Fabián Soberón - Para LA GACETA - Tucumán

Contra la interpretación inicia el periplo intelectual de Susan Sontag como ensayista y prefigura la obra futura. Todos sus escritos tienen una fecha y eso es una marca no solo temporal sino también filosófica. Sontag escribe una filosofía en la historia y su pensamiento lidia con las operaciones del tiempo. Pero el sello generacional no es una mácula ni un virus. Se trata de un pensamiento que está situado: en el torbellino de la historia, Sontag piensa los fenómenos y las formas del arte y la política.

En Ante el dolor de los demás, analiza las imágenes que van de las pinturas de Goya a la guerra del Golfo. En ellas encuentra un motivo para hacer lo que todo buen pensador hace: preguntas. Sontag interroga a las imágenes y se interroga a sí misma. ¿Cuál es el límite ético para una foto? ¿Desde cuándo disfrutamos del dolor de los demás? ¿Por qué soportamos la crueldad en una pintura y no en una fotografía?

Sobre el pensamiento de Cioran sostiene que ha elegido seguir las ideas de Nietzsche cien años después. ¿Por qué Cioran repite ideas que ya han sido pensadas? Sontag defiende la escritura desoladora del rumano y muestra cómo hacer filosofía sin los resortes aburridos de la academia.

En Viaje a Hanoi escribe el relato de su periplo por Vietnam y su crónica es un ensayo sobre las atrocidades del imperio norteamericano en tierras asiáticas, una reflexión sobre la forma cínica y terrible de la guerra. Como dice en Ante el dolor de los demás: la percepción moderna cree que la paz es un estado normal y que la guerra es la excepción. La historia muestra que es exactamente al revés. La paz es un estado de excepción.

Estética y política

Los enlaces, las rupturas y los conflictos entre estética y política son claves en sus ensayos. Sontag escudriña en las relaciones entre cine y nazismo, filosofía y sensibilidad, la difusión de una nueva estética y el cine de vanguardia, la guerra como una forma bastarda de la política y la negación del abuso de la interpretación. En cada uno de los textos, Sontag despliega un uso específico y a la vez analítico de la racionalidad, ese uso que atiende a las condiciones subjetivas del pensamiento personal pero también al contexto en el que surge una pieza o una situación artística o al uso material de un artefacto. El pensar de Sontag alterna el análisis minucioso y la reflexión filosófica, la morosa discusión de una idea y los alcances de una “nueva” cosa. Su mente examina con igual atención sensibilidades, arte, dispositivos, filosofías, situaciones límites: “la enfermedad y sus metáforas”. En todos los fenómenos, Sontag encuentra la forma de ver que revela un costado insospechado o una conexión impensada. Justamente, Sontag piensa el mundo como si el pensamiento fuera una actividad que no tiene fronteras ni en la forma ni en el tema. Creo que Sontag encarna la actitud del filósofo que querían Nietzsche y Benjamín: el filósofo como alguien que no tiene reparos ante lo nimio del objeto, que no encuentra barreras en los puntos de partida. Los puntos de partida no son Dios ni la eternidad. Para Sontag un objeto histórico o una situación excepcional son motivos suficientes para la reflexión. En un sentido, Sontag encarna una forma diferente y rebelde del humanismo. Puede mirar no desde el panóptico sino desde la llanura de la ciudad y del tiempo: Sontag se enfrenta a la modernidad en sus complejidades. Quizás ella sea una de las pocas pensadoras que observa con optimismo y pesimismo –a la vez– los diferentes costados del complejo mundo moderno. No se deja vencer por el dictamen apocalíptico ni por la fácil esperanza. Sus análisis suelen enhebrar la mirada lúcida y penetrante y la proyección valorativa. Es hija de su tiempo, como todos, pero ella ha decidido hacer uso de los valores de su generación y ha pensado a la cultura desde una perspectiva política. Esa exploración –y el ensayo es la mejor forma para los desvíos y los excursos– le exige al arte una extraña expectativa de futuro.

Para Sontag, el pensamiento es una forma del arte. Sus especulaciones expanden el horizonte, nos hacen ver zonas imposibles.

© LA GACETA

Fabián Soberón - Escritor, profesor de Teoría y Estética del Cine.

Publicidad
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios