Por Juan Manuel Montero
30 Enero 2015
“Anoche entraron a robarme en mi casa. Nos amenazaron y me llevaron todo. Me cansé de llamar al 911 y no me atendieron nunca”... “Ya son 11 veces que roban en la escuela Estado de Israel, en los Chañaritos y en la Policía no nos dan importancia….”. “Hace tres días que estamos sin agua en Alderetes… Ya no sabemos a quién recurrir… Parece que a nadie le interesamos…”. “Esta es una plaza de Lomas de Tafí… Hace más de tres meses que no le cortan los yuyos. Los chicos no pueden jugar y se convirtió en refugio de alimañas y delincuentes….”. “La Municipalidad nos cobra por el alumbrado público, pero hace semanas que esto es una boca de lobo…”. “Una fuente en pleno centro de Tafí Viejo. Es agua potable y se están tirando miles de litros...”. “Este es el estado de a ruta a Alto Verde. El delegado comunal brilla por su ausencia y es imposible circular sin romper los vehículos...”. Cualquiera de estos mensajes, todos reales, puede ser el suyo.
Desde que el 9 de octubre del año pasado LA GACETA habilitó un número de whatsapp para que los lectores se comuniquen con el diario, más de 800 usuarios al día nos hacen conocer sus quejas. Son personas desesperadas que necesitan ser escuchadas. Que al menos pretenden expresarse. Y que, lógicamente, quieren soluciones.
Los políticos, esos que cada cierto tiempo se postulan para cargos electivos, se jactan de caminar la ciudad. De escuchar los reclamos. De saber lo que hace falta a la hora de solucionar problemas. ¿Es realmente así?
Pongamos un ejemplo puntual que tiene que ver con lo sucedido en Tucumán en las últimas semanas. Se sabe que el verano es sinónimo de lluvias intensas. Las primeras de enero, las más fuertes, destrozaron las losetas del canal que corre paralelo a la ruta 315-Camino del Perú-Alfredo Guzmán. Pero nadie hizo nada para arreglarlas. Y lo sucedido entre la noche del miércoles y la madrugada de ayer era previsible para los vecinos, no para los funcionarios. El canal colapsó e inundó a miles de familias. Es cierto que hay culpas repartidas (hay cientos de vecinos que tiran su basura al canal, pero esto sería distinto si el servicio de recolección de residuos fuera serio en la provincia), pero lo de los funcionarios es desidia.
¿Qué pasaría si el gobierno decide poner su propio número de whatsapp? ¿Con qué se encontrarían? Las quejas son recurrentes y tienen que ver en un 80% con la calidad de los servicios. La distribución de agua se lleva un enorme porcentaje de esas críticas. Tanto por la que se usa para consumo (hay fotos con líquido directamente negro), como por el colapso de cloacas. Luego los lectores apuntan a la recolección de basura y a la proliferación de yuyales, tanto en terrenos privados como públicos (las fotos que envían de los cementerios son patéticas).
Luego, sin dudas, el principal reclamo tiene que ver con la inseguridad. Y hay dos ramas bien marcadas. Una para denunciar los hechos violentos sufridos, y la mala o nula atención de parte de quienes deberían estar al servicio de la ley. Son recurrentes los “llamamos y no nos atienden”... “Llamamos y nos dijeron que no pueden venir”... Y la otra vertiente que tiene que ver con las denuncias contra los policías: impunidad a la hora de circular sin chapa patente, sin casco...., o las imágenes de grupos enteros mandando mensajes por celular...
Luego vienen reclamos por distintos hechos. Desde la mala atención en algunos hoteles alojamientos, hasta denuncias contra vecinos por ruidos molestos o falta de insumos médicos para distintas enfermedades. Y la queja se repite casi siempre al final de los mensajes: no tenemos quien nos escuche, nadie nos atiende, no obtenemos respuesta.
A todos los usuarios del whatsapp les queda un aliciente. Este año es electoral. Es el tiempo ideal para que los políticos salgan en serio a la calle y para hacerles conocer la verdad de lo que sucede. Lo único esperable es que en un año donde las promesas estarán a flor de piel, quienes se jueguen un cargo en la próxima contienda recuerden la máxima del general Juan Domingo Perón: mejor de decir, es hacer. Y no tener que recurrir a los mensajes de un teléfono para saber cuáles son los problemas de los ciudadanos.
Desde que el 9 de octubre del año pasado LA GACETA habilitó un número de whatsapp para que los lectores se comuniquen con el diario, más de 800 usuarios al día nos hacen conocer sus quejas. Son personas desesperadas que necesitan ser escuchadas. Que al menos pretenden expresarse. Y que, lógicamente, quieren soluciones.
Los políticos, esos que cada cierto tiempo se postulan para cargos electivos, se jactan de caminar la ciudad. De escuchar los reclamos. De saber lo que hace falta a la hora de solucionar problemas. ¿Es realmente así?
Pongamos un ejemplo puntual que tiene que ver con lo sucedido en Tucumán en las últimas semanas. Se sabe que el verano es sinónimo de lluvias intensas. Las primeras de enero, las más fuertes, destrozaron las losetas del canal que corre paralelo a la ruta 315-Camino del Perú-Alfredo Guzmán. Pero nadie hizo nada para arreglarlas. Y lo sucedido entre la noche del miércoles y la madrugada de ayer era previsible para los vecinos, no para los funcionarios. El canal colapsó e inundó a miles de familias. Es cierto que hay culpas repartidas (hay cientos de vecinos que tiran su basura al canal, pero esto sería distinto si el servicio de recolección de residuos fuera serio en la provincia), pero lo de los funcionarios es desidia.
¿Qué pasaría si el gobierno decide poner su propio número de whatsapp? ¿Con qué se encontrarían? Las quejas son recurrentes y tienen que ver en un 80% con la calidad de los servicios. La distribución de agua se lleva un enorme porcentaje de esas críticas. Tanto por la que se usa para consumo (hay fotos con líquido directamente negro), como por el colapso de cloacas. Luego los lectores apuntan a la recolección de basura y a la proliferación de yuyales, tanto en terrenos privados como públicos (las fotos que envían de los cementerios son patéticas).
Luego, sin dudas, el principal reclamo tiene que ver con la inseguridad. Y hay dos ramas bien marcadas. Una para denunciar los hechos violentos sufridos, y la mala o nula atención de parte de quienes deberían estar al servicio de la ley. Son recurrentes los “llamamos y no nos atienden”... “Llamamos y nos dijeron que no pueden venir”... Y la otra vertiente que tiene que ver con las denuncias contra los policías: impunidad a la hora de circular sin chapa patente, sin casco...., o las imágenes de grupos enteros mandando mensajes por celular...
Luego vienen reclamos por distintos hechos. Desde la mala atención en algunos hoteles alojamientos, hasta denuncias contra vecinos por ruidos molestos o falta de insumos médicos para distintas enfermedades. Y la queja se repite casi siempre al final de los mensajes: no tenemos quien nos escuche, nadie nos atiende, no obtenemos respuesta.
A todos los usuarios del whatsapp les queda un aliciente. Este año es electoral. Es el tiempo ideal para que los políticos salgan en serio a la calle y para hacerles conocer la verdad de lo que sucede. Lo único esperable es que en un año donde las promesas estarán a flor de piel, quienes se jueguen un cargo en la próxima contienda recuerden la máxima del general Juan Domingo Perón: mejor de decir, es hacer. Y no tener que recurrir a los mensajes de un teléfono para saber cuáles son los problemas de los ciudadanos.
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