27 Enero 2015
HALLAZGO. Los expertos analizan el trozo de madera encontrado en Madrid. reuters
Un equipo formado por 30 personas, (arqueólogos, peritos, historiadores, geólogos) buscan ponerle fin al enigma de la muerte del escritor Miguel de Cervantes. El posible lugar del entierro es la cripta de la iglesia de las Trinitarias de Madrid. Los científicos encontraron unos 36 nichos sobre los cuales deben hacer las pruebas para comprobar si alguno podría pertenecer al autor de El Quijote.
En eso estaban cuando descubrieron un trozo de madera con las inscripciones “MC”. Se trata de un fragmento que pertenece a un féretro y las iniciales están realizadas con tachas. El ataúd con las iniciales MC está carcomido por la humedad, publicó el diario El País de España y ya es casi se seguro que los huesos no son los del escritor. “Ya descartamos que sean de Cervantes, entre otras cosas, porque no corresponden a la edad (que tenía el escritor cuando murió), pero queda mucho fragmento y hueso destruido, concretamente cerca de donde se encontraron las iniciales”, dijo el médico forense Francisco Etxeberría a las puertas del convento de las Trinitarias, donde se cree que fue enterrado el llamado “príncipe de los ingenios”.
Lo que buscan
A Cervantes lo habrían depositado en ese lugar en 1616. Al momento de su fallecimiento tenía 69 años, no tenía dientes y había recibido dos arcabuzazos en el pecho que le habían atrofiado la mano izquierda, lo que le valió el mote de “el manco de Lepanto”.
La investigación para encontrar los restos de Miguel de Cervantes comenzó en junio pasado por el impulso del Ayuntamiento de Madrid. Este año se cumplen 400 años de la publicación de la segunda parte de El Quijote, (1615) por lo que cualquier descubrimiento reviste doble importancia. Además, se podría generar una gran atracción turística a la ciudad por lo que las autoridades decidieron apoyar las investigaciones.
Nacido en 1547 en Alcalá de Henares, cerca de Madrid, el escritor vivió sus últimos años en el conocido barrio de las letras madrileño, donde también habitaron escritores como Lope de Vega y los dos grandes rivales literarios del Siglo de Oro, Francisco de Quevedo y Luis de Góngora.
Desde abril pasado, en una primera fase, los investigadores han rastreado la zona de búsqueda con georradar y cámaras termográficas, lo que les ha permitido localizar 33 nichos y otras cuatro tumbas en el suelo, que fueron “una sorpresa”.
En eso estaban cuando descubrieron un trozo de madera con las inscripciones “MC”. Se trata de un fragmento que pertenece a un féretro y las iniciales están realizadas con tachas. El ataúd con las iniciales MC está carcomido por la humedad, publicó el diario El País de España y ya es casi se seguro que los huesos no son los del escritor. “Ya descartamos que sean de Cervantes, entre otras cosas, porque no corresponden a la edad (que tenía el escritor cuando murió), pero queda mucho fragmento y hueso destruido, concretamente cerca de donde se encontraron las iniciales”, dijo el médico forense Francisco Etxeberría a las puertas del convento de las Trinitarias, donde se cree que fue enterrado el llamado “príncipe de los ingenios”.
Lo que buscan
A Cervantes lo habrían depositado en ese lugar en 1616. Al momento de su fallecimiento tenía 69 años, no tenía dientes y había recibido dos arcabuzazos en el pecho que le habían atrofiado la mano izquierda, lo que le valió el mote de “el manco de Lepanto”.
La investigación para encontrar los restos de Miguel de Cervantes comenzó en junio pasado por el impulso del Ayuntamiento de Madrid. Este año se cumplen 400 años de la publicación de la segunda parte de El Quijote, (1615) por lo que cualquier descubrimiento reviste doble importancia. Además, se podría generar una gran atracción turística a la ciudad por lo que las autoridades decidieron apoyar las investigaciones.
Nacido en 1547 en Alcalá de Henares, cerca de Madrid, el escritor vivió sus últimos años en el conocido barrio de las letras madrileño, donde también habitaron escritores como Lope de Vega y los dos grandes rivales literarios del Siglo de Oro, Francisco de Quevedo y Luis de Góngora.
Desde abril pasado, en una primera fase, los investigadores han rastreado la zona de búsqueda con georradar y cámaras termográficas, lo que les ha permitido localizar 33 nichos y otras cuatro tumbas en el suelo, que fueron “una sorpresa”.
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