Por Fernando Stanich
29 Diciembre 2014
Jugar a las escondidas, de niño, supone una experiencia fascinante, en la que la respiración se contiene por segundos para evitar ser descubierto y en la que cada corrida a la “piedra” acelera las pulsaciones. Pero se trata de un juego infantil. Difícilmente se pueda jugar a las escondidas en política y lograr que la adrenalina se mantenga porque, seguramente, la emoción será efímera. Es el caso del alperovichismo y del amayismo, que en las últimas semanas jugaron a ocultarse del resto con tal de llegar antes al “salvo” y gritar “Piedra libre para todos mis compas”.
Hacía muchos meses que el superministro del Poder Ejecutivo, Jorge Gassenabuer, y el intendente de la capital, Domingo Amaya, no se sentaban alrededor de una mesa, una práctica que hasta antes de los comicios de 2013 acostumbraban realizar al menos una vez cada 30 días. En rigor, la última ocasión que compartieron una extensa charla personal a solas había sido en abril, luego de que el jefe municipal gritara que el gobernador, José Alperovich, le retaceaba fondos a la Intendencia. Pero hace menos de dos semanas, y en medio de la guerra fría entre ambos sectores del oficialismo, Gassenbauer y Amaya acordaron un encuentro. Esta vez no fue el restaurant de un hotel frente al parque 9 de Julio, como en los tiempos de amistad política, sino el sobrio despacho del intendente. Allí, a solas y a primera hora de la mañana, desayunaron bajo un intercambio de opiniones sobre asuntos de gestión pero, fundamentalmente, de política electoral.
La reunión -secreta- es un mojón en las relaciones entre el amayismo y el alperovichismo, y supone la reapertura del diálogo diplomático. Y aunque a esta columna uno y otro sector buscaron minimizarlo, el impacto político de ese cónclave modifica el escenario hacia el 2015 que se despereza. Principalmente, porque se dio justo días después de que el gobernador y Gassenbauer trajeran desde Buenos Aires los últimos números de Hugo Haime. Esos sondeos, según ellos mismos se encargaron de transmitir a algunos privilegiados transeúntes de la Casa de Gobierno, marcaron que la virtual fórmula elegida (Juan Manzur y Osvaldo Jaldo) no creció como se esperaba, mientras que -según esos guarismos- el díscolo Amaya habría tenido un interesante sprint final en 2014. ¿Es ese el motivo del repentino mitin? ¿Por qué, si se trató de un encuentro oficial en un despacho público por asuntos de gestión, no se difundieron luego los temas que se abordaron? Por el contrario, Gassenbauer y Amaya se preocuparon porque el hecho no se filtrara. Incluso, hay funcionarios de primera línea de la Municipalidad y de la Provincia que desconocían su realización. Suponer que entre el intendente y el superministro sólo se habló de gestión es pecar de inocente. Gassenbauer es el principal operador de Alperovich y su hombre de mayor confianza, además de quien más impulsa el retorno de Amaya. Para graficar la relación que los une basta mencionar que el funcionario es el único que ya tiene los tickets reservados para viajar junto al mandatario en enero a Estados Unidos. El gobernador, entonces, no podía no estar al tanto y haber avalado los pasos de sus colaborador.
¿Es Gassenbauer el embajador designado por el Gobierno para hacer las paces con el municipio, o simplemente el funcionario encargado de lograr que la ruptura política no afecte lo institucional? ¿Amaya claudicará en sus intenciones de lanzarse en soledad en busca del PE? ¿Alperovich cederá, relegará a su preferido Manzur, y dará el primer lugar al intendente para retenerlo? ¿Gassenbauer aspira a colarse en una fórmula? Las respuestas a estas preguntas no se conocerán sino hasta marzo. Sin embargo, hay algunos indicios tras ese enigmático encuentro. Por ejemplo, la preocupación alperovichista por el estancamiento del binomio Manzur-Jaldo y la postura de Amaya de no decir públicamente aún que enfrentará al alperovichismo, aunque mantenga la distancia y el mensaje de que quiere ser el sucesor. “No hay que apresurarse”, repite el intendente. Mientras, como los niños, en uno y en otro sector decidieron aprovechar el receso de verano para jugar. En este caso, escogieron las escondidas. ¿Cuál de los dos gritará “piedra” primero?
Hacía muchos meses que el superministro del Poder Ejecutivo, Jorge Gassenabuer, y el intendente de la capital, Domingo Amaya, no se sentaban alrededor de una mesa, una práctica que hasta antes de los comicios de 2013 acostumbraban realizar al menos una vez cada 30 días. En rigor, la última ocasión que compartieron una extensa charla personal a solas había sido en abril, luego de que el jefe municipal gritara que el gobernador, José Alperovich, le retaceaba fondos a la Intendencia. Pero hace menos de dos semanas, y en medio de la guerra fría entre ambos sectores del oficialismo, Gassenbauer y Amaya acordaron un encuentro. Esta vez no fue el restaurant de un hotel frente al parque 9 de Julio, como en los tiempos de amistad política, sino el sobrio despacho del intendente. Allí, a solas y a primera hora de la mañana, desayunaron bajo un intercambio de opiniones sobre asuntos de gestión pero, fundamentalmente, de política electoral.
La reunión -secreta- es un mojón en las relaciones entre el amayismo y el alperovichismo, y supone la reapertura del diálogo diplomático. Y aunque a esta columna uno y otro sector buscaron minimizarlo, el impacto político de ese cónclave modifica el escenario hacia el 2015 que se despereza. Principalmente, porque se dio justo días después de que el gobernador y Gassenbauer trajeran desde Buenos Aires los últimos números de Hugo Haime. Esos sondeos, según ellos mismos se encargaron de transmitir a algunos privilegiados transeúntes de la Casa de Gobierno, marcaron que la virtual fórmula elegida (Juan Manzur y Osvaldo Jaldo) no creció como se esperaba, mientras que -según esos guarismos- el díscolo Amaya habría tenido un interesante sprint final en 2014. ¿Es ese el motivo del repentino mitin? ¿Por qué, si se trató de un encuentro oficial en un despacho público por asuntos de gestión, no se difundieron luego los temas que se abordaron? Por el contrario, Gassenbauer y Amaya se preocuparon porque el hecho no se filtrara. Incluso, hay funcionarios de primera línea de la Municipalidad y de la Provincia que desconocían su realización. Suponer que entre el intendente y el superministro sólo se habló de gestión es pecar de inocente. Gassenbauer es el principal operador de Alperovich y su hombre de mayor confianza, además de quien más impulsa el retorno de Amaya. Para graficar la relación que los une basta mencionar que el funcionario es el único que ya tiene los tickets reservados para viajar junto al mandatario en enero a Estados Unidos. El gobernador, entonces, no podía no estar al tanto y haber avalado los pasos de sus colaborador.
¿Es Gassenbauer el embajador designado por el Gobierno para hacer las paces con el municipio, o simplemente el funcionario encargado de lograr que la ruptura política no afecte lo institucional? ¿Amaya claudicará en sus intenciones de lanzarse en soledad en busca del PE? ¿Alperovich cederá, relegará a su preferido Manzur, y dará el primer lugar al intendente para retenerlo? ¿Gassenbauer aspira a colarse en una fórmula? Las respuestas a estas preguntas no se conocerán sino hasta marzo. Sin embargo, hay algunos indicios tras ese enigmático encuentro. Por ejemplo, la preocupación alperovichista por el estancamiento del binomio Manzur-Jaldo y la postura de Amaya de no decir públicamente aún que enfrentará al alperovichismo, aunque mantenga la distancia y el mensaje de que quiere ser el sucesor. “No hay que apresurarse”, repite el intendente. Mientras, como los niños, en uno y en otro sector decidieron aprovechar el receso de verano para jugar. En este caso, escogieron las escondidas. ¿Cuál de los dos gritará “piedra” primero?
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