27 Noviembre 2014
“Ninguna escuela enseña que el amor es lo más importante en la vida y ninguna universidad enseña que la compasión es lo fundamental”, dispara Hunter “Patch” Adams.
Del otro lado de la línea, la voz del médico clown -que se hizo famoso tras el filme con su nombre que protagonizó Robin Williams- no parece la de un hombre afecto a la risa fácil. El breve diálogo con LA GACETA, antes de su llegada a Tucumán (disertará mañana, con traducción simultánea, en el Mercedes Sosa), avala la sospecha. Diez minutos de charla permiten corroborar que Hunter Adams no es el payaso que con su ropa estrafalaria y su nariz colorada anda haciendo reír a la gente en los hospitales de todo el planeta. O sí. Pero la risa, como él mismo lo dice, es para este médico crítico de los sistemas de medicina tradicionales de casi todo el planeta, nada más y nada menos que “una herramienta para ayudar a las personas a ser más felices”.
Poco afecto a responder a “aquellas preguntas que todo periodista debe hacerle a Patch Adams” (como qué opina de la película que hizo Robin Williams sobre su vida), responde, sin embargo, cuando se le pregunta qué es la risa.
“Acabo de regresar de mi tradicional gira anual de dos semanas en Rusia, haciendo clowning. Y todo el tiempo vemos gente que está sufriendo; y hay muchas risas. La risa es una herramienta de ayuda a la comunidad humana”, le responde a LA GACETA, no sin antes dejar su señal de protesta: “ustedes, los periodistas, quieren respuestas de una frase a temas sobre lo que se han escrito libros”.
Así como habla de la felicidad, Adams, que se define como un activista político y social, también habla del humor. “El humor es una forma de acercarse a la gente con amor”, afirma este hombre que viaja por todo el planeta tratando de contagiar su mensaje de que el mundo sería otro si lo impulsaran el cuidado, el interés por los demás. Precisamente, ése, el cuidado, “la celebración de cuidar del otro”, remarca Adams, será el eje de la conferencia que brindará mañana en Tucumán.
- ¿Es difícil cuidar a los otros, hoy, tener en cuenta a los otros?
- No, si tú lo decides. Es difícil cuidar porque no hay una ética del cuidado. Yo soy una persona que se dedica al cuidado porque mi madre fue una persona afecta al cuidado. Toda persona que cuida tuvo una madre que supo cuidarlo. Cuidar es un acto de amor. Y cuando lees los diarios, y ves lo que hacen los gobiernos... eso no tiene nada que ver con el cuidado. Los gobiernos, las corporaciones, sólo se dedican a acumular dinero y poder. Pero el cuidado se trata del amor, de la ternura, del respeto.
- ¿Qué pasa en la educación? ¿Hay algunas escuelas que contemplen ese principio?
- Usted me hace preguntas que toman mucho tiempo de responder. En Estados Unidos no tenemos educación. Se trata de generar grupos de gente conformista, sin conciencia, afecta al consumo. Fíjese, el amor es la parte más importante de la vida, y no hay en el mundo ni una escuela pública que enseñe amor. Habría que enseñar a amar una hora al día, los cinco días de la semana, desde el jardín de infantes hasta la Universidad.
- A usted le gustaría encarar una escuela como ésa...
- En los últimos 30 años he viajado alrededor del mundo, por 78 países, tratando de promover la enseñanza de la inteligencia del amor en la escuela. Y no lo he logrado, nadie ha tomado mi propuesta: y uno no puede menos que reflexionar que en los Estados Unidos, cada nueve segundos, un hombre le pega a una mujer, que todos los días, 50 millones de hombres tienen sexo con niños...
- ¿Tanta violencia está implícita en nuestra naturaleza humana?
- No, creo que el mundo político, el de los medios, el de la propaganda, quiere convertir a la gente en robots, en consumidores dóciles, en gente deprimida y ansiosa. Gente incapaz de construir un mundo bueno, amable, generoso.
- Aún así, usted es optimista..
-Bueno, cada persona decide en un momento determinado qué hará con su vida. A los 18 años yo decidí que sería un revolucionario del amor. Y que yo sería alegre, gracioso, cooperativo y creativo en todo momento de mi vida. Y eso es lo que hago desde hace 51 años. Y creo que todos pueden hacerlo, pero la propaganda de los medios que sirven a la guerra y al poder trata de que la gente esté más interesada en comprar cosas que en amar.
- ¿Tuvo que resignar algo cuando decidió este camino?
- No, mi madre me dio la autoestima; que todo lo que yo tenía que hacer era decidirme a ser feliz, decidirme a ser amable, decidirme a ser gracioso, y luego tenía que decidir cómo encarrilar esas intenciones, qué forma darles.
- ¿Por qué será que se le da tanta importancia a la felicidad? Hasta hay ránkings para medir cuáles son los estados más felices...
- Porque no la hay.
Del otro lado de la línea, la voz del médico clown -que se hizo famoso tras el filme con su nombre que protagonizó Robin Williams- no parece la de un hombre afecto a la risa fácil. El breve diálogo con LA GACETA, antes de su llegada a Tucumán (disertará mañana, con traducción simultánea, en el Mercedes Sosa), avala la sospecha. Diez minutos de charla permiten corroborar que Hunter Adams no es el payaso que con su ropa estrafalaria y su nariz colorada anda haciendo reír a la gente en los hospitales de todo el planeta. O sí. Pero la risa, como él mismo lo dice, es para este médico crítico de los sistemas de medicina tradicionales de casi todo el planeta, nada más y nada menos que “una herramienta para ayudar a las personas a ser más felices”.
Poco afecto a responder a “aquellas preguntas que todo periodista debe hacerle a Patch Adams” (como qué opina de la película que hizo Robin Williams sobre su vida), responde, sin embargo, cuando se le pregunta qué es la risa.
“Acabo de regresar de mi tradicional gira anual de dos semanas en Rusia, haciendo clowning. Y todo el tiempo vemos gente que está sufriendo; y hay muchas risas. La risa es una herramienta de ayuda a la comunidad humana”, le responde a LA GACETA, no sin antes dejar su señal de protesta: “ustedes, los periodistas, quieren respuestas de una frase a temas sobre lo que se han escrito libros”.
Así como habla de la felicidad, Adams, que se define como un activista político y social, también habla del humor. “El humor es una forma de acercarse a la gente con amor”, afirma este hombre que viaja por todo el planeta tratando de contagiar su mensaje de que el mundo sería otro si lo impulsaran el cuidado, el interés por los demás. Precisamente, ése, el cuidado, “la celebración de cuidar del otro”, remarca Adams, será el eje de la conferencia que brindará mañana en Tucumán.
- ¿Es difícil cuidar a los otros, hoy, tener en cuenta a los otros?
- No, si tú lo decides. Es difícil cuidar porque no hay una ética del cuidado. Yo soy una persona que se dedica al cuidado porque mi madre fue una persona afecta al cuidado. Toda persona que cuida tuvo una madre que supo cuidarlo. Cuidar es un acto de amor. Y cuando lees los diarios, y ves lo que hacen los gobiernos... eso no tiene nada que ver con el cuidado. Los gobiernos, las corporaciones, sólo se dedican a acumular dinero y poder. Pero el cuidado se trata del amor, de la ternura, del respeto.
- ¿Qué pasa en la educación? ¿Hay algunas escuelas que contemplen ese principio?
- Usted me hace preguntas que toman mucho tiempo de responder. En Estados Unidos no tenemos educación. Se trata de generar grupos de gente conformista, sin conciencia, afecta al consumo. Fíjese, el amor es la parte más importante de la vida, y no hay en el mundo ni una escuela pública que enseñe amor. Habría que enseñar a amar una hora al día, los cinco días de la semana, desde el jardín de infantes hasta la Universidad.
- A usted le gustaría encarar una escuela como ésa...
- En los últimos 30 años he viajado alrededor del mundo, por 78 países, tratando de promover la enseñanza de la inteligencia del amor en la escuela. Y no lo he logrado, nadie ha tomado mi propuesta: y uno no puede menos que reflexionar que en los Estados Unidos, cada nueve segundos, un hombre le pega a una mujer, que todos los días, 50 millones de hombres tienen sexo con niños...
- ¿Tanta violencia está implícita en nuestra naturaleza humana?
- No, creo que el mundo político, el de los medios, el de la propaganda, quiere convertir a la gente en robots, en consumidores dóciles, en gente deprimida y ansiosa. Gente incapaz de construir un mundo bueno, amable, generoso.
- Aún así, usted es optimista..
-Bueno, cada persona decide en un momento determinado qué hará con su vida. A los 18 años yo decidí que sería un revolucionario del amor. Y que yo sería alegre, gracioso, cooperativo y creativo en todo momento de mi vida. Y eso es lo que hago desde hace 51 años. Y creo que todos pueden hacerlo, pero la propaganda de los medios que sirven a la guerra y al poder trata de que la gente esté más interesada en comprar cosas que en amar.
- ¿Tuvo que resignar algo cuando decidió este camino?
- No, mi madre me dio la autoestima; que todo lo que yo tenía que hacer era decidirme a ser feliz, decidirme a ser amable, decidirme a ser gracioso, y luego tenía que decidir cómo encarrilar esas intenciones, qué forma darles.
- ¿Por qué será que se le da tanta importancia a la felicidad? Hasta hay ránkings para medir cuáles son los estados más felices...
- Porque no la hay.