Por Ezequiel Fernández Moores
28 Diciembre 2014
Si tuviésemos que elegir el acontecimiento deportivo de 2014, el Mundial de Brasil, seguramente, figura en el tope. Porque no fue un Mundial más. Porque Europa ganó por primera vez en Sudamérica, porque Alemania se disfrazó de Brasil y aplastó 7-1 al dueño de casa. Y, por supuesto, también porque la Argentina de Leo Messi arañó el trono. Además, apenas terminó el Mundial se murió Julio Grondona, el patrón, en el bien y en el mal, del fútbol argentino durante 35 años. Fueron aquellas, sin dudarlo, las semanas más intensas para el deporte argentino en el 2014 que cierra.
Lo fueron también para el deporte mundial. Lo que pocos observan hoy, a la hora del repaso, es qué sucede ahora con el fútbol de Brasil, especialmente después de todo lo que se dijo que se haría en las horas siguientes a la humillación del 7-1. Eran días de editoriales profundos, de promesas de revolución, de “un antes y un después”. Y de todas aquellas palabras de peso que suelen escucharse en horas de conmociones profundas. Palabras que, como también suele suceder, quedan no más que en palabras. La propia pelota ayudó a que nada cambiara. El Brasil perdedor de Luiz Felipe Scolari del Mundial se convirtió tras la Copa en un Brasil ganador con la vuelta del DT Dunga, el único cambio. El nuevo Brasil de Dunga sigue sin jugar bien, pero gana. Y no importa que sean amistosos. Gana. Y los resultados positivos siempre ayudan a sostener el disfraz.
La presidenta Dilma Rousseff, reelegida contra muchos de los pronósticos previos al Mundial, silbada e insultada por fanáticos en algunas canchas, designó en los últimos días como nuevo ministro de Deportes a George Hilton, un diputado de Bahía que en 2007 fue detenido en el aeropuerto de Belo Horizonte con valijas de dinero, supuestas donaciones de miembros de la Iglesia Universal del Reino de Dios, a la que pertenece. Además de pastor religioso, Hilton es comentarista de radio, animador de TV y teólogo. ¿Currículum deportivo? Nada. Ni siquiera algún vínculo con Mancha Verde, la hinchada brava de Palmeiras, como sí tiene, según parece, Antonio Carlos Rodrigues, nuevo ministro de Transportes. Aldo Rebelo, del Partido Comunista, que fue ministro de Deportes durante el Mundial, será ahora ministro de Ciencia y Tecnología. Versatilidad pura.
La designación de Hilton no hace más que confirmar la influencia creciente de los evangélicos en la vida de Brasil, como se vio en el Mundial, cuando casi todo el equipo rezaba aún en medio de una definición por penales contra Chile o de la dura derrota contra Alemania. También se arrodilló a rezar el arquero brasileño Rafael, de Napoli, apenas atajó a un penal que coronó esta semana a su equipo campeón de la Supercopa italiana contra Juventus, un clásico que, hay que decirlo, cerró 2014 con otra ratificación del poderío internacional del fútbol argentino. Dos goles de Carlos Tevez y otros dos de Gonzalo Higuaín. Fue acaso una imagen más poderosa inclusive que la de San Lorenzo jugando la final del Mundial de Clubes, un torneo que sólo sirve para desnudar la desigualdad cada vez mayor entre Europa y Sudamérica. Un presupuesto 50 veces mayor entre un club y otro no es competencia.
Volvamos a Brasil, que seguirá siendo noticia deportiva en 2015, porque en 2016 Río será sede de los Juegos Olímpicos. Todavía recuerdo los duros editoriales de la prensa y de los políticos en las horas siguientes al 7-1 sobre las reformas que, según decían, servirían para sanear a los clubes y pensar en un fútbol nuevo. Bien, el Congreso de Brasil aprobó estos últimos días una enmienda legislativa que alivia las deudas millonarias de los clubes. Pagos en 240 meses con 70 por ciento de descuentos, para refinanciar deudas. Y sin pedir nada a cambio. “Es un fair play financiero que premia la mala fé” de los clubes, afirmó el diario “O Globo”. La medida fue impulsada de modo imprevisto por un diputado que es dirigente de uno de los clubes beneficiados. La presidenta Rousseff, concluye el duro editorial de “O Globo”, debería vetar la norma.
Hasta Bom Senso Futebol Clube (Sentido Común, la agrupación de jugadores que busca democratizar el fútbol en Brasil y que fue recibida varias veces por Rousseff) afirmó que la enmienda, lejos de ayudar a los clubes, profundiza su “camino al abismo, distanciando cada vez más al fútbol brasileño del profesionalismo y de la modernización”.
Con todas las diferencias y distancias, el caso de Brasil tiene algunas similitudes con lo que sucede cen nuestro país. Las deudas de los clubes argentinos también crecen. Y, lejos de exigir el cumplimiento de las obligaciones contraídas, el gobierno, a través del Fútbol Para Todos, termina dándole más dinero, ahora con un campeonato de 30 equipos, con posible nuevo patrocinador chino y con más partidos para repartir, combinación interesante seguramente para un año electoral, tanto en la AFA como en el país.
Los colegas brasileños con los que hablé en estos días me dicen que no terminan de entender la movida de la presidenta Rousseff. Porque Rebelo, me cuentan, era un correcto ministro para Deportes, clave para que el Mundial se desarrollara sin problemas y elogiado también por muchos deportistas que mejoraron su vida con las becas llamadas Bolsa Atleta y Bolsa Podio.
“¿Qué tiene que ver el nuevo ministro Hilton con el deporte?”, me pregunta uno de los colegas. ¿Y su partido, el Partido Republicano Brasileño? ¿Y su líder, Marcelo Crivella, obispo de la Iglesia Universal de Dios, senador con millones de votos y cantante gospel? “¿Acaso pensarán cobrar un diezmo a los atletas en los Juegos de Río 2016?”, ironiza el colega.
Otro colega, más experto en lides políticas, me dice que los motivos del cambio son claros: el Partido Comunista de Rebelo tendrá sólo 10 diputados y un senador en el nuevo Congreso, mientras que el PRB de Crivella-Hilton tendrá 21 diputados y un senador.
Rusia fue noticia al inicio y al final de 2014, primero por los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi que costaron la cifra récord de 51.000 millones de dólares y luego porque en diciembre explotaron fuertes sospechas de un doping masivo de sus atletas, un escándalo que amenaza más revelaciones. En Argentina, nuestro fútbol, que saludó con agrado el aire fresco de un River de ataque generoso, inició y terminó el año también del mismo modo: con barras muertos por peleas internas. Pero el hecho deportivo de 2014 sucedió en Brasil. Y hacia allí seguirá puesta la mirada del deporte internacional. Los Juegos de Río 2016. Un deporte olímpico que estará más cerca que nunca, pero que, a diferencia del fútbol, tendrá a nuestros atletas mirando el podio desde bien lejos.
Lo fueron también para el deporte mundial. Lo que pocos observan hoy, a la hora del repaso, es qué sucede ahora con el fútbol de Brasil, especialmente después de todo lo que se dijo que se haría en las horas siguientes a la humillación del 7-1. Eran días de editoriales profundos, de promesas de revolución, de “un antes y un después”. Y de todas aquellas palabras de peso que suelen escucharse en horas de conmociones profundas. Palabras que, como también suele suceder, quedan no más que en palabras. La propia pelota ayudó a que nada cambiara. El Brasil perdedor de Luiz Felipe Scolari del Mundial se convirtió tras la Copa en un Brasil ganador con la vuelta del DT Dunga, el único cambio. El nuevo Brasil de Dunga sigue sin jugar bien, pero gana. Y no importa que sean amistosos. Gana. Y los resultados positivos siempre ayudan a sostener el disfraz.
La presidenta Dilma Rousseff, reelegida contra muchos de los pronósticos previos al Mundial, silbada e insultada por fanáticos en algunas canchas, designó en los últimos días como nuevo ministro de Deportes a George Hilton, un diputado de Bahía que en 2007 fue detenido en el aeropuerto de Belo Horizonte con valijas de dinero, supuestas donaciones de miembros de la Iglesia Universal del Reino de Dios, a la que pertenece. Además de pastor religioso, Hilton es comentarista de radio, animador de TV y teólogo. ¿Currículum deportivo? Nada. Ni siquiera algún vínculo con Mancha Verde, la hinchada brava de Palmeiras, como sí tiene, según parece, Antonio Carlos Rodrigues, nuevo ministro de Transportes. Aldo Rebelo, del Partido Comunista, que fue ministro de Deportes durante el Mundial, será ahora ministro de Ciencia y Tecnología. Versatilidad pura.
La designación de Hilton no hace más que confirmar la influencia creciente de los evangélicos en la vida de Brasil, como se vio en el Mundial, cuando casi todo el equipo rezaba aún en medio de una definición por penales contra Chile o de la dura derrota contra Alemania. También se arrodilló a rezar el arquero brasileño Rafael, de Napoli, apenas atajó a un penal que coronó esta semana a su equipo campeón de la Supercopa italiana contra Juventus, un clásico que, hay que decirlo, cerró 2014 con otra ratificación del poderío internacional del fútbol argentino. Dos goles de Carlos Tevez y otros dos de Gonzalo Higuaín. Fue acaso una imagen más poderosa inclusive que la de San Lorenzo jugando la final del Mundial de Clubes, un torneo que sólo sirve para desnudar la desigualdad cada vez mayor entre Europa y Sudamérica. Un presupuesto 50 veces mayor entre un club y otro no es competencia.
Volvamos a Brasil, que seguirá siendo noticia deportiva en 2015, porque en 2016 Río será sede de los Juegos Olímpicos. Todavía recuerdo los duros editoriales de la prensa y de los políticos en las horas siguientes al 7-1 sobre las reformas que, según decían, servirían para sanear a los clubes y pensar en un fútbol nuevo. Bien, el Congreso de Brasil aprobó estos últimos días una enmienda legislativa que alivia las deudas millonarias de los clubes. Pagos en 240 meses con 70 por ciento de descuentos, para refinanciar deudas. Y sin pedir nada a cambio. “Es un fair play financiero que premia la mala fé” de los clubes, afirmó el diario “O Globo”. La medida fue impulsada de modo imprevisto por un diputado que es dirigente de uno de los clubes beneficiados. La presidenta Rousseff, concluye el duro editorial de “O Globo”, debería vetar la norma.
Hasta Bom Senso Futebol Clube (Sentido Común, la agrupación de jugadores que busca democratizar el fútbol en Brasil y que fue recibida varias veces por Rousseff) afirmó que la enmienda, lejos de ayudar a los clubes, profundiza su “camino al abismo, distanciando cada vez más al fútbol brasileño del profesionalismo y de la modernización”.
Con todas las diferencias y distancias, el caso de Brasil tiene algunas similitudes con lo que sucede cen nuestro país. Las deudas de los clubes argentinos también crecen. Y, lejos de exigir el cumplimiento de las obligaciones contraídas, el gobierno, a través del Fútbol Para Todos, termina dándole más dinero, ahora con un campeonato de 30 equipos, con posible nuevo patrocinador chino y con más partidos para repartir, combinación interesante seguramente para un año electoral, tanto en la AFA como en el país.
Los colegas brasileños con los que hablé en estos días me dicen que no terminan de entender la movida de la presidenta Rousseff. Porque Rebelo, me cuentan, era un correcto ministro para Deportes, clave para que el Mundial se desarrollara sin problemas y elogiado también por muchos deportistas que mejoraron su vida con las becas llamadas Bolsa Atleta y Bolsa Podio.
“¿Qué tiene que ver el nuevo ministro Hilton con el deporte?”, me pregunta uno de los colegas. ¿Y su partido, el Partido Republicano Brasileño? ¿Y su líder, Marcelo Crivella, obispo de la Iglesia Universal de Dios, senador con millones de votos y cantante gospel? “¿Acaso pensarán cobrar un diezmo a los atletas en los Juegos de Río 2016?”, ironiza el colega.
Otro colega, más experto en lides políticas, me dice que los motivos del cambio son claros: el Partido Comunista de Rebelo tendrá sólo 10 diputados y un senador en el nuevo Congreso, mientras que el PRB de Crivella-Hilton tendrá 21 diputados y un senador.
Rusia fue noticia al inicio y al final de 2014, primero por los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi que costaron la cifra récord de 51.000 millones de dólares y luego porque en diciembre explotaron fuertes sospechas de un doping masivo de sus atletas, un escándalo que amenaza más revelaciones. En Argentina, nuestro fútbol, que saludó con agrado el aire fresco de un River de ataque generoso, inició y terminó el año también del mismo modo: con barras muertos por peleas internas. Pero el hecho deportivo de 2014 sucedió en Brasil. Y hacia allí seguirá puesta la mirada del deporte internacional. Los Juegos de Río 2016. Un deporte olímpico que estará más cerca que nunca, pero que, a diferencia del fútbol, tendrá a nuestros atletas mirando el podio desde bien lejos.
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