Por Eduardo Herrera
15 Diciembre 2014
DYN
Pasaron 13 años desde el último título, de aquel Apertura de 2001 que le valió a “Mostaza” Merlo una estatua erigida en su honor por el aporte de 40 hinchas que lo veneraban y lo reconocían como el “gran hacedor” de un equipo que había cortado 35 años de sequía en materia de campeonatos. Ayer, Racing dio su 17a. vuelta olímpica en su emblemático escenario, “El Cilindro” o “Juan Domingo Perón” como lo conocen indistintamente sus seguidores. Y lo hizo con su jugador insignia, también partícipe y gran protagonista de la coronación de 2011, Diego Milito, “El Príncipe” para la gran falange académica, abanderado de la consagración ante Godoy Cruz, que se plantó con decoro en Avellaneda, pero no pudo resistir la superioridad de su adversario, que alcanzó la gloria con el 1-0 anotado con un frentazo de Ricky Centurión, otro hijo dilecto de los racinguistas también regresado del calcio italiano.
El “tomba” era el último obstáculo a sortear para que el “albiceleste” se hiciese realidad. Una corona casi impensable en el primer tramo del Torneo de Transición, cuando, tras perder el clásico de Avellaneda, se pedía la cabeza de Diego Cocca y de algunos referentes del plantel, como Sebastián Saja, pilar indiscutido de una campaña que tuvo un giro rotundo a partir de la fecha 11 con el 4-0 frente a Estudiantes, que le permitió obtener 24 de los últimos 27 puntos y seis partidos seguidos sin goles en su arco.
Racing empezó a crecer cuando logró que su defensa funcionara como un macizo bloque defensivo comandado por el cordobés Luciano Lollo; Aued y Gastón Díaz se acoplaron a Ezequiel Videla, patrón del medio campo, y Centurión en su rol de nexo ideal con el explosivo tándem de ataque compuesto por Milito-Bou. Racing volvió a ser feliz, dejando atrás años de sinsabores y un opaco primer semestre en el Torneo Final: fue antepenúltimo, con 17 puntos y debajo suyo quedaron los descendidos Argentinos Juniors y All Boys. En la recta final del campeonato, sus números fueron impresionantes y relegó a un River que metía miedo. Racing sepultó años de frustraciones y vuelve a sentirse como un auténtico grande que nunca dejó de serlo.
El “tomba” era el último obstáculo a sortear para que el “albiceleste” se hiciese realidad. Una corona casi impensable en el primer tramo del Torneo de Transición, cuando, tras perder el clásico de Avellaneda, se pedía la cabeza de Diego Cocca y de algunos referentes del plantel, como Sebastián Saja, pilar indiscutido de una campaña que tuvo un giro rotundo a partir de la fecha 11 con el 4-0 frente a Estudiantes, que le permitió obtener 24 de los últimos 27 puntos y seis partidos seguidos sin goles en su arco.
Racing empezó a crecer cuando logró que su defensa funcionara como un macizo bloque defensivo comandado por el cordobés Luciano Lollo; Aued y Gastón Díaz se acoplaron a Ezequiel Videla, patrón del medio campo, y Centurión en su rol de nexo ideal con el explosivo tándem de ataque compuesto por Milito-Bou. Racing volvió a ser feliz, dejando atrás años de sinsabores y un opaco primer semestre en el Torneo Final: fue antepenúltimo, con 17 puntos y debajo suyo quedaron los descendidos Argentinos Juniors y All Boys. En la recta final del campeonato, sus números fueron impresionantes y relegó a un River que metía miedo. Racing sepultó años de frustraciones y vuelve a sentirse como un auténtico grande que nunca dejó de serlo.
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