CRÓNICAS
CRÓNICAS DE UN PAÍS ADOLESCENTE
FERNANDO GONZÁLEZ
(Ediciones B - Buenos Aires )
El autor es director del diario El Cronista, fue prosecretario de redacción de Clarín entre 1996 y 2008, redactor y jefe en la revista Noticias entre 1992 y 1996. En 2010 fue galardonado con el premio ADEPA a la Libertad de Expresión por sus notas sobre los ataques al periodismo.
Su libro contiene una decena de artículos que conforman un friso alegórico del país y su similitud con la edad de la adolescencia, desde metáforas propias, crónicas ajustadas a la realidad e inexplicables cambios que desconciertan en ocasiones a sociólogos e historiadores por su versatilidad desopilante, cuasi delirante, durante cerca de siete décadas, desde los años 50 hasta el presente. Dichas crónicas son: La bomba atómica de Perón; Los bastones largos de Onganía; Los funerales de la cordura; Malvinas, la madrugada trágica; La capital en la Patagonia de Alfonsín; La aeroisla de Menem y los Alsogaray; Chacho Álvarez en taxi hacia el infierno; El corralito de De la Rúa y Cavallo; El tren bala de Kirchner y, por último, El cepo de Cristina y Kicillof.
Cada una de las crónicas viene acompañada de algunas preguntas de reflexión a personalidades referenciales. Así, manteniendo el orden mencionado, encontramos opiniones de Mario Mariscotti, ex director de Investigación y desarrollo de la CONEA; Facundo Manes, neurocientífico y rector de la Universidad Favaloro; Julio Bárbaro, ex Secretario de Cultura; Dante Caputo, ex canciller y ex secretario para asuntos políticos de la OEA; Rodolfo Terragno, ex ministro de obras públicas y ex jefe de gabinete; Graciela Fernández Meijide, ex ministra de desarrollo social; Hernán Lombardi, ministro de cultura de la ciudad de Buenos Aires; Juan Llach, ex ministro de educación y ex secretario de planificación económica; Leandro Despouy, presidente de la Auditoría General de la Nación; y el economista Tomás Bulat.
Un prólogo del autor y una carta epílogo titulada “A mis hijos del país adolescente” completan la obra junto a palabras preliminares a modo de prólogo, de Mario Diament. Coincido con la apreciación de este último: el país que surge de la rigurosa crónica del autor “es un relato de horror disfrazado de comedia costumbrista”. Quizás sea hora de parar el derroche de dinero, recursos y esperanzas antes de que resulte demasiado tarde para recomenzar.
© LA GACETA
Horacio Semeraro
Fragmento de Crónicas de un país adolescente *
La Argentina es el país de los sueños inconclusos. El país que se propone los objetivos más nobles, los más necesarios, los más disparatados y los más inalcanzables. Somos una nación de fundadores. El primero de la América del Sur que se independizó. El primero que liberó a sus esclavos. El primero que se endeudó hasta comprometer su futuro. Y el primero de la región en hacerse rico. En alcanzar algo parecido a la prosperidad. El problema es que todos esos logros fueron efímeros. Hay algo en nuestro ser nacional que nos impide concretar las mejores intenciones. Estamos llenos de proyectos que nunca terminamos de alcanzar. Escucho desde chico decir que eso sucede porque somos una nación demasiado joven. ¿Cuánto vivió Europa? ¿Cuántos años de democracia llevan los Estados unidos? Es que nunca nos tocó sufrir una guerra en serio, una de esas tragedias que duran muchos años y dejan millones de muertos. Escuché todas esas frases desde el comienzo de mi existencia. Me lo decían mis padres cuando era apenas un chico porque ellos también crecieron escuchándolo. Y hoy, habiendo dejado atrás la ilusión del país joven y transitando ya la Argentina del Bicentenario, seguimos tropezando con las mismas dificultades.
* Ediciones B.