Por LA GACETA
04 Febrero 2015
Hace pocos días, en el reportaje a un profesional que reside en Tafí del Valle, éste puso el acento en la necesidad de velar por el frágil ecosistema de ese bello paraje veraniego, que es sin duda el punto turístico más importante de la provincia. Señaló que la especulación inmobiliaria de San Miguel de Tucumán se ha trasladado, lamentablemente, a ese punto.
Se trata de algo que está a la vista de cualquiera. En Tafí (y qué decir en el cercano El Mollar) se edifica en forma desenfrenada, de cualquier modo y en cualquier parte, sin que parezcan existir normativas que regulen esa fiebre de levantar paredes. Hormiguean, por donde se mire, tanto las viviendas como los establecimientos comerciales del más diverso tipo, instalados sin más reglas que las que sus dueños se fijan a sí mismos.
Esto genera daños de una vasta magnitud. Se vulnera gravemente el paisaje, se suscitan serios inconvenientes en los servicios públicos y se desencadena esa contaminación, característica de los centros urbanos, que a toda costa debiera evitarse en las zonas a que aludimos.
No es la primera vez que alertamos, en notas de opinión, sobre este fenómeno que ya ha afectado seriamente a Tafí del Valle, y que amenaza afectarlo aún mucho más en el futuro inmediato. Hay que tener en cuenta que, cuando estas cuestiones adquieren cierta entidad y permanencia, su corrección se hace prácticamente imposible. Recordamos que, en algún momento de la década de 1960, se confeccionó un plan regulador del crecimiento de la villa. Claro que esa normativa, como es tan frecuente entre nosotros, solamente tuvo vigencia en el papel.
Es hora, nos parece, de que se encare con seriedad un ordenamiento racional para el proceso de crecimiento de Tafí del Valle. Si en muchos casos ya no podrá operarse sobre los hechos consumados, siquiera será posible encauzar debidamente el inquietante proceso.
Por otro lado, la explosión turística de Tafí del Valle, con ser asombrosa, no debe engañarnos con respecto a lo que verdaderamente significa, en el cuadro total de la provincia. De acuerdo a lo que manifiesta el titular del Ente Tucumán Turismo, en términos de ocupación hotelera, Tucumán ha crecido apenas un 4 por ciento en comparación con el año pasado. El dato significa que estamos muy atrás respecto del crecimiento operado en otras provincias de la región, también según estimaciones oficiales: Salta exhibe un 10 por ciento; Jujuy, un 26 por ciento y Santiago del Estero, un 50 por ciento.
Es decir que, en ese terreno, todavía es mucho lo que nos falta por avanzar. Deben entonces planificarse estrategias más eficaces para que los viajeros lleguen a nuestra provincia y permanezcan en ella, regalándose el disfrute de sus paisajes, de su gente y de los testimonios de su historia.
Pero no lo hemos de lograr, si no planificamos simultáneamente el modo de que, en nuestros centros veraniegos, la oferta para el turista no se formalice afectando sus valores paisajísticos y ecológicos, en un fenómeno sobre el cual, repetimos, es muy difícil operar retrocesos. Creemos que Tucumán, con su brillante tradición universitaria en temas de arquitectura y urbanismo, tiene expertos capaces de plantear seriamente un nuevo y positivo rumbo en este orden.
Se trata de algo que está a la vista de cualquiera. En Tafí (y qué decir en el cercano El Mollar) se edifica en forma desenfrenada, de cualquier modo y en cualquier parte, sin que parezcan existir normativas que regulen esa fiebre de levantar paredes. Hormiguean, por donde se mire, tanto las viviendas como los establecimientos comerciales del más diverso tipo, instalados sin más reglas que las que sus dueños se fijan a sí mismos.
Esto genera daños de una vasta magnitud. Se vulnera gravemente el paisaje, se suscitan serios inconvenientes en los servicios públicos y se desencadena esa contaminación, característica de los centros urbanos, que a toda costa debiera evitarse en las zonas a que aludimos.
No es la primera vez que alertamos, en notas de opinión, sobre este fenómeno que ya ha afectado seriamente a Tafí del Valle, y que amenaza afectarlo aún mucho más en el futuro inmediato. Hay que tener en cuenta que, cuando estas cuestiones adquieren cierta entidad y permanencia, su corrección se hace prácticamente imposible. Recordamos que, en algún momento de la década de 1960, se confeccionó un plan regulador del crecimiento de la villa. Claro que esa normativa, como es tan frecuente entre nosotros, solamente tuvo vigencia en el papel.
Es hora, nos parece, de que se encare con seriedad un ordenamiento racional para el proceso de crecimiento de Tafí del Valle. Si en muchos casos ya no podrá operarse sobre los hechos consumados, siquiera será posible encauzar debidamente el inquietante proceso.
Por otro lado, la explosión turística de Tafí del Valle, con ser asombrosa, no debe engañarnos con respecto a lo que verdaderamente significa, en el cuadro total de la provincia. De acuerdo a lo que manifiesta el titular del Ente Tucumán Turismo, en términos de ocupación hotelera, Tucumán ha crecido apenas un 4 por ciento en comparación con el año pasado. El dato significa que estamos muy atrás respecto del crecimiento operado en otras provincias de la región, también según estimaciones oficiales: Salta exhibe un 10 por ciento; Jujuy, un 26 por ciento y Santiago del Estero, un 50 por ciento.
Es decir que, en ese terreno, todavía es mucho lo que nos falta por avanzar. Deben entonces planificarse estrategias más eficaces para que los viajeros lleguen a nuestra provincia y permanezcan en ella, regalándose el disfrute de sus paisajes, de su gente y de los testimonios de su historia.
Pero no lo hemos de lograr, si no planificamos simultáneamente el modo de que, en nuestros centros veraniegos, la oferta para el turista no se formalice afectando sus valores paisajísticos y ecológicos, en un fenómeno sobre el cual, repetimos, es muy difícil operar retrocesos. Creemos que Tucumán, con su brillante tradición universitaria en temas de arquitectura y urbanismo, tiene expertos capaces de plantear seriamente un nuevo y positivo rumbo en este orden.
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