Billetera circular

Billetera circular

A dos semanas de que comience el año electoral, los políticos se desvelan por los sondeos de opinión pública; y solamente la mercadería para repartir el día de la elección les permite irse a dormir tranquilos.

Las encuestas están de moda. Son la vedette de este fin de año. Digan lo que digan, todos quedan embobados con ellas. En los últimos días hubo algunas que dijeron que prácticamente no habrá corte de boletas. No pasaría del 2%. Pero el dato -útil por cierto para el armado de las listas- pierde importancia respecto de la gran preocupación que tienen todos los candidatos: la plata. El oficialismo sabe que la caja alperovichista es como esas galeras de los magos que lucen vacías pero, cuando meten la mano, empiezan a salir pañuelos sin parar.

El problema lo tienen aquellos que no están atados a la gorda vaca estatal, que da leche a todos los postulantes. Los partidos opositores van a tener que remar porque los fondos no son tan fáciles para aquellos que están en el llano y lejos del poder desde hace tanto tiempo.

¿Cuántos votos se necesitarán en la Capital para conseguir una banca de legislador y una de concejal? Esa es la pregunta obligada en cada partido. La respuesta que aproximan los que saben es: “9.500 votos”. El que consigue esa suma puede dormir tranquilo y levantarse al día siguiente de los comicios sabiendo que cumplió los objetivos.

Sin embargo, ¿quién puede irse a dormir en paz si sabe que mantener la estructura que ya tiene, y llegar al día de los comicios, le implica por lo menos tener 8 millones de pesos? Los “tesoreros” de esta nueva PyME electoral ya anotaron en el presupuesto que un auto podría costar entre 800 y 1.000 pesos. El “movilizador”, que es quien se tiene que levantar más temprano que los fiscales, calentar el motor y salir a buscar gente por doquier va a querer cobrar -por lo menos- unos 1.000 pesos ese día. Los que quieren ganar saben que tienen que contratar bolsones. Está claro que muchos votantes a la dignidad, a la ética y a la responsabilidad de votar la pueden guardar sin ponerse colorados, a cambio de un bolsón. Y, también está claro que la bolsa con mercadería de todos los colores es fundamental para dormir bien el día de los comicios. En la anterior elección, aún cuando estaba prohibido, incluso cuando un fallo de la Corte lo castiga, significó un 20% del total de votos obtenidos. Es decir, aquellos que repartieron bolsones confiesan que, sin ellos, hubieran sacado un 20% menos de los votos que sumaron. Por lo tanto, una vez más la dignidad se rendirá a los pies del bolsón.

Pero, ¿cuántos bolsones hacen faltan para que la paz del candidato esté con ustedes, y con su espíritu electoral, obviamente? “Por lo menos hay que repartir 50.000 bolsones para tener buena cosecha de votos”, confiesa el hombre que suele frecuentar Villa Muñecas para hacer política. El bolsón no se arma por arte de magia; también requieren una logística propia para la distribución y armado previo.

Aquellos que encuentran el lado más triste de la política y la denigración del voto, que es el más trascendente acto de validación de la democracia, debieran quedarse tranquilos porque en esta inversión se combate el mal de la desocupación. Es así como la llegada de los tiempos electorales trae consigo nuevas “profesiones” que dan los títulos de: movilizador; armador de bolsones; distribuidor de bolsones; coordinador y, obviamente, las ya tradicionales carreras de fiscal y “repartidor y armador de viandas”.

El boleto es lo de menos

Estas disquisiciones de dinero no se hacen en reuniones plenarias. Suelen quedar en la intimidad de los candidatos y de sus familiares, tan proclives hoy a postularse también para que la PyME electoral sea también familiar. Pero, aún cuando los ediles peronistas estuvieron reunidos para hablar del aumento del viaje en ómnibus, otra herramienta fundamental a la hora de hacer proselitismo, los concejales terminaron haciendo sus elucubraciones. El secretario de Gobierno municipal que estaba en el encuentro presumía de lo bien que le iba a su neo-líder Domingo Amaya. “Nos estamos acercando a José Cano”, cuentan que dijo el hombre que se convirtió en uno de los enemigos acérrimos del gobernador José Alperovich. Y, como las encuestas son “palabra de Dios”, se animó a más: “estamos achicando la diferencia con la fórmula oficial”, habría exagerado.

Más allá de la imposibilidad de saber a ciencia cierta cuál es el verdadero progreso del intendente, está claro que desde que Amaya empezó a amagar con ser candidato a gobernador más de uno lo ve colorado a este cabecita negra kirchnerista.

Cuando el encuentro terminó, todos se fueron calculando si realmente Amaya podría llegar a terciar o a romper una posible polarización que se viene insinuando entre José Cano y el oficialismo. Al llegar a sus respectivos destinos todos tomaron conciencia que el tema del aumento del boleto de ómnibus había sido desplazado y que el mensaje había sido claro: Amaya no va a hablar de ese tema. Una vez más el intendente parece decidido a mirar para otro lado. Jamás quiso asumir el costo del aumento del viaje y, casualmente, siempre tuvo un viaje para disimular. No obstante, siempre terminó produciéndose el incremento.

No tan cerca

José Alperovich, al mejor estilo amayista, no dice cuál es la fórmula elegida pero habla de Juan Manzur como si fuera un prócer. El ministro de Salud de la Nación tampoco se sonroja mucho cuando escucha los elogios del hombre que lo inventó a él como político. El problema de Manzur va a ser justificar sus inasistencias en el ministerio de Salud de la Nación, ya que por lo menos cuatro días de la semana trabaja de sombra de Alperovich o de candidato a gobernador. Algo parecido ocurre con José López, quien no recibe los elogios de Alperovich, aunque si las manos abiertas para aceptar los millones en obras que va dejando en su camino electoral esta aggiornada versión de Hansel y Gretel. El problema es que cuando quiera volver sobre sus pasos, no va a encontrar ni los abrazos que le prodigaron. No sólo Alperovich sigue los movimientos del secretario de Obras Públicas de la Nación. Hace pocos días en un encuentro casual con directivos de la Cámara de la Construcción de Tucumán, el candidato a vice Osvaldo Jaldo hizo un comentario que sonó más amenaza o advertencia a sus interlocutores: “Dejen de pensar y preocuparse por el 2030 (idea que trata de prohijar José López), piensen qué van a hacer en marzo del año que viene cuando se termine el plan ‘Más Cerca’. Esto es mañana y ustedes andan escuchando conferencias sobre el futuro”, expresó, en indudable referencia a López. Para Jaldo, las idas y vueltas del secretario de Obras Públicas son más que un dolor de cabeza, especialmente en el interior.

Más que circular, directa

No sólo en los ámbitos políticos aparecen las chicanas y los recelos.

En el Poder Judicial, desde que Edmundo Jiménez asumió como ministro fiscal, cada una de sus acciones fueron puestas bajo el microscopio por el presidente de la Corte. A Antonio Gandur no le cae de maravillas enterarse por los diarios lo que hace el ex funcionario de Alperovich y de Ramón Ortega. Tanto el uno como el otro se tienen respeto, pero nada más. Los casos “Rigourd” y “Nofal” sacudieron la paciencia del presidente de la Corte a quien, aparentemente, no le satisfizo el trabajo de los fiscales de “Pirincho”.

Por eso el viernes, a primera hora, nadie se sorprendió cuando Gandur ordenó a su encargada de ceremonial enviar la circular 32. Está dirigida a los “señores jueces” y a las “señoras juezas”, pero tendría un destinatario indirecto.

“Con preocupación se observa la ligereza con la que se utilizan y disponen medidas de coerción personal en el marco de los procesos penales por parte de las autoridades judiciales, sin respetar las estrictas normas legales de la materia”. Así comienza la circular que debe haber sorprendido a Jiménez.

Sobre el final, Gandur advierte que “no puede desconocerse la grave afectación al derecho a la libertad y la afrenta que significa para el sistema, que se disponga liviana y automáticamente la detención de las personas para luego recién examinar la existencia de los elementos necesarios para su dictado y concluir sobre la falta de mérito para una medida de coerción personal”.

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