15 Diciembre 2014
“Cuando pasé sentí una sensación de paz, bienestar y tranquilidad”, recuerda Juan Pablo Juárez. Antes de pronunciar estas palabras tuvo que quitarle mucho polvo a su memoria. El runner se remontó 24 años en el tiempo para explicar por qué eligió La Pérgola del parque 9 de Julio como su lugar de entrenamiento por excelencia.
La explicación de Juárez no fue técnica, sino sentimental. Ni qué hablar de la reacción de Lucas Santillán, otro experimentado corredor que gasta sus zapatillas todos los días allí. “Ay, mi Pérgola...”, dice. De todos modos, el vínculo que mantienen los corredores con este espacio del parque más importante de la provincia tiene un aspecto técnico fundamental.
En Tucumán no hay una pista de atletismo reglamentaria, así que los amantes de este deporte deben buscar alternativas. De hecho, La Pérgola del Rosedal es una especie de salvavidas para los atletas: este lugar es comparable con el potrero de los futbolistas: los runners lo usan como pista de entrenamiento improvisada.
Su diseño le otorga la primera ventaja. La circunferencia del paseo mide 320 metros. “Su forma permite que, por más velocidad que se logre, el cuerpo nunca esté desequilibrado”, analiza Juárez. El suelo también genera beneficios, quizás no tantos como el de una pista de atletismo, pero sí más que el terreno de una plaza, una calle o una avenida. “Las baldosas son cuadriculadas y eso amortigua un poquito el peso de la pisada. Podemos entrenar sin grandes riesgos de lesiones”, destaca el atleta trasplantado.
Mientras Juárez les habla a los corredores que se reúnen en el parque, Santillán pasa raudamente a su lado. Lucas corre a máxima velocidad y se detiene cada tanto sobre un 0 pintado con color amarillo en el suelo. “Los trabajos de velocidad se trabajan por distancias”, indica Juárez cuando pasa su colega.
Si bien una pista oficial es de 400 metros, en La Pérgola se las arreglaron para que los poco más de 300 metros puedan ser aprovechados al máximo. El corredor puede saber que para completar, por ejemplo, los 5.000 metros será necesario dar 15 vueltas y recorrer 200 metros más.
A esto hay que sumarle que las enredaderas que cubren la estructura les brindan un techo natural a los deportistas. “Por la vegetación que tiene, hay como cuatro o cinco grados menos que al aire libre”, compara Juárez. Además, los rayos del sol no molestan.
La Pérgola aparece como la opción más completa para entrenar, pero también evidencia la ausencia de un lugar reglamentario acorde al alto rendimiento deportivo. Pese a ello, Juárez no siente que los rivales que entrenan en un óvalo reglamentario corran con ventaja. “Cuando iba a competir a Buenos Aires entrenaba en La Pérgola y andaba bien. Tenía que conformarme con lo que había. De todos modos, la pista motivaría a la gente a hacer actividad física; creo que el Gobierno debería evaluar eso e impulsar la construcción de una pista”, sugiere el deportista.
Desde la Perón
Luis Ortiz y Héctor Rizzotti se especializan en las carreras de aventuras más que en las de calle. De hecho, el próximo desafío que enfrentarán será el “Cruce de Los Andes” (consiste en 12 postas de 42 kilómetros que unirán Chile con Argentina). De todos modos, fueron a buscar al parque 9 de Julio el espacio de entrenamiento que necesitan.
“Quiero sacar un poco más de velocidad y este es el lugar justo”, detalla Ortiz con respecto a La Pérgola. “La superfice es llana y además se entrena bajo la sombra”, indica. A pesar de esto, el corredor no abandona su lugar original de entrenamiento, la avenida Perón, en Yerba Buena; allí hace trabajos de fondo largos.
Para Rizzotti, quienes entrenan en La Pérgola acceden a una precisión en la actividad física que no se encuentra en otros circuitos. “Las vueltas son al segundo, están muy bien medidas y no hay manera de equivocarse. Es una manera de no perder el ritmo”, describió. “Acá podés hacer un entrenamiento mucho más ordenado”, agregó. “En La Perón hay desnivel de subida y de bajada; no es ni mejor ni peor, sólo distinto”, remarcó Rizzotti.
La explicación de Juárez no fue técnica, sino sentimental. Ni qué hablar de la reacción de Lucas Santillán, otro experimentado corredor que gasta sus zapatillas todos los días allí. “Ay, mi Pérgola...”, dice. De todos modos, el vínculo que mantienen los corredores con este espacio del parque más importante de la provincia tiene un aspecto técnico fundamental.
En Tucumán no hay una pista de atletismo reglamentaria, así que los amantes de este deporte deben buscar alternativas. De hecho, La Pérgola del Rosedal es una especie de salvavidas para los atletas: este lugar es comparable con el potrero de los futbolistas: los runners lo usan como pista de entrenamiento improvisada.
Su diseño le otorga la primera ventaja. La circunferencia del paseo mide 320 metros. “Su forma permite que, por más velocidad que se logre, el cuerpo nunca esté desequilibrado”, analiza Juárez. El suelo también genera beneficios, quizás no tantos como el de una pista de atletismo, pero sí más que el terreno de una plaza, una calle o una avenida. “Las baldosas son cuadriculadas y eso amortigua un poquito el peso de la pisada. Podemos entrenar sin grandes riesgos de lesiones”, destaca el atleta trasplantado.
Mientras Juárez les habla a los corredores que se reúnen en el parque, Santillán pasa raudamente a su lado. Lucas corre a máxima velocidad y se detiene cada tanto sobre un 0 pintado con color amarillo en el suelo. “Los trabajos de velocidad se trabajan por distancias”, indica Juárez cuando pasa su colega.
Si bien una pista oficial es de 400 metros, en La Pérgola se las arreglaron para que los poco más de 300 metros puedan ser aprovechados al máximo. El corredor puede saber que para completar, por ejemplo, los 5.000 metros será necesario dar 15 vueltas y recorrer 200 metros más.
A esto hay que sumarle que las enredaderas que cubren la estructura les brindan un techo natural a los deportistas. “Por la vegetación que tiene, hay como cuatro o cinco grados menos que al aire libre”, compara Juárez. Además, los rayos del sol no molestan.
La Pérgola aparece como la opción más completa para entrenar, pero también evidencia la ausencia de un lugar reglamentario acorde al alto rendimiento deportivo. Pese a ello, Juárez no siente que los rivales que entrenan en un óvalo reglamentario corran con ventaja. “Cuando iba a competir a Buenos Aires entrenaba en La Pérgola y andaba bien. Tenía que conformarme con lo que había. De todos modos, la pista motivaría a la gente a hacer actividad física; creo que el Gobierno debería evaluar eso e impulsar la construcción de una pista”, sugiere el deportista.
Desde la Perón
Luis Ortiz y Héctor Rizzotti se especializan en las carreras de aventuras más que en las de calle. De hecho, el próximo desafío que enfrentarán será el “Cruce de Los Andes” (consiste en 12 postas de 42 kilómetros que unirán Chile con Argentina). De todos modos, fueron a buscar al parque 9 de Julio el espacio de entrenamiento que necesitan.
“Quiero sacar un poco más de velocidad y este es el lugar justo”, detalla Ortiz con respecto a La Pérgola. “La superfice es llana y además se entrena bajo la sombra”, indica. A pesar de esto, el corredor no abandona su lugar original de entrenamiento, la avenida Perón, en Yerba Buena; allí hace trabajos de fondo largos.
Para Rizzotti, quienes entrenan en La Pérgola acceden a una precisión en la actividad física que no se encuentra en otros circuitos. “Las vueltas son al segundo, están muy bien medidas y no hay manera de equivocarse. Es una manera de no perder el ritmo”, describió. “Acá podés hacer un entrenamiento mucho más ordenado”, agregó. “En La Perón hay desnivel de subida y de bajada; no es ni mejor ni peor, sólo distinto”, remarcó Rizzotti.
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