Por Alejandro Klappenbach
12 Enero 2015
UN SÍMBOLO. Roger Federer muestra orgulloso el trofeo y posa con el número 1.000 gigante que los organizadores prepararon para homenajear su histórica marca. reuters
La temporada 2015 del tenis mundial apenas ha consumido dos semanas y ya estamos obligados a hablar de Roger Federer, algo que a esta altura no debiera sorprendernos. ¿O acaso hay algo que el suizo no pueda lograr? El triunfo en tres sets por 6-4, 6-7 (2/7) y 6-4 ante el canadiense Milos Raonic en la final de Brisbane, Australia, fue el número 1000 de su inagotable carrera, una marca que sólo Jimmy Connors e Iván Lendl pueden ostentar.
“Nunca me voy a olvidar de este partido, es un momento especial” fueron las sobrias palabras que eligió para dar cuenta del logro. Muy lejana en el tiempo queda la primera victoria, en 1998, contra el francés Guillaume Raoux en el torneo de Toulon.
Otra vez debemos apretar F5 para actualizar a 83 su cosecha de títulos. Y, como si fuera poco, la actualización nos agrega que es el único tenista en la Era Abierta en haber ganado títulos durante 15 años consecutivos. ¿Hace falta otra muestra de que su carrera es “eterna”? Aquí está: Federer ha derrotado a 12 de los 25 jugadores que alguna vez fueron número 1 del ranking mundial.
Admiración mutua
En la premiación australiana, Rod Laver, adorado y adorador del suizo, le entregó el trofeo y, ¡justo Laver!, lo miró como sólo se mira a quien se venera. Como tantas otras veces, se podría enumerar aquí un larguísimo listado de hitos que solo él ha conseguido. Pero es mejor no caer en la tentación. Es preferible seguir eligiendo valorar su carrera más allá de sus números, muy por encima de sus insospechadas estadísticas. Roger es infinitamente más que sus récords y sus logros, que sus triunfos y sus festejos.
Roger es aquello que cualquiera que ama la situación de tener una raqueta en la mano dentro de una cancha de tenis, quisiera ser. Digno de elogio y reconocimiento. De admiración. También, ¿por qué no?, lo suyo es digno de envidia.
El Abierto de Australia está a la vuelta del próximo fin de semana. Ya habrá tiempo de espiar lo que puede entregar la primera cita de Grand Slam. Antes, se me ocurre proponer que todos los torneos en los que juegue Federer programen su final para los sábados. ¿O no saben ya las autoridades del tenis que Dios descansa los domingos?
“Nunca me voy a olvidar de este partido, es un momento especial” fueron las sobrias palabras que eligió para dar cuenta del logro. Muy lejana en el tiempo queda la primera victoria, en 1998, contra el francés Guillaume Raoux en el torneo de Toulon.
Otra vez debemos apretar F5 para actualizar a 83 su cosecha de títulos. Y, como si fuera poco, la actualización nos agrega que es el único tenista en la Era Abierta en haber ganado títulos durante 15 años consecutivos. ¿Hace falta otra muestra de que su carrera es “eterna”? Aquí está: Federer ha derrotado a 12 de los 25 jugadores que alguna vez fueron número 1 del ranking mundial.
Admiración mutua
En la premiación australiana, Rod Laver, adorado y adorador del suizo, le entregó el trofeo y, ¡justo Laver!, lo miró como sólo se mira a quien se venera. Como tantas otras veces, se podría enumerar aquí un larguísimo listado de hitos que solo él ha conseguido. Pero es mejor no caer en la tentación. Es preferible seguir eligiendo valorar su carrera más allá de sus números, muy por encima de sus insospechadas estadísticas. Roger es infinitamente más que sus récords y sus logros, que sus triunfos y sus festejos.
Roger es aquello que cualquiera que ama la situación de tener una raqueta en la mano dentro de una cancha de tenis, quisiera ser. Digno de elogio y reconocimiento. De admiración. También, ¿por qué no?, lo suyo es digno de envidia.
El Abierto de Australia está a la vuelta del próximo fin de semana. Ya habrá tiempo de espiar lo que puede entregar la primera cita de Grand Slam. Antes, se me ocurre proponer que todos los torneos en los que juegue Federer programen su final para los sábados. ¿O no saben ya las autoridades del tenis que Dios descansa los domingos?
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