Por Marcelo Aguaysol
01 Febrero 2015
EN LA GACETA. Cada vez que venía a Tucumán, Bulat visitaba la redacción. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL (ARCHIVO)
La economía corre por nuestras venas. Los argentinos estamos acostumbrados a tomar decisiones económicas pero, como él solía decir, es fundamental separar las conductas impulsivas de las otras, las racionales, las que pueden trazar un camino hacia finanzas más ordenadas...y previsibles. Para los periodistas que solemos escribir sobre Economía, diariamente, se nos presenta un doble desafío: interpretar lo que técnicamente nos transmiten los expertos y volcarlos luego -lo más comprensiblemente posible- al lenguaje del ciudadano común, que busca respuestas a sus dramas económicos. Tomás Bulat tuvo la facilidad de cumplir ese rol, de economista y periodista.
Anteponía su espíritu docente con esa mezcla de showman de coloquios y seminarios que levantaba hasta al más aburrido. “Disfruta (de las vacaciones) que te espera un año de mucho trabajo”, me había transmitido, hace unas semanas, por Whatsapp. El destino frenó ayer su carrera, a la altura de la localidad bonaerense de Ramallo, en la ruta nacional 9 que une Rosario con Buenos Aires. Un accidente dejó a la Argentina sin uno de los más carismáticos conferencistas. Bulat, que tenía 50 años y tres hijos, viajaba como pasajero en un automóvil Peugeot 408 que chocó contra la parte trasera de un camión “entre las 2.20 y 2.30” de la mañana de ayer y, según informaron fuentes policiales, la tragedia quedó caratulada como “homicidio culposo”, dirá la crónica.
Pero Tomás sigue aquí, entre nosotros, con definiciones aplicables a la vida cotidiana. Como las que volcó en las redes sociales y en sus libros “Economía Descubierta” y “La Economía de la vida”. Como aquella que usaba para explicar lo que era el PBI. “Pensá que el mejor economista es aquel que logra predecir mejor el comportamiento de la sociedad”, sostenía.
Bulat nació el 12 de septiembre de 1964 en Buenos Aires. Se graduó en la UBA como economista y realizó un posgrado en la Universidad Federal de Río de Janeiro. También obtuvo un Master de Queen Mary and Westfield College & ILAS, de la Universidad de Londres. Fue director de TB & Asociados y conducía, por TV, “El Inversor”, con el que ganó un Martín Fierro, ese que aparece en la foto de su WhatsApp, que quedó congelado -para siempre- en las 23:06 del viernes. Tomás era un amigo, de esos que se sentaban a tomar un café sin importar que, minutos después, debía dar una charla ante centenares de ejecutivos. Y te escuchaba, como esos hermanos que te regala la vida. Un gran tipo.
Anteponía su espíritu docente con esa mezcla de showman de coloquios y seminarios que levantaba hasta al más aburrido. “Disfruta (de las vacaciones) que te espera un año de mucho trabajo”, me había transmitido, hace unas semanas, por Whatsapp. El destino frenó ayer su carrera, a la altura de la localidad bonaerense de Ramallo, en la ruta nacional 9 que une Rosario con Buenos Aires. Un accidente dejó a la Argentina sin uno de los más carismáticos conferencistas. Bulat, que tenía 50 años y tres hijos, viajaba como pasajero en un automóvil Peugeot 408 que chocó contra la parte trasera de un camión “entre las 2.20 y 2.30” de la mañana de ayer y, según informaron fuentes policiales, la tragedia quedó caratulada como “homicidio culposo”, dirá la crónica.
Pero Tomás sigue aquí, entre nosotros, con definiciones aplicables a la vida cotidiana. Como las que volcó en las redes sociales y en sus libros “Economía Descubierta” y “La Economía de la vida”. Como aquella que usaba para explicar lo que era el PBI. “Pensá que el mejor economista es aquel que logra predecir mejor el comportamiento de la sociedad”, sostenía.
Bulat nació el 12 de septiembre de 1964 en Buenos Aires. Se graduó en la UBA como economista y realizó un posgrado en la Universidad Federal de Río de Janeiro. También obtuvo un Master de Queen Mary and Westfield College & ILAS, de la Universidad de Londres. Fue director de TB & Asociados y conducía, por TV, “El Inversor”, con el que ganó un Martín Fierro, ese que aparece en la foto de su WhatsApp, que quedó congelado -para siempre- en las 23:06 del viernes. Tomás era un amigo, de esos que se sentaban a tomar un café sin importar que, minutos después, debía dar una charla ante centenares de ejecutivos. Y te escuchaba, como esos hermanos que te regala la vida. Un gran tipo.
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