Los flamantes abogados

Ernesto Padilla habló por la promoción 1896

ABOGADO TUCUMANO. La borrosa foto de 1896, muestra al joven letrado Ernesto Padilla hablando, desde el púlpito de la vieja Facultad porteña, en nombre de los graduados.  la gaceta / archivo ABOGADO TUCUMANO. La borrosa foto de 1896, muestra al joven letrado Ernesto Padilla hablando, desde el púlpito de la vieja Facultad porteña, en nombre de los graduados. la gaceta / archivo
Carlos Páez de la Torre H
Por Carlos Páez de la Torre H 05 Diciembre 2014
En 1896, el tucumano Ernesto E. Padilla (1873-1951) se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires, con medalla de oro. Tocó al futuro gobernador, ministro y legislador nacional, pronunciar el discurso de despedida de su promoción. Interesa rescatar algunos párrafos.

“Somos ya abogados y, como tales, hombres de prudencia y de consejo; si no nos sintiéramos con aptitud de serlo, mejor haríamos en renunciar ahora mismo a nuestro título, porque pocas veces la dignidad humana baja tanto como cuando las armas de la Justicia adulan a los poderosos”, expresó.

Pero eso no debía convertir al abogado en un obstinado, “que prefiere estrellarse sobre los peligros antes que tratar de evitarlos con decoro”. Un espíritu firme con un ideal elevado, no tiene que ser intransigente y despreciativo: “nadie ha recibido el privilegio de ser depositario exclusivo de la verdad y de la sinceridad en el mundo”.

En cuanto a la acción a cumplir, debía ser “modesta y abnegada”, porque allí “reside el secreto de los prestigios”. El orgullo y la sed de exhibicionismo, “nos lanzan a los jóvenes a los fracasos más estruendosos”. Era necesario “huir de la publicidad temprana, que hace de un niño de escuela un hombre insoportable por sus pretensiones”: había que “esperar la hora”. El apresuramiento y la precipitación “matan los anhelos al nacer, porque es ley de la vida que los frutos se recojan sólo cuando están maduros”.

Entendía el joven graduado que ser abogado exigía una clara definición. “Ante la sociedad y ante la patria contraemos, en este día, un solemne compromiso: prometámosles una conducta recta y firmemente inspirada en el bien”.

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