16 Enero 2015
Los premios Oscar no son necesariamente una referencia de calidad artística, pero sí lo son de aquello que los norteamericanos quieren ver. Lo políticamente y lo poéticamente correcto, de acuerdo con el criterio de los miembros de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood.
De un tiempo a esta parte, la gran industria del cine ha buscado renovarse con los relatos de directores latinoamericanos: los mexicanos Guillermo Del Toro, Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón; el chileno Alejandro Amenábar y el argentino Alejandro Agresti, por citar algunos. Así también se han inspirado en el exotismo salvaje de los guionistas de América Latina, cuyas creaciones han servido para la realización de remakes olvidables de muy buenas películas (“El Mariachi”, “Nueve reinas”, y la ya anunciada de “El secreto de sus ojos”).
“Relatos salvajes” logra seducir a la crítica y al público de diferentes lugares del mundo por su calidad artística y por ser un producto genuinamente argentino. Damián Szifrón pinta su aldea y lo hace con una narrativa propia que, sin pretender revolucionar el séptimo arte, atrapa al espectador de otras latitudes porque logra desnudar salvajemente aspectos reconocibles de la condición humana.
Dicen que de un buen guión puede resultar una mala película, pero que una mala historia asegura una mala película. Alejandro González Iñárritu venía siendo una excepción a la regla. Sus primeros trabajos en Hollywood, “21 gramos” y “Babel” son historias que, de haber sido realizadas linealmente, nada tendrían de diferencia con un clásico, refrito -y rebuscado- culebrón mexicano. Sin embargo, el inteligente mix que realizó, compuesto por cambios de tiempos en los relatos (contar de atrás para adelante la historia, alterar los tiempos de narración, etcétera) sumado a grandes estrellas de la industria, le han determinado que sus películas sean reconocidas por el público en general.
A mi entender, el movimiento más inteligente y acertado que realizó el director mexicano no fue de edición o montaje, sino el asociarse al momento de escribir con los argentinos Nicolás Giacobone y Armando Bo , ambos responsables del tristísimo y excelente film argentino “El último Elvis”. Este dream team tuvo su primera experiencia en la premiada “Biutiful” y lo repite en la nominada “Birdman”.
Esta fórmula es la salida perfecta a sus historias repetidas de tragedias bien editadas. No voy a decir que ya ví a “Birdman” porque sería admitir que pirateo películas, lo cual no es legal. Así que voy a decir: “una amiga me contó que es un peliculón”.
De un tiempo a esta parte, la gran industria del cine ha buscado renovarse con los relatos de directores latinoamericanos: los mexicanos Guillermo Del Toro, Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón; el chileno Alejandro Amenábar y el argentino Alejandro Agresti, por citar algunos. Así también se han inspirado en el exotismo salvaje de los guionistas de América Latina, cuyas creaciones han servido para la realización de remakes olvidables de muy buenas películas (“El Mariachi”, “Nueve reinas”, y la ya anunciada de “El secreto de sus ojos”).
“Relatos salvajes” logra seducir a la crítica y al público de diferentes lugares del mundo por su calidad artística y por ser un producto genuinamente argentino. Damián Szifrón pinta su aldea y lo hace con una narrativa propia que, sin pretender revolucionar el séptimo arte, atrapa al espectador de otras latitudes porque logra desnudar salvajemente aspectos reconocibles de la condición humana.
Dicen que de un buen guión puede resultar una mala película, pero que una mala historia asegura una mala película. Alejandro González Iñárritu venía siendo una excepción a la regla. Sus primeros trabajos en Hollywood, “21 gramos” y “Babel” son historias que, de haber sido realizadas linealmente, nada tendrían de diferencia con un clásico, refrito -y rebuscado- culebrón mexicano. Sin embargo, el inteligente mix que realizó, compuesto por cambios de tiempos en los relatos (contar de atrás para adelante la historia, alterar los tiempos de narración, etcétera) sumado a grandes estrellas de la industria, le han determinado que sus películas sean reconocidas por el público en general.
A mi entender, el movimiento más inteligente y acertado que realizó el director mexicano no fue de edición o montaje, sino el asociarse al momento de escribir con los argentinos Nicolás Giacobone y Armando Bo , ambos responsables del tristísimo y excelente film argentino “El último Elvis”. Este dream team tuvo su primera experiencia en la premiada “Biutiful” y lo repite en la nominada “Birdman”.
Esta fórmula es la salida perfecta a sus historias repetidas de tragedias bien editadas. No voy a decir que ya ví a “Birdman” porque sería admitir que pirateo películas, lo cual no es legal. Así que voy a decir: “una amiga me contó que es un peliculón”.
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