23 Diciembre 2014
La ley es igual para todos. El juez José Castro, armado con tesón, se lo ha demostrado a los españoles sentando en el banquillo de los acusados a Cristina de Borbón, hija y hermana de rey. Lo proclamó literalmente la primera vez que la imputó, en abril de 2013. “La Justicia es igual para todos”, escribió en su auto. Pero la Audiencia de Palma anuló luego la imputación porque que no consideraba a la hija del rey Juan Carlos cómplice y cooperadora necesaria de los delitos de su marido. Volvió a imputarla en enero de este año y se topó entonces con la reacción airada del fiscal anticorrupción, que había caminado con él de la mano en la investigación del gran escándalo de corrupción que es el “caso Nóos” y que protagoniza el ex jugador de balonmano con el que la infanta se casó en 1997. La Audiencia de Palma la desimputó en noviembre por el delito de blanqueo de dinero pero no echó atrás la acusación por dos delitos fiscales. Y Castro sentenció el asunto mandándola al banquillo. En los cuatro años de instrucción del caso, el magistrado se convirtió en un referente en el país en el que las instituciones atraviesan una crisis de prestigio y credibilidad. De aspecto serio y bonachón, lo califican de “juez justiciero”; “un juez implacable al que no le tiembla el pulso”. Cuando en febrero sentó a la infanta ante de un retrato de su padre, el aún rey Juan Carlos I, y la interrogó durante más de cinco horas, a la sala del juzgado de Palma de Mallorca llegaba el bullicio de los manifestantes: “Castro, amigo, el pueblo está contigo”, coreaban. Pese a todo, una parte de la opinión pública dudaba de que fuera posible ver procesada a una infanta de España. Su forma de vestir, alejada la mayoría de las ocasiones de corbatas y trajes, contrasta con la de otros jueces y fiscales. Sobre todo sus chaquetas de cuero, reminiscencia de sus tiempos de motociclista, cuando conducía una cilindrada muy superior a la que maneja ahora.
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