Por Marcelo Androetto
27 Noviembre 2014
Boca, mejor dicho, ganarle a Boca, es el antídoto para tanta malaria de River en las últimas semanas. Si el equipo de Marcelo Gallardo deja esta noche en el camino a su eterno rival, un manto de piedad se extenderá sobre el barrio de Núñez y hasta los confines de la nación riverplatense, más allá de lo que pase luego en la final de la Copa Sudamericana.
Importará poco y nada el título local aparentemente dilapidado en este cansado sprint final, y el ingrato recuerdo de las “malas”: la lesión del “Tucu” Matías Kranevitter; las postergaciones -o no- de partidos bajo diluvio; las convocatorias de Leonel Vangioni, Carlos Sánchez y Teófilo Gutiérrez en los momentos más inoportunos; los juveniles que (aún) no pudieron dar la talla en el marco de un plantel corto. En fin, que eliminar a Boca en semifinales de una copa internacional equivale, para el mundo River, tanto como escalar el Everest para un alpinista.
Para ello, el “millo” deberá por un lado romper el sortilegio de las series mano a mano -siempre perdidas ante el “Xeneize”-, y a la vez refundar una nueva mística, cuyos cimientos ya están puestos: lleva siete partidos invicto –entre amistosos y oficiales, con tres victorias y cuatro empates- frente a los “primos”. Un nuevo éxito tornaría 2014 definitivamente en un año único e inolvidable.
Esta vez, River no podrá ampararse en el cansancio. A esta revancha, la “Banda” llega con tanta frescura como sus rivales, más allá de la mayor cantidad de minutos acumulados en cancha por sus jugadores durante la temporada. Gallardo espera cosechar su siembra tardía del pasado domingo, cuando decidió estacionar un muleto en el Cilindro de Avellaneda.
Salvo el lesionado Jonatan Maidana, sustituido por Gastón Pezzella, saldrán al Monumental los mismos nombres del River de luxe que sorprendió a propios y extraños por allá en agosto y septiembre, y cuya primavera se extinguió bastante antes de que irrumpiera el verano.
Vuelve Rodrigo Mora también y hasta Fernando Cavenaghi con sus “muletas” estará disponible como recambio, en busca de que el enigmático empate a cero en La Bombonera -conseguido sin juego, pero con actitud- ahora pague dividendos como local con una victoria.
Cualquier otro resultado angustiará a River, incluida una igualdad sin goles que lleve a una indeseada tanda de penales: la herida de la Copa Libertadores de hace una década aún está fresca en los corazones rojiblancos.
A este desafío el “millo” llega de luto: en espacio de apenas tres días, falleció la madre de su entrenador; sus barras provocaron otro episodio de terror, y menos grave, pero igualmente duro, el equipo cedió la punta del Torneo de Transición a Racing.
Demasiado como para encajar otro golpe, y más a manos de Boca. ¿Madura el nocaut o renacerá la fiesta?
Importará poco y nada el título local aparentemente dilapidado en este cansado sprint final, y el ingrato recuerdo de las “malas”: la lesión del “Tucu” Matías Kranevitter; las postergaciones -o no- de partidos bajo diluvio; las convocatorias de Leonel Vangioni, Carlos Sánchez y Teófilo Gutiérrez en los momentos más inoportunos; los juveniles que (aún) no pudieron dar la talla en el marco de un plantel corto. En fin, que eliminar a Boca en semifinales de una copa internacional equivale, para el mundo River, tanto como escalar el Everest para un alpinista.
Para ello, el “millo” deberá por un lado romper el sortilegio de las series mano a mano -siempre perdidas ante el “Xeneize”-, y a la vez refundar una nueva mística, cuyos cimientos ya están puestos: lleva siete partidos invicto –entre amistosos y oficiales, con tres victorias y cuatro empates- frente a los “primos”. Un nuevo éxito tornaría 2014 definitivamente en un año único e inolvidable.
Esta vez, River no podrá ampararse en el cansancio. A esta revancha, la “Banda” llega con tanta frescura como sus rivales, más allá de la mayor cantidad de minutos acumulados en cancha por sus jugadores durante la temporada. Gallardo espera cosechar su siembra tardía del pasado domingo, cuando decidió estacionar un muleto en el Cilindro de Avellaneda.
Salvo el lesionado Jonatan Maidana, sustituido por Gastón Pezzella, saldrán al Monumental los mismos nombres del River de luxe que sorprendió a propios y extraños por allá en agosto y septiembre, y cuya primavera se extinguió bastante antes de que irrumpiera el verano.
Vuelve Rodrigo Mora también y hasta Fernando Cavenaghi con sus “muletas” estará disponible como recambio, en busca de que el enigmático empate a cero en La Bombonera -conseguido sin juego, pero con actitud- ahora pague dividendos como local con una victoria.
Cualquier otro resultado angustiará a River, incluida una igualdad sin goles que lleve a una indeseada tanda de penales: la herida de la Copa Libertadores de hace una década aún está fresca en los corazones rojiblancos.
A este desafío el “millo” llega de luto: en espacio de apenas tres días, falleció la madre de su entrenador; sus barras provocaron otro episodio de terror, y menos grave, pero igualmente duro, el equipo cedió la punta del Torneo de Transición a Racing.
Demasiado como para encajar otro golpe, y más a manos de Boca. ¿Madura el nocaut o renacerá la fiesta?
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