02 Enero 2015
Un boxeador que se entrena para noquear a un rival coloca una foto de él en su espejo. Cada mañana se levanta, la mira y le apunta una mirada incisiva. “Voy por vos”, es el pensamiento que pasa por su mente.
Una práctica similar podrían tener incorporada -si es que ya no la tienen- los corredores. Ellos pondrán una foto de La Siegessäule, la Columna de la Victoria, que está en el Berlín histórico. Seguida a la instantánea del monumento alemán estará la imagen del Big Ben, quizás el reloj más conocido del mundo que está en el Palacio Westminster de Londres.
Irrumpirá, ocupando más lugar en ese espejo, la estatua de la Libertad que contempla el ajetreado ritmo de la ciudad de Nueva York. Aparecerá también algún edificio con estilo de construcción pagoda, característico en Tokio. Una postal de la fachada del Teatro de Chicago también estará, pero no porque asistirá al estreno de una obra, sino para imaginar su paso veloz frente a él. La última foto podría ser la de la larga recta de la Boyslton Street de Boston que marca la llegada a la meta.
Como el boxeador, el runner mirará esas fotos como si fueran rivales a vencer porque en el imaginario del corredor son las seis maratones que debe conquistar; a las que no puede faltar. El esfuerzo no sólo es físico, también económico porque llegan personas desde todas partes del mundo a las seis ciudades que forman parte del “World Marathon Majors” o “Grandes del Maratón Mundial”. Si bien se disputan desde hace un par de décadas recién en 2006 se unieron para conformar un circuito lo que aumentó su popularidad no sólo entre los corredores, también en los patrocinadores.
La cantidad de participantes supera en la mayoría de las seis grandes los 40.000 corredores. Otro encanto de las citas es que el corredor aficionado se mezcla con los maratonistas de clase mundial. También, en pocas carreras, los atletas cuentan con un multitudinario apoyo ya que los habitantes, compenetrados con el evento, salen a las calles con entusiasmo para alentar el paso de los runners.
Una práctica similar podrían tener incorporada -si es que ya no la tienen- los corredores. Ellos pondrán una foto de La Siegessäule, la Columna de la Victoria, que está en el Berlín histórico. Seguida a la instantánea del monumento alemán estará la imagen del Big Ben, quizás el reloj más conocido del mundo que está en el Palacio Westminster de Londres.
Irrumpirá, ocupando más lugar en ese espejo, la estatua de la Libertad que contempla el ajetreado ritmo de la ciudad de Nueva York. Aparecerá también algún edificio con estilo de construcción pagoda, característico en Tokio. Una postal de la fachada del Teatro de Chicago también estará, pero no porque asistirá al estreno de una obra, sino para imaginar su paso veloz frente a él. La última foto podría ser la de la larga recta de la Boyslton Street de Boston que marca la llegada a la meta.
Como el boxeador, el runner mirará esas fotos como si fueran rivales a vencer porque en el imaginario del corredor son las seis maratones que debe conquistar; a las que no puede faltar. El esfuerzo no sólo es físico, también económico porque llegan personas desde todas partes del mundo a las seis ciudades que forman parte del “World Marathon Majors” o “Grandes del Maratón Mundial”. Si bien se disputan desde hace un par de décadas recién en 2006 se unieron para conformar un circuito lo que aumentó su popularidad no sólo entre los corredores, también en los patrocinadores.
La cantidad de participantes supera en la mayoría de las seis grandes los 40.000 corredores. Otro encanto de las citas es que el corredor aficionado se mezcla con los maratonistas de clase mundial. También, en pocas carreras, los atletas cuentan con un multitudinario apoyo ya que los habitantes, compenetrados con el evento, salen a las calles con entusiasmo para alentar el paso de los runners.