18 Enero 2015
El Papa desafió una tormenta en Filipinas y dio consuelo a las víctimas del peor tifón de la historia
Francisco ofició una misa en en memoria de las más de 6.300 víctimas de 2013, pero la intensa lluvia lo obligó a adelantar su partida. El viento derribó un andamio, que aplastó a una mujer de 27 años que era una voluntaria de un grupo católico caritativo.
NO SE SUSPENDE POR MAL TIEMPO. Más de un millón las personas soportaron estoicamente el temporal para estar cerca del Sumo Pontífice. reuters
TACLOBAN, Filipinas.- Cubierto con un poncho plástico para protegerse de las ráfagas de viento y de la fuerte lluvia que caía, el Papa Francisco cumplió el sábado con su promesa de ofrecer consuelo a los sobrevivientes de un devastador tifón que arrasó en 2013 con buena parte de Filipinas. Sin embargo, una nueva tormenta lo forzó a abandonar la localidad más temprano de lo previsto.
El Sumo Pontífice de la Iglesia Católica Romana viajó ayer a Tacloban, el lugar donde hace 14 meses el tifón Haiyan destruyó el área alrededor de la isla Leyte. Ese fenómeno fue de tal magnitud que provocó la muerte de al menos 6.300 personas, dejó sin hogar a un millón de filipinos y llevó a que cuatro millones de habitantes fueran relocalizados.
Ayer, un fuerte viento volvió a soplar. La ráfaga voló el solideo desde la cabeza del Papa y remeció su sotana blanca mientras bajaba del avión. Posteriormente, Francisco se puso un poncho amarillo de plástico semistransparente, el mismo que usan cientos de miles de personas en el área golpeada por la tormenta tropical Mekkhala, con ráfagas de hasta 130 kilómetros por hora.
Palabras de aliento
En una misa celebrada cerca del aeropuerto, el Papa dejó a un lado su homilía preparada y entregó un mensaje muy personal y emotivo de consuelo a los sobrevivientes, que lo oyeron de pie en medio de charcos de agua, en campos llenos de lodo y junto a las carreteras.
Francisco les recordó a los filipinos que había prometido realizar el viaje en noviembre de 2013, cuando vio reportes de la devastación causada por Haiyan. “Sentí que tenía que estar aquí. Estoy aquí para estar con ustedes, quizás un poco tarde, tengo que decirlo, pero estoy aquí”, destacó.
En la ceremonia, el Papa dijo que respeta los sentimientos de aquellos que pensaron que habían sido decepcionados por Dios debido al desastre, pero les imploró que avancen en su fe. “Muchos de ustedes le han preguntado al Señor: ‘¿por qué?’. Y a muchos de ustedes el Señor les está respondiendo a sus corazones, desde su corazón. Tantos de ustedes lo han perdido todo... Yo no sé qué decirles, pero el Señor sabe qué decirles”, agregó.
Daños irreparables
Casi 3.000 víctimas están enterradas en una fosa común de casi media hectárea en Tacloban. Y cientos de filipinos aún están desaparecidos. Francisco le pidió ayer a la multitud un momento de silencio en memoria de las víctimas y agradeció a aquellos que ayudaron en los trabajos de rescate tras la peor tormenta registrada que ha tocado tierra. “Esto es lo que sale de mi corazón y perdónenme si no tengo otras palabras para expresar”, sostuvo.
Una vez finalizada la misa, el intenso viento derribó un andamio que aplastó y mató a una mujer de 27 años. La víctima era voluntaria de un grupo católico caritativo. “Sentimos mucho que haya pasado esto”, dijo el sacerdote Amadeo Alvero, director de comunicaciones de la arquidiócesis de Palo.
Ante esas condiciones climáticas, la visita de Francisco se acortó, en medio de un triste recordatorio de Haiyan. El fenómeno, ocurrido el 8 de noviembre de 2013, azotó el área con vientos de 250 kilómetros por hora y creó una marejada ciclónica de siete metros que arrasó con todo a su paso, provocando un desastre.
Haiyan destruyó cerca de un 90% de la ciudad de Tacloban, ubicada 650 kilómetros al sudeste de Manila. Más de 14,5 millones de personas resultaron afectadas en seis regiones y 44 provincias de Filipinas. (Reuters)
El Sumo Pontífice de la Iglesia Católica Romana viajó ayer a Tacloban, el lugar donde hace 14 meses el tifón Haiyan destruyó el área alrededor de la isla Leyte. Ese fenómeno fue de tal magnitud que provocó la muerte de al menos 6.300 personas, dejó sin hogar a un millón de filipinos y llevó a que cuatro millones de habitantes fueran relocalizados.
Ayer, un fuerte viento volvió a soplar. La ráfaga voló el solideo desde la cabeza del Papa y remeció su sotana blanca mientras bajaba del avión. Posteriormente, Francisco se puso un poncho amarillo de plástico semistransparente, el mismo que usan cientos de miles de personas en el área golpeada por la tormenta tropical Mekkhala, con ráfagas de hasta 130 kilómetros por hora.
Palabras de aliento
En una misa celebrada cerca del aeropuerto, el Papa dejó a un lado su homilía preparada y entregó un mensaje muy personal y emotivo de consuelo a los sobrevivientes, que lo oyeron de pie en medio de charcos de agua, en campos llenos de lodo y junto a las carreteras.
Francisco les recordó a los filipinos que había prometido realizar el viaje en noviembre de 2013, cuando vio reportes de la devastación causada por Haiyan. “Sentí que tenía que estar aquí. Estoy aquí para estar con ustedes, quizás un poco tarde, tengo que decirlo, pero estoy aquí”, destacó.
En la ceremonia, el Papa dijo que respeta los sentimientos de aquellos que pensaron que habían sido decepcionados por Dios debido al desastre, pero les imploró que avancen en su fe. “Muchos de ustedes le han preguntado al Señor: ‘¿por qué?’. Y a muchos de ustedes el Señor les está respondiendo a sus corazones, desde su corazón. Tantos de ustedes lo han perdido todo... Yo no sé qué decirles, pero el Señor sabe qué decirles”, agregó.
Daños irreparables
Casi 3.000 víctimas están enterradas en una fosa común de casi media hectárea en Tacloban. Y cientos de filipinos aún están desaparecidos. Francisco le pidió ayer a la multitud un momento de silencio en memoria de las víctimas y agradeció a aquellos que ayudaron en los trabajos de rescate tras la peor tormenta registrada que ha tocado tierra. “Esto es lo que sale de mi corazón y perdónenme si no tengo otras palabras para expresar”, sostuvo.
Una vez finalizada la misa, el intenso viento derribó un andamio que aplastó y mató a una mujer de 27 años. La víctima era voluntaria de un grupo católico caritativo. “Sentimos mucho que haya pasado esto”, dijo el sacerdote Amadeo Alvero, director de comunicaciones de la arquidiócesis de Palo.
Ante esas condiciones climáticas, la visita de Francisco se acortó, en medio de un triste recordatorio de Haiyan. El fenómeno, ocurrido el 8 de noviembre de 2013, azotó el área con vientos de 250 kilómetros por hora y creó una marejada ciclónica de siete metros que arrasó con todo a su paso, provocando un desastre.
Haiyan destruyó cerca de un 90% de la ciudad de Tacloban, ubicada 650 kilómetros al sudeste de Manila. Más de 14,5 millones de personas resultaron afectadas en seis regiones y 44 provincias de Filipinas. (Reuters)
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