20 Enero 2015
ESCONDIDOS. En la zona de la Estación Experimental (al norte de la Circunvalación), los pastos llegan hasta la mitad de las señales viales. la gaceta / foto de jorge olmos sgrosso
Según las estadísticas más difundidas, en los siniestros viales intervienen un 95% los errores humanos, un 3% las fallas en los vehículos y un 2% los defectos en los caminos. Sin embargo, hay quienes sostienen que en el 100% de los accidentes el error es humano: “porque detrás de un vehículo en mal estado hay una persona negligente que no le hizo los controles correspondientes. Y detrás de una ruta en mal estado hay un funcionario público que no ha realizado el mantenimiento correspondiente”.
Así de contundente es la opinión de Pedro Mauricio Katz, agrimensor y director de la tecnicatura superior en Seguridad Vial que se dicta en la Universidad Tecnológica Nacional. Consultado por LA GACETA acerca del preocupante estado de conservación de la avenida de Circunvalación que bordea la capital tucumana de norte a sur por el este, el experto sostuvo que en cualquier ruta es indispensable contar con un protocolo de mantenimiento que asegure la transitabilidad en todo momento.
“Lamentablemente, en nuestro país eso no se suele trabajar de ese modo, y el mantenimiento habitual de las rutas se circunscribe -con suerte- a podar la vegetación que crece a los costados. Se hacen trabajos de reparación cuando el camino ya está roto, lo que termina ocasionando un gasto mucho más elevado: una pequeña fisura que permita que pase el agua luego se convierte en grieta y, si no se hace nada, se hace un bache. Arreglar una fisura sale -por poner una cifra- $1, una grieta sale $10 y un bache sale $100, además de poner en riesgo la vida de los usuarios”, advirtió y explicó que según las normas internacionales, cada camino debe tener un presupuesto anual para mantenimiento que oscile entre el 1% al 3% del valor de la obra. “De esta forma, se garantiza que siempre esté a nuevo, pero es algo -nuevamente- que no se da en nuestro país”.
Además del mal estado de la calzada, que presenta baches y pronunciados levantamientos en el hormigón, a Katz le resulta alarmante la falta de señalización y demarcación de la autovía, una obra ejecutada durante la década del 80 y pensada para soportar un tránsito medio diario anual de hasta 20.000 vehículos. “Por un lado está el problema del vandalismo, al que se tienen que enfrentar todas las vialidades de nuestro país: se roban los carteles -un delito grave penado por la ley-, reducen los materiales o los transforman y los venden. Pero, por otro, está el problema de la demarcación horizontal, que son las señales que se pintan sobre la calzada. Para esto también es necesario contar con un mantenimiento habitual, porque las señales son la voz del camino”, remarcó.
Según la clasificación convencional sobre el estado de las rutas, la Circunvalación estaría entre las categorías Malo y Muy malo: “Malo es cuando el conductor está obligado a bajar la velocidad y manejar realizando sinuosidades, esquivando obstáculos. Y Muy malo es cuando el deterioro del vehículo puede llegar a ser considerable, como deformar un neumático o romper un amortiguador”, concluyó.
Así de contundente es la opinión de Pedro Mauricio Katz, agrimensor y director de la tecnicatura superior en Seguridad Vial que se dicta en la Universidad Tecnológica Nacional. Consultado por LA GACETA acerca del preocupante estado de conservación de la avenida de Circunvalación que bordea la capital tucumana de norte a sur por el este, el experto sostuvo que en cualquier ruta es indispensable contar con un protocolo de mantenimiento que asegure la transitabilidad en todo momento.
“Lamentablemente, en nuestro país eso no se suele trabajar de ese modo, y el mantenimiento habitual de las rutas se circunscribe -con suerte- a podar la vegetación que crece a los costados. Se hacen trabajos de reparación cuando el camino ya está roto, lo que termina ocasionando un gasto mucho más elevado: una pequeña fisura que permita que pase el agua luego se convierte en grieta y, si no se hace nada, se hace un bache. Arreglar una fisura sale -por poner una cifra- $1, una grieta sale $10 y un bache sale $100, además de poner en riesgo la vida de los usuarios”, advirtió y explicó que según las normas internacionales, cada camino debe tener un presupuesto anual para mantenimiento que oscile entre el 1% al 3% del valor de la obra. “De esta forma, se garantiza que siempre esté a nuevo, pero es algo -nuevamente- que no se da en nuestro país”.
Además del mal estado de la calzada, que presenta baches y pronunciados levantamientos en el hormigón, a Katz le resulta alarmante la falta de señalización y demarcación de la autovía, una obra ejecutada durante la década del 80 y pensada para soportar un tránsito medio diario anual de hasta 20.000 vehículos. “Por un lado está el problema del vandalismo, al que se tienen que enfrentar todas las vialidades de nuestro país: se roban los carteles -un delito grave penado por la ley-, reducen los materiales o los transforman y los venden. Pero, por otro, está el problema de la demarcación horizontal, que son las señales que se pintan sobre la calzada. Para esto también es necesario contar con un mantenimiento habitual, porque las señales son la voz del camino”, remarcó.
Según la clasificación convencional sobre el estado de las rutas, la Circunvalación estaría entre las categorías Malo y Muy malo: “Malo es cuando el conductor está obligado a bajar la velocidad y manejar realizando sinuosidades, esquivando obstáculos. Y Muy malo es cuando el deterioro del vehículo puede llegar a ser considerable, como deformar un neumático o romper un amortiguador”, concluyó.
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