01 Febrero 2015
“Se está perdiendo el compromiso con el teatro”
Es el más destacado autor y director de musicales de nuestro país. Aquí repasa algunos de los hitos de su carrera y habla de sus proyectos. También analiza la situación de la actividad teatral en la Argentina. Señala a la desculturización, la televisión y el mayor apego a lo material como factores que explican los cambios que marcan a su oficio
LAS TABLAS VS. LA PANTALLA. El oficio es necesario. Se está perdiendo y eso es una lástima. La televisión colabora negativamente. Es una trituradora”. FOTO DE edicionesb-argentina.com
- ¿Empezaste hará unos 20 años o más con Aquí no podemos hacerlo?
- Yo empecé el teatro hace 49 años, 50 voy a cumplir ya. Esa fue mi primera obra que trascendió, en el 78.
- ¿Y antes?
- Había hecho en el 71 Universexus en el San Martín. Había empezado en un garage, en un edificio en construcción en Mar del Plata, ahí al lado de la costa, que me había prestado el dueño de un hotel. Hice mi primer espectáculo y de ahí no paré de hacer, y de hacer, y de hacer. Y ahora sigo haciendo.
- ¿Siempre en lo musical?
- No. Marica no es un musical.
- Nunca elogio a los entrevistados, pero en este caso debo decirte que me sorprendió tu actuación. Un gran histrionismo. En el mejor sentido de la palabra.
- Muchas gracias. Ahora estoy muy entusiasmado con El hombre de La Mancha, que hemos estrenado en el Maipo. Es una interpretación del Quijote que no hace hincapié en su presunta locura sino en el aspecto humano. No necesito decirte que lo considero un personaje de una gran profundidad.
- Veo que estás metiéndote en la actuación con más frecuencia.
- Sí, aunque parezca un lugar común, me gusta ese tipo de desafíos. Casi todos los papeles que he experimentado son muy ricos y muy complicados.
- Después de tantos años volvés a trabajar con Cecilia Milone.
- Sí. Nunca he trabajado con Cecilia. La he dirigido. Ha hecho Drácula… Y llegamos a ser íntimos amigos. Para mí es como una hija. Pero nunca hemos trabajado juntos. Esta es la primera vez que vamos a estar cara a cara, y es muy emocionante, para mí y para ella. El hecho de poder pisar juntos un escenario…
- ¿Hace mucho que tenías esta obra en tus planes?.
- Es una novela que siempre me fascinó y luego de haber hecho Marica, y después. en seguida de hacer Priscilla… Me dieron el Hugo, el ACE, etc. Y me dieron ganas de seguir actuando. Después de El hombre de la Mancha voy a volver a Drácula, que cumple 25 años.
- ¿Te sentís muy reconocido con respecto a Lectoure?
- Lectoure fue quien me cambió la vida, digamos. Al aceptar producir Drácula actuó contra la opinión de todo el mundo. Todos decían que era un delirio porque yo no era un director comercial y que en el Luna cabían 5.000 personas… Pero él se mantuvo firme. Fue muy mágico. Me cambió la vida en todos los aspectos. En lo profesional, porque después de Drácula el reconocimiento fue muy importante. También en lo económico…Te aseguro que la vida me ha dado muchas cosas. (Reflexiona). Muchas cosas. Una de ellas fue la posibilidad de hablar sobre mis convicciones en el Senado de la Nación, y por eso obtener la ciudadanía ilustre.
- Representaste ahí, tengo entendido.
- Hice un fragmento de Marica. El que consideré era apropiado para lo que yo proponía o yo pienso, sobre la defensa en contra de la discriminación. No sólo sobre la orientación sexual, sino de todo tipo de discriminación. Que es de lo que trata Marica.
- Supongo que debe de haber sorprendido a mucha gente. No es una cosa muy común una actuación teatral en un Parlamento buscando apoyar una ley, más que eso, una posición frente a la vida. ¿Como cayó?
- ¿En el Senado? Bueno, ayudó bastante a que la ley se promulgara. Entiendo que haya gente que no esté de acuerdo. Me parece bien que manifiesten su desacuerdo, vivimos en democracia, tenemos derecho a opinar como a cada uno le de la gana. Puedo opinar azul, o verde, ser kirchnerista, o no serlo. Yo opiné eso y creo que ayudó a pensar. Por eso me dieron el galardón no solo de ciudadano ilustre sino también la Mención de Honor Senador Domingo Faustino Sarmiento, que es el mayor que da el Senado a un ciudadano argentino, por mi pelea cívica, por mi actitud como ciudadano. Eso me conmueve mucho...
- Yo me acuerdo de una obra donde ahí me pareció que tenías pasta de actor, que era Los Borgia.
- ¿Te acordás de eso? Era tan fantástico. En el teatro de San Telmo. Sí. Yo de chiquito quería estudiar para Papa. Entonces escribí una obra, Los Borgia, donde el jefe de esa gran familia es el Papa, Alejandro VI. A mi me encantó hacer de Papa, porque así cumplí mi fantasía de serlo. Era una obra muy ambiciosa. 65 personas de elenco. Los hacía arrodillar todo el tiempo, porque así me sentía Papa (reímos). Una maravillosa experiencia. Agradezco que lo recuerdes.
- Había un clima mágico. El color de la escenografía, la sala que no era nada grande.
- Es cierto, era mágico. Pero ahora, lamentablemente, ya no funciona como teatro.
- ¿Cómo fue el encuentro con Mahler?
- Por casualidad porque yo estaba haciendo la primera versión de Calígula en el 83 y necesitaba un arreglador, y una amiga en común me dice que hay un chico joven que trabaja en una casa de de venta de instrumentos, buen músico. Entonces fui, hablé con él. Le di un material para que hiciera un arreglo y esa misma noche estaba hecho. Eso me impactó, ¿no? Como debe ser. Me gustó mucho, y desde entonces hemos estado juntos.
- ¿Mireya?
- Mireya es deliciosa, es un espectáculo tan bello…Un personaje mítico. No se sabe bien de dónde viene, misteriosa… Me atrajo mucho ese misterio. Escribí un texto que me parecía y me parece muy atractivo. Ahí es donde Mahler compuso una partitura que me dejó muy sorprendido porque no sabía que escribía tan bien tangos. Tuvo muy buena crítica y está de gira. Ahora va a Tucumán.
- ¿Qué opinás del Drácula de Coppola?
- Mirá, me parece mucha casualidad. Nosotros escribimos Drácula en el 91. Él lo hace en el 94. Es una historia igual a la mía, casi. Si hubiese sido al revés, habrían dicho “Pepe plagió a Coppola”, pero como no fue así, nadie dice “Coppola plagió a Pepe”. Yo no creo que él hubiera copiado, o de pronto, si a él le hubieran mandado un video y le hubiera parecido interesante la propuesta… porque es igual, lo es prácticamente. Me causó mucha gracia. Me acuerdo que el día del estreno de la de Coppola, en Nueva York, yo estaba justamente allí y volvía esa misma noche para Buenos Aires. Entonces el jefe de la aerolínea apareció, muy gentil, y yo le regalé un CD de la obra. Al rato vino una señorita que se presenta como la secretaria de fulano de tal, que era este hombre, y traía el CD. “Mire, yo soy tan admiradora suya ¿Me podrá firmar el CD? Porque esta noche voy a ver su película”. Entonces le escribí “Muchas gracias, Francis Ford Coppola”, no le iba a romper la ilusión a la pobre mujer ¿Pero nunca habrá pensado ella “por qué este hombre se irá a Buenos Aires la noche de su estreno?”
- (Reímos). ¿Nunca hablaste con Coppola?
- No. Yo he conocido de afuera a poca gente. No soy muy sociable.
- No parece.
- No, soy educado. Que es distinto. (Reímos). No soy de ir a estrenos, fiestas… Soy un hombre muy reservado. Me gusta mucho mi casa, mi parque, mis perros, estar con mis amigos muy íntimos, ensayar, investigar… Eso me fascina. Pero no ir a conocer y demás. Hoy el mundo del teatro se ha modificado mucho. Para El hombre de la mancha elegí gente que ya conocía, con la que ya había trabajado. Ellos me dicen que de mí aprendieron la disciplina profunda del teatro, el compromiso hacia el teatro. Algo que tiene que ver con lo sacro del teatro. Eso, de alguna manera se está perdiendo.
- ¿A qué se debe este cambio, este descenso tan grave?
- Hay muchos factores, desculturización, la televisión, la vida más material… ahora todo da igual. Eso hace que la gente llegue tarde o diez minutos antes a la función, que se cansen… Yo no podría trabajar de esa manera, preferiría retirarme. Desconozco ese teatro. Este mío es el que trato de vivir y hasta ahora lo logro, pero si se me hace muy dificultoso me iré a algún sótano. Por suerte puedo seguir haciéndolo con mucho placer.
- El año pasado en Buenos Aires se dieron mil espectáculos. Se supone que los buenos buenos pueden ser un cinco por ciento.
- No estoy tan seguro. Mirá que éste es un país muy surrealista Hay gente sumamente talentosa. Lo que pasa es que antes, cuando yo era muy joven, en los sótanos a los que íbamos, hacíamos funciones seis veces por semana. Hoy en día, a los chicos que van a teatros alternativos, les dan la oportunidad de una función por semana. Entonces, ¿cómo hace oficio un periodista si hace un reportaje cada tres meses? Estos chicos no es que no quieran, es que no pueden. El oficio es necesario. Se está perdiendo, y eso es una lástima. Y también la televisión colabora negativamente. Sí, sí. es una trituradora. No miro televisión, probablemente me pierda algunas cosas buenas, pero no puedo hacer otra cosa.
- El público se está modificando. En otra época se estrenaba Antonioni o Bergman en el Gran Rex. Ésa, según la gente que está cerca de mí, es una de mis grandes nostalgias. Ésa y todo lo que arrastra.
- Te comprendo. Todo eso que añorás lo hemos vivido y disfrutado, pero ahora no existe. Imaginate, el mismo Fellini, Visconti, Bergman, Truffaut… No iría ni su padre.
- Los jóvenes de ahora, si no es porque se dedican a una rama del espectáculo que les haya dado formación más o menos profunda, no conocen esas obras.
- No, ni saben quiénes son los autores. A los chicos que estudian conmigo teatro, por ejemplo, les pregunto: ¿quieren ser actores? Si, sí, queremos ser actores ¿Quieren subir a un escenario? Sí, sí. Todos quieren subir a un escenario. Pero no tienen ni idea cuando les pregunto quién es Discépolo, o Arlt. Shakespeare sí, todo el mundo sabe quién es aunque no lo hayan leído. No hay demasiada vocación de esfuerzo. Pero bueno, yo he luchado como un salmón, y sigo luchando.
- ¿Harías una obra de teatro griego? ¿Un musical?
Me encantaría. Lisístrata, de Aristófanes, que es divertida, tiene humor… Huelga sexual de las mujeres, protestando contra la guerra. Podría ser muy buena.
- ¿Nunca se te ocurrió?
- No, pero lo voy a pensar. Incluso es divertido tomar la historia para ubicarla en la actualidad.
© LA GACETA
Asher Benatar - Novelista, dramaturgo y artista plástico.
- Yo empecé el teatro hace 49 años, 50 voy a cumplir ya. Esa fue mi primera obra que trascendió, en el 78.
- ¿Y antes?
- Había hecho en el 71 Universexus en el San Martín. Había empezado en un garage, en un edificio en construcción en Mar del Plata, ahí al lado de la costa, que me había prestado el dueño de un hotel. Hice mi primer espectáculo y de ahí no paré de hacer, y de hacer, y de hacer. Y ahora sigo haciendo.
- ¿Siempre en lo musical?
- No. Marica no es un musical.
- Nunca elogio a los entrevistados, pero en este caso debo decirte que me sorprendió tu actuación. Un gran histrionismo. En el mejor sentido de la palabra.
- Muchas gracias. Ahora estoy muy entusiasmado con El hombre de La Mancha, que hemos estrenado en el Maipo. Es una interpretación del Quijote que no hace hincapié en su presunta locura sino en el aspecto humano. No necesito decirte que lo considero un personaje de una gran profundidad.
- Veo que estás metiéndote en la actuación con más frecuencia.
- Sí, aunque parezca un lugar común, me gusta ese tipo de desafíos. Casi todos los papeles que he experimentado son muy ricos y muy complicados.
- Después de tantos años volvés a trabajar con Cecilia Milone.
- Sí. Nunca he trabajado con Cecilia. La he dirigido. Ha hecho Drácula… Y llegamos a ser íntimos amigos. Para mí es como una hija. Pero nunca hemos trabajado juntos. Esta es la primera vez que vamos a estar cara a cara, y es muy emocionante, para mí y para ella. El hecho de poder pisar juntos un escenario…
- ¿Hace mucho que tenías esta obra en tus planes?.
- Es una novela que siempre me fascinó y luego de haber hecho Marica, y después. en seguida de hacer Priscilla… Me dieron el Hugo, el ACE, etc. Y me dieron ganas de seguir actuando. Después de El hombre de la Mancha voy a volver a Drácula, que cumple 25 años.
- ¿Te sentís muy reconocido con respecto a Lectoure?
- Lectoure fue quien me cambió la vida, digamos. Al aceptar producir Drácula actuó contra la opinión de todo el mundo. Todos decían que era un delirio porque yo no era un director comercial y que en el Luna cabían 5.000 personas… Pero él se mantuvo firme. Fue muy mágico. Me cambió la vida en todos los aspectos. En lo profesional, porque después de Drácula el reconocimiento fue muy importante. También en lo económico…Te aseguro que la vida me ha dado muchas cosas. (Reflexiona). Muchas cosas. Una de ellas fue la posibilidad de hablar sobre mis convicciones en el Senado de la Nación, y por eso obtener la ciudadanía ilustre.
- Representaste ahí, tengo entendido.
- Hice un fragmento de Marica. El que consideré era apropiado para lo que yo proponía o yo pienso, sobre la defensa en contra de la discriminación. No sólo sobre la orientación sexual, sino de todo tipo de discriminación. Que es de lo que trata Marica.
- Supongo que debe de haber sorprendido a mucha gente. No es una cosa muy común una actuación teatral en un Parlamento buscando apoyar una ley, más que eso, una posición frente a la vida. ¿Como cayó?
- ¿En el Senado? Bueno, ayudó bastante a que la ley se promulgara. Entiendo que haya gente que no esté de acuerdo. Me parece bien que manifiesten su desacuerdo, vivimos en democracia, tenemos derecho a opinar como a cada uno le de la gana. Puedo opinar azul, o verde, ser kirchnerista, o no serlo. Yo opiné eso y creo que ayudó a pensar. Por eso me dieron el galardón no solo de ciudadano ilustre sino también la Mención de Honor Senador Domingo Faustino Sarmiento, que es el mayor que da el Senado a un ciudadano argentino, por mi pelea cívica, por mi actitud como ciudadano. Eso me conmueve mucho...
- Yo me acuerdo de una obra donde ahí me pareció que tenías pasta de actor, que era Los Borgia.
- ¿Te acordás de eso? Era tan fantástico. En el teatro de San Telmo. Sí. Yo de chiquito quería estudiar para Papa. Entonces escribí una obra, Los Borgia, donde el jefe de esa gran familia es el Papa, Alejandro VI. A mi me encantó hacer de Papa, porque así cumplí mi fantasía de serlo. Era una obra muy ambiciosa. 65 personas de elenco. Los hacía arrodillar todo el tiempo, porque así me sentía Papa (reímos). Una maravillosa experiencia. Agradezco que lo recuerdes.
- Había un clima mágico. El color de la escenografía, la sala que no era nada grande.
- Es cierto, era mágico. Pero ahora, lamentablemente, ya no funciona como teatro.
- ¿Cómo fue el encuentro con Mahler?
- Por casualidad porque yo estaba haciendo la primera versión de Calígula en el 83 y necesitaba un arreglador, y una amiga en común me dice que hay un chico joven que trabaja en una casa de de venta de instrumentos, buen músico. Entonces fui, hablé con él. Le di un material para que hiciera un arreglo y esa misma noche estaba hecho. Eso me impactó, ¿no? Como debe ser. Me gustó mucho, y desde entonces hemos estado juntos.
- ¿Mireya?
- Mireya es deliciosa, es un espectáculo tan bello…Un personaje mítico. No se sabe bien de dónde viene, misteriosa… Me atrajo mucho ese misterio. Escribí un texto que me parecía y me parece muy atractivo. Ahí es donde Mahler compuso una partitura que me dejó muy sorprendido porque no sabía que escribía tan bien tangos. Tuvo muy buena crítica y está de gira. Ahora va a Tucumán.
- ¿Qué opinás del Drácula de Coppola?
- Mirá, me parece mucha casualidad. Nosotros escribimos Drácula en el 91. Él lo hace en el 94. Es una historia igual a la mía, casi. Si hubiese sido al revés, habrían dicho “Pepe plagió a Coppola”, pero como no fue así, nadie dice “Coppola plagió a Pepe”. Yo no creo que él hubiera copiado, o de pronto, si a él le hubieran mandado un video y le hubiera parecido interesante la propuesta… porque es igual, lo es prácticamente. Me causó mucha gracia. Me acuerdo que el día del estreno de la de Coppola, en Nueva York, yo estaba justamente allí y volvía esa misma noche para Buenos Aires. Entonces el jefe de la aerolínea apareció, muy gentil, y yo le regalé un CD de la obra. Al rato vino una señorita que se presenta como la secretaria de fulano de tal, que era este hombre, y traía el CD. “Mire, yo soy tan admiradora suya ¿Me podrá firmar el CD? Porque esta noche voy a ver su película”. Entonces le escribí “Muchas gracias, Francis Ford Coppola”, no le iba a romper la ilusión a la pobre mujer ¿Pero nunca habrá pensado ella “por qué este hombre se irá a Buenos Aires la noche de su estreno?”
- (Reímos). ¿Nunca hablaste con Coppola?
- No. Yo he conocido de afuera a poca gente. No soy muy sociable.
- No parece.
- No, soy educado. Que es distinto. (Reímos). No soy de ir a estrenos, fiestas… Soy un hombre muy reservado. Me gusta mucho mi casa, mi parque, mis perros, estar con mis amigos muy íntimos, ensayar, investigar… Eso me fascina. Pero no ir a conocer y demás. Hoy el mundo del teatro se ha modificado mucho. Para El hombre de la mancha elegí gente que ya conocía, con la que ya había trabajado. Ellos me dicen que de mí aprendieron la disciplina profunda del teatro, el compromiso hacia el teatro. Algo que tiene que ver con lo sacro del teatro. Eso, de alguna manera se está perdiendo.
- ¿A qué se debe este cambio, este descenso tan grave?
- Hay muchos factores, desculturización, la televisión, la vida más material… ahora todo da igual. Eso hace que la gente llegue tarde o diez minutos antes a la función, que se cansen… Yo no podría trabajar de esa manera, preferiría retirarme. Desconozco ese teatro. Este mío es el que trato de vivir y hasta ahora lo logro, pero si se me hace muy dificultoso me iré a algún sótano. Por suerte puedo seguir haciéndolo con mucho placer.
- El año pasado en Buenos Aires se dieron mil espectáculos. Se supone que los buenos buenos pueden ser un cinco por ciento.
- No estoy tan seguro. Mirá que éste es un país muy surrealista Hay gente sumamente talentosa. Lo que pasa es que antes, cuando yo era muy joven, en los sótanos a los que íbamos, hacíamos funciones seis veces por semana. Hoy en día, a los chicos que van a teatros alternativos, les dan la oportunidad de una función por semana. Entonces, ¿cómo hace oficio un periodista si hace un reportaje cada tres meses? Estos chicos no es que no quieran, es que no pueden. El oficio es necesario. Se está perdiendo, y eso es una lástima. Y también la televisión colabora negativamente. Sí, sí. es una trituradora. No miro televisión, probablemente me pierda algunas cosas buenas, pero no puedo hacer otra cosa.
- El público se está modificando. En otra época se estrenaba Antonioni o Bergman en el Gran Rex. Ésa, según la gente que está cerca de mí, es una de mis grandes nostalgias. Ésa y todo lo que arrastra.
- Te comprendo. Todo eso que añorás lo hemos vivido y disfrutado, pero ahora no existe. Imaginate, el mismo Fellini, Visconti, Bergman, Truffaut… No iría ni su padre.
- Los jóvenes de ahora, si no es porque se dedican a una rama del espectáculo que les haya dado formación más o menos profunda, no conocen esas obras.
- No, ni saben quiénes son los autores. A los chicos que estudian conmigo teatro, por ejemplo, les pregunto: ¿quieren ser actores? Si, sí, queremos ser actores ¿Quieren subir a un escenario? Sí, sí. Todos quieren subir a un escenario. Pero no tienen ni idea cuando les pregunto quién es Discépolo, o Arlt. Shakespeare sí, todo el mundo sabe quién es aunque no lo hayan leído. No hay demasiada vocación de esfuerzo. Pero bueno, yo he luchado como un salmón, y sigo luchando.
- ¿Harías una obra de teatro griego? ¿Un musical?
Me encantaría. Lisístrata, de Aristófanes, que es divertida, tiene humor… Huelga sexual de las mujeres, protestando contra la guerra. Podría ser muy buena.
- ¿Nunca se te ocurrió?
- No, pero lo voy a pensar. Incluso es divertido tomar la historia para ubicarla en la actualidad.
© LA GACETA
Asher Benatar - Novelista, dramaturgo y artista plástico.