16 Diciembre 2014
“Lejos de lo que muchos piensan, las vacaciones no son necesariamente una solución para el estrés. El descanso ayuda, pero la clave está en analizar las propias conductas habituales para saber cuáles son los disparadores del malestar. Y los factores disparadores del estrés varían en cada persona”, explica la licenciada en Psicología Georgina Vorano.
Comentó que es frecuente creer que el “recalentamiento del motor” que tenemos durante todo el año se remedia con las vacaciones, consideradas como una isla prometida del ocio y del descanso. Pero las vacaciones anuales, aclaró, funcionan como un placebo: no tienen un verdadero efecto para realizar cambios y replanteos; son un respiro que perpetúa un mismo circuito dando vueltas sobre las situaciones que generan malestar.
Pero además, cuando una persona funciona de manera compulsiva puede actuar de este modo tanto en el trabajo como en las vacaciones. Si en el trabajo se hace cargo de todo, para después irritarse y no dormir bien -por ejemplo-, en las vacaciones puede hacer algo similar: hace todas las excursiones a su alcance. O sea que la modalidad compulsiva no se modifica ni en la playa. De ahí la expresión tan frecuente: “vine tan cansado como me fui”.
Para encarar el 2015 con menos estrés, Vorano propone tres pasos:
1) Ser realistas. Las conductas problemáticas para uno mismo, que se reiteran permanentemente, no van a dejar de estar presentes ante la esperanza que despierta un año nuevo y las vacaciones. Hay que desilusionarse, en cierta forma, ya que el padecimiento recurrente no va a desaparecer mientras la persona no se responsabilice y haga algo con él.
2) Buscar espacios de pausa. Algo básico es que un sujeto frene por un momento su vorágine y automatismo, y se detenga en un espacio personal a plantearse algunas preguntas sobre lo que quiere, y a detectar factores que lo afectan.
3) Buscar espacios de bienestar. Recurrir a los espacios en los que se encuentra más con el deseo que con la obligación. Esos lugares a los que uno va porque quiere y no porque debe hacerlo. En cuanto al llamado estrés laboral, la psicóloga aclaró que no está sólo relacionado a la cantidad de horas o de actividades que se realicen sino principalmente a cómo esté la persona conectada con el deseo y las ganas.
“Una persona puede trabajar mucho, hacer mucho y estar funcionando en conexión con su deseo, por lo que todo eso le resultará llevadero -detalla la especialista-. Pero si todas esas actividades tienen un trasfondo de obligación y son una respuesta a un imperativo permanente, habrá malestar generador de estrés, y esto se verá tanto en el trabajo como en los vínculos y en la relación con uno mismo”.
La aparición de malestar crónico, según Vorano, generalmente tiene que ver con puntos conflictivos centrales. En las situaciones en las que una persona sabe qué quiere, qué busca, cómo conseguirlo, qué hacer, para donde ir, no aparecería el malestar o distrés. “Pero esto no es lo característico de la condición humana. Diversas situaciones presentan interrogantes o cuestionan los mecanismos para responder, y allí entonces aparece la angustia y la ansiedad propias de lo que se llama estrés”, precisó la psicóloga.
Comentó que es frecuente creer que el “recalentamiento del motor” que tenemos durante todo el año se remedia con las vacaciones, consideradas como una isla prometida del ocio y del descanso. Pero las vacaciones anuales, aclaró, funcionan como un placebo: no tienen un verdadero efecto para realizar cambios y replanteos; son un respiro que perpetúa un mismo circuito dando vueltas sobre las situaciones que generan malestar.
Pero además, cuando una persona funciona de manera compulsiva puede actuar de este modo tanto en el trabajo como en las vacaciones. Si en el trabajo se hace cargo de todo, para después irritarse y no dormir bien -por ejemplo-, en las vacaciones puede hacer algo similar: hace todas las excursiones a su alcance. O sea que la modalidad compulsiva no se modifica ni en la playa. De ahí la expresión tan frecuente: “vine tan cansado como me fui”.
Para encarar el 2015 con menos estrés, Vorano propone tres pasos:
1) Ser realistas. Las conductas problemáticas para uno mismo, que se reiteran permanentemente, no van a dejar de estar presentes ante la esperanza que despierta un año nuevo y las vacaciones. Hay que desilusionarse, en cierta forma, ya que el padecimiento recurrente no va a desaparecer mientras la persona no se responsabilice y haga algo con él.
2) Buscar espacios de pausa. Algo básico es que un sujeto frene por un momento su vorágine y automatismo, y se detenga en un espacio personal a plantearse algunas preguntas sobre lo que quiere, y a detectar factores que lo afectan.
3) Buscar espacios de bienestar. Recurrir a los espacios en los que se encuentra más con el deseo que con la obligación. Esos lugares a los que uno va porque quiere y no porque debe hacerlo. En cuanto al llamado estrés laboral, la psicóloga aclaró que no está sólo relacionado a la cantidad de horas o de actividades que se realicen sino principalmente a cómo esté la persona conectada con el deseo y las ganas.
“Una persona puede trabajar mucho, hacer mucho y estar funcionando en conexión con su deseo, por lo que todo eso le resultará llevadero -detalla la especialista-. Pero si todas esas actividades tienen un trasfondo de obligación y son una respuesta a un imperativo permanente, habrá malestar generador de estrés, y esto se verá tanto en el trabajo como en los vínculos y en la relación con uno mismo”.
La aparición de malestar crónico, según Vorano, generalmente tiene que ver con puntos conflictivos centrales. En las situaciones en las que una persona sabe qué quiere, qué busca, cómo conseguirlo, qué hacer, para donde ir, no aparecería el malestar o distrés. “Pero esto no es lo característico de la condición humana. Diversas situaciones presentan interrogantes o cuestionan los mecanismos para responder, y allí entonces aparece la angustia y la ansiedad propias de lo que se llama estrés”, precisó la psicóloga.
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